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Dejar el trabajo para atender a la familia

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En Estados Unidos se advierte que más mujeres deciden interrumpir la carrera profesional para dedicarse a cuidar a los hijos pequeños. También es cada vez más frecuente que otras personas hagan lo mismo para atender a los padres u otros parientes ancianos. En unos casos, lo hacen porque no encuentran otra salida; en otros, porque les parece la mejor opción. Lo explican dos artículos recientes.

Un reportaje aparecido en The New York Times (5-VII-2002) se hace eco los resultados de algunos sondeos realizados entre mujeres de 25 a 45 años. Se aprecia que éstas son más proclives que en el pasado a permanecer en casa mientras los hijos son pequeños. Esta tendencia se acentúa entre las madres con título universitario, que suelen ser también las de mejor situación económica. En efecto, los autores de uno de los estudios, dos economistas de la Universidad de Chicago, han señalado que las horas consagradas al trabajo han disminuido de forma más acusada entre las mujeres cuyos maridos tienen mayor nivel de ingresos (por encima de 80.000 dólares anuales).

La economista Sylvia Ann Hewlett, autora del libro Creating a Life: Professional Life and the Quest for Children, declara: «No digo que eches tu carrera a la basura, pero para las mujeres en torno a los treinta, cuando fundar una familia y tener hijos es relativamente fácil, esto debe ser lo prioritario, no el trabajo».

Para Susan De Ritis, fundadora de Family and Home Network, «las mujeres quieren tener niños y criarlos, y están encontrando caminos para hacerlo a tiempo completo». Según De Ritis, los datos de la Oficina del Censo publicados en octubre de 2001 avalan su tesis: bajan las mujeres trabajadoras con niños menores de tres años. En 1997 la proporción fue la más alta de la historia: el 60,9%, y en 2001 había bajado al 57,5%.

El reportaje recuerda que Estados Unidos es uno de los países que menos favorece la compatibilidad entre trabajo y maternidad (ver servicios 30/98 y 177/99). Algunas de las mujeres que cita intentaron seguir trabajando después de dar a luz, con horario reducido o adaptado a sus nuevas circunstancias; pero las empresas no les dieron facilidades.

En The Wall Street Journal (20-VI-2002), Sue Shellenbarger se acerca a un fenómeno cada vez más frecuente en Estados Unidos: el cuidado de ancianos por familiares, hombres o mujeres, con dedicación completa y retribución económica. En otros tiempos se hacía gratis; pero «ahora hay menos gente con los recursos económicos suficientes para dejar el trabajo y prestar cuidados gratuitos», aunque a muchos -como también señala el artículo- no les resulta agradable cobrar por el servicio. La retribución puede correr a cargo del propio anciano o de los restantes familiares. En cualquier caso, suele ser menor que el sueldo de un profesional.

Pero, añade el artículo, «ante la escasez de servicios para la atención de ancianos y el encarecimiento de la asistencia domiciliaria, la Seguridad Social y los seguros privados están empezando a cubrir lo que en el pasado era cuidado gratuito en el seno de la familia». En varios Estados, los programas para la atención médica de personas con pocos recursos (Medicaid) admiten la posibilidad de emplear a familiares. Un programa federal, a prueba en tres Estados, ofrece a personas discapacitadas la posibilidad de elegir al cuidador que prefieran. Por último, un creciente número de empresas que ofrecen pólizas de seguro privadas de larga duración se comprometen a reembolsar los gastos generados por la «asistencia informal» prestada por parientes.

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