Doctrina y misericordia en la pastoral familiar

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Cómo hacer compatible la fidelidad a la doctrina y la misericordia acogedora de la Iglesia es algo que está en el trasfondo de los debates del Sínodo sobre la familia. El prof. Paul O’Callaghan se refirió a este tema en una parte de su intervención en el simposio sobre matrimonio y familia, organizado por la Universidad de la Santa Cruz en Roma. Recogemos algunos párrafos.


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 25/15

Frecuentemente en el debate reciente sobre el matrimonio y la familia se han contrapuesto dos enfoques sobre los problemas y retos actuales: de una parte, la doctrina, de otra, la misericordia; de una parte, la cabeza, de otra, el corazón; la proclamación del dogma de fe, y la aplicación del Evangelio a la vida humana; el ideal que se impone, y el realismo que acoge.

Los defensores del llamado “matrimonio tradicional” serían los primeros, los idealistas; en cambio, los que valoran la complejidad de la vida matrimonial y se ajustan a la realidad vivida serían los segundos. Una descripción simplista de la realidad, sin duda. Descripción que no tiene en cuenta que el Verbo divino, que es la fuerza, la luz, la palabra y la gracia de Dios, se ha encarnado, es decir, se ha incorporado verdaderamente al mundo, asumiendo plenamente la condición corporal y temporal del mundo creado, del hombre caído… para redimirlo, pero respetando plenamente su dinámica y sus tiempos.

Sobre la polaridad tan conocida entre ‘doctrina’ y misericordia’ es necesario recordar que el corazón, la esencia de la ‘doctrina’ es la misericordia, y el corazón de la ‘misericordia’ es la doctrina. Me explico. La doctrina de la fe (en las diversas expresiones dogmáticas y morales) es, debe ser, el fruto último y refinado de la reflexión eclesial sobre el Evangelio, es decir, la historia de la misericordia divina que se acerca al hombre para ofrecerle el perdón. La doctrina es el néctar de la Sagrada Escritura; ciertamente, es una medicina que puede doler, pero no expresa otra cosa que la misericordia.

Quizá se puede resumir su relación en la siguiente fórmula: doctrina + tiempo = misericordia. La ‘doctrina’ contiene la misericordia, del mismo modo que la medicina ‘contiene’ la salud. Y la doctrina debe comunicarse de un modo que responda a la dinámica real de la vida de las personas, teniendo en cuenta el tiempo, la inercia cultural, psicológica y corporal de las personas. Sin este respeto por la concreta dinámica de las personas, fácilmente la doctrina será interpretada como ‘rigidez hostil’, por emplear la expresión del Papa Francisco, y la misericordia como ‘buenismo destructivo’.

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