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Deshielo entre católicos y ortodoxos en Rumania

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Roma. Están madurando las condiciones para una futura visita de Juan Pablo II a Rumania, lo que supondría el primer viaje del Papa a un país de mayoría cristiano-ortodoxa. Esta ha sido la impresión de los participantes en el XII Encuentro Interreligioso «Hombres y religiones», organizado en Bucarest a finales de agosto por la Comunidad de San Egidio, junto con el patriarcado ortodoxo rumano y la presidencia de la república de Rumania.

La reunión tuvo como escenario el Palacio del Parlamento, la mastodóntica construcción querida por el dictador Ceaucescu para resaltar los logros del socialismo rumano. Entre los participantes, además del patriarca ortodoxo rumano Teoctist, figuraban representantes de los patriarcas de Constantinopla y Moscú. El cardenal Edward Cassidy, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, leyó un mensaje de Juan Pablo II en el que, entre otros puntos, agradecía la invitación que le habían cursado para visitar el país el presidente Emil Constantinescu y el gobierno rumano. «Una visita -añade el Papa- que espero poder realizar».

Junto a la invitación de Constantinescu (democristiano), el Papa espera el acuerdo de las autoridades religiosas locales. Pero hasta ahora el patriarcado ortodoxo de Bucarest, con 20 millones de fieles, bloqueaba el proyecto.

Desde la caída del comunismo en Rumania, un motivo de conflicto entre los ortodoxos y los católicos de rito oriental (250.000 fieles) ha sido la devolución de las iglesias, escuelas y seminarios confiscados a los católicos después de la guerra. Entonces el régimen comunista persiguió a esta minoría fiel a Roma y la anexionó por la fuerza a la Iglesia nacional ortodoxa. En 1992, el Parlamento decidió crear una comisión mixta para resolver la cuestión de los bienes confiscados, pero nunca llegó a reunirse. Las comunidades ortodoxas se oponen a las decisiones de los tribunales que devuelven lugares de culto a los católicos orientales.

Los encuentros «Hombres y religiones» quieren ser la continuación del que mantuvo el Papa en Asís, en octubre de 1986, con líderes religiosos de todo el mundo para pedir por la paz. De ahí la variedad de religiones representadas y el hecho de que concluya con una Oración mundial por la paz. Plegaria que tuvo lugar en esta ocasión en otro escenario también simbólico, la plaza de los Mártires de la Revolución, el punto donde en diciembre de 1989 estalló la chispa que acabaría con el régimen comunista rumano.

En su mensaje, Juan Pablo II recalcó que la religión sólo puede invocarse para buscar la paz: «¡Que ningún odio, ningún conflicto, ninguna guerra encuentren un incentivo en las religiones! La guerra no puede estar jamás motivada por la religión. Que las palabras de las religiones sean siempre palabras de paz. Que el camino de la fe lleve al diálogo y a la comprensión».

El buen clima en el que se desarrolló este encuentro hace esperar que el patriarcado rumano pueda llevar a cabo una labor de mediación ante el resto del mundo ortodoxo, especialmente con el patriarcado ruso, que mantiene unas relaciones muy tensas con la Santa Sede.

Diego Contreras

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