Decepción en pastillas

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El uso extendido de los métodos anticonceptivos no es una solución para eliminar ni los embarazos inesperados ni los abortos.

Hace unos meses, el British Pregnancy Advisory Service (BPAS), uno de los proveedores de abortos más grandes del Reino Unido, reveló que el 51% de las 60.592 mujeres que abortaron en 2016 estaban utilizado al menos un método de contracepción cuando quedaron embarazadas. Unas 15.000 de estas mujeres estaban utilizando los que se consideran los métodos más efectivos de contracepción: la píldora, el DIU y los parches.

Estos resultados, aunque para algunos sorprendentes, no son nuevos: ya en 2003, en Francia, un estudio realizado por investigadoras del Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica (Inserm) mostraba que dos tercios de los embarazos imprevistos corresponden a mujeres que declaran utilizar un medio anticonceptivo (ver Aceprensa, 21-05-2003). También en España, el Ministerio de Sanidad publicó datos según los cuales el 44% de los abortos que se realizaron ese año se realizaron a mujeres que declararon estar usando al menos un método anticonceptivo (ver Aceprensa, 5-01-2015).

Estos datos parecen mostrar que el uso extendido de los métodos anticonceptivos no es una solución para eliminar ni los embarazos inesperados ni los abortos. Por un lado, se comprueba que los anticonceptivos no son infalibles para prevenir un embarazo, y por otro, cuanto más se afianza su uso, más se recurre al aborto en caso de fallo. Los estudios revelan también que cada vez hay más intolerancia frente al hijo no planificado. Seis de cada diez embarazos no previstos terminan en aborto. En 2015, los casos de abortos en Inglaterra y Gales alcanzaron el punto más alto en 5 años: se registraron 185.824.

Las estadísticas muestran que las mujeres no pueden controlar su fertilidad a través de la contracepción

Independientemente de las razones por las que fallan los anticonceptivos (mal funcionamiento del método, poco conocimiento sobre su utilización, etc.), queda claro que el problema no es solamente técnico: las mujeres que utilizan estos métodos creen falsamente que son infalibles. Su amplia distribución y el hecho de que se les ha retratado como la panacea para cualquier efecto indeseado de un encuentro sexual ha generado en las mujeres la impresión de que existe tal cosa como una sexualidad sin consecuencias.

La directora del BPAS, Ann Furedi, explicó en un comunicado: “Nuestros datos muestran que las mujeres no pueden controlar su fertilidad a través de la contracepción únicamente, incluso cuando están utilizando los métodos más efectivos”. De ahí que proponga recurrir al aborto cuando aquellos fallen. Sin embargo, estas declaraciones dan que pensar sobre los resultados de varias décadas de una educación sexual centrada únicamente en los anticonceptivos. Ahora, una vez se ha comprobado que no han mermado ni las tasas de embarazos imprevistos ni las de abortos, se empieza a reconocer que distribuir anticonceptivos no es una solución efectiva para estas problemáticas. Lo que sí ha logrado es crear una sensación de falsa seguridad, provocando que en cuanto se produce un embarazo no planificado, la respuesta sea de mayor alarma y sorpresa en cuanto que las mujeres se creían protegidas ante esta eventualidad.

Resultan cuestionables también las promesas que se les han hecho a las mujeres respecto a los anticonceptivos como posibilitadores del control total de su sexualidad, sin proporcionar una comprensión profunda de esta. No es posible dirigir la propia fertilidad si no se conoce el cuerpo y sus ritmos, así como los posibles fallos de los métodos anticonceptivos. Por lo tanto, si realmente se quiere abordar estos problemas, se requiere algo más que píldoras y DIU. Pretender resolver cuestiones complicadas con soluciones fáciles y rápidas es como pretender curar enfermedades reenviando cadenas de Whatsapp: después del send espera una gran decepción

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