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De la familia-refugio a la familia-motor de cambio

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Para revitalizar el tejido social
El Estado de Bienestar ha tenido muchos éxitos, pero sus grietas actuales revelan el agotamiento del sistema. Este es un motivo más que está llevando a redescubrir el papel insustituible de la familia, como ámbito de solidaridad más básica y radical. Pero no se trata de concebir el hogar sólo como un refugio en tiempos duros. La familia está llamada a proyectarse hacia fuera, como agente de revitalización social.

La necesidad de esta transformación se advierte, de una parte, por el coste social de las patologías familiares. Pues es evidente que la desintegración familiar está en el origen de buena parte de los casos de marginación y nueva pobreza.

Pero, a la vez, también se advierte que la familia es hoy el ámbito vital que puede responder mejor a las exigencias propias de la nueva sensibilidad. Lo hacía ver así Alejandro Llano, rector de la Universidad de Navarra, durante su intervención en el Congreso de Orientación Familiar celebrado recientemente en Madrid (1).

Malestar en el Estado de Bienestar

Alejandro Llano se refirió a la paradoja del creciente «malestar en el Estado de Bienestar». El modelo está agotado y hace agua por todas partes. Sus estructuras están sobrecargadas porque ha pretendido hacer todo. Además, su rigidez burocrática le ha hecho perder contacto con las fuentes de la vitalidad, entre ellas la familia.

«El Estado de Bienestar ha intentado implantar la ficción de que todo lo serio de la vida se reduce a las transacciones de poder, dinero e influencia que acontecen en el Estado y el mercado». La primera víctima ha sido, paradójicamente, la familia.

«Las políticas sociales del Estado asistencial, que -al parecer- eligieron a la familia como objeto preferente de sus prestaciones, han acabado por vaciar de casi todo su contenido públicamente relevante a la institución familiar». Así se observa que «las actuales políticas de protección familiar -con algunas excepciones- tienden a asistir a los individuos con independencia de sus nexos familiares, que quedan así trivializados».

Esta erosión progresiva ha dejado tras de sí un gran vacío, que la asistencia pública nunca podrállenar. Lo paradójico, dijo Llano, es que «el Estadode Bienestar ha ignorado la radical fuente humana de auténtico bienestar: el ámbito primario de servicios personalizados, que son justamente los que se comienzan a exigir en la sociedad postindustrial».

A su vez, la empresa privada trata a la familia como una mera fuente de recursos laborales o como una unidad de consumo. En consecuencia, ni el Estado ni el mercado atribuyen un papel activo a la familia.

La acción social de la familia

Para superar esta situación, Alejandro Llano sostuvo que la mejor respuesta es pasar del Estadode Bienestar a la Sociedad de Bienestar. Esto supone no sólo poner el acento en lo vital(«sociedad») frente a lo estructural («Estado»), sinoque también evoca una nueva noción de bienestar: en vez de una recepción pasiva de prestaciones, una intervención activa en una tarea común. «La vida social tiene calidad cuando a sus actores natos se les permite que realicen sus proyectos originales y se les otorga una ayuda a la que tienen derecho».

El Prof. Llano impulsó a las familias a que recuperen el papel que les corresponde en la sociedad. Lo lograrán si cultivan «una nueva cultura de la familia, en la que ésta no se deje cosificar pasivamente, sino que se considere a sí misma como una primaria unidad de acción social».

«Para que las familias consigan peso social, es necesario que salgan de su aislamiento privatizado e irrumpan solidariamente en el espacio social. La teoría y la práctica social conocen ya muchas y eficaces formas de cooperativismo, asociaciones de auto-ayuda, movimientos ciudadanos, iniciativas docentes y organizaciones de voluntariado».

Una oportunidad vital

Para lograr este mayor protagonismo la familia debe aprovechar la oportunidad que le brindandos procesos convergentes: la emergencia de nuevos mundos vitales y la mutación tecnológica.

El rector de la Universidad de Navarra subraya la importancia de esta nueva sensibilidad, que está haciendo emerger «esa fuente de sentido olvidada que es el mundo vital».

Uno de los rasgos característicos de la nueva sensibilidad es justamente la vuelta a las raíces, el retorno al hogar. «Frente al dominante cosmopolitismo de hamburguesería y aeropuerto internacional, asciende hoy la valoración de lo genuino, de lo auténtico, de lo nuestro: la tierra que nos vio nacer, la lengua de nuestros primeros balbuceos, la patria que nos nutre y nos identifica». Pero el hogar no es reducto o ghetto: «La casa es foco de proyección, núcleo de cultura innovadora, rescoldo de libertades que se encienden y se propagan».

El otro proceso convergente es la mutación tecnológica: «El paso de la sociedad industrial a la postindustrial implica el aligeramiento y la flexibilización de la técnica; la primacía de la información sobre la producción; la importancia creciente del sector servicios y, por lo tanto, un peso mucho mayor para el factor humano de la economía».

Ante la nueva sensibilidad

En el caso de la familia, esta «nueva sensibilidad» se articula como un nuevo enfoque de la educación. Alejandro Llano sintetizó en torno a cinco principios sus propuestas en este terreno.

Principio de gradualidad. «El racionalismo moderno nos ha acostumbrado a ver la realidad en blanco y negro. Por eso es implacable y dialéctico. En cambio, el nuevo modo de pensar advierte que casi todas las cosas humanas admiten grados, matices. En la educación, concretamente, no se debe pedir a todos lo mismo ni presentarles un solo modelo». Para Llano, esta gradualidad del saber rechaza ese «racismo intelectual» que es una de las formas más desagradables de la tardomodernidad. Cada uno tiene su propio talento que padres y educadores deben descubrir y alentar. «La familia es justamente el ámbito donde eso que cada uno posee de irrepetible adquiere un valor en cierto modo absoluto: a un hijo no se le valora por su coeficiente intelectual, sino por ser él mismo».

Principio de pluralismo. El descubrimiento del sentido de la diferencia supone, en la educación, reconocer que el saber tiene muchos caminos y que todo oficio puede ser de categoría. Aquí Llano advirtió que «los padres que se empeñen en hacer de todos sus hijos ejecutivos o tecnólogos les están prestando un flaquísimo servicio».

«No todos tienen que servir para lo mismo: algunos sirven para lo grande y otros sirven para lo pequeño, no menos esencial». Lo importante es conseguir que todos -o el mayor número posible- sirvan desde su sitio a la sociedad, sin convertirse en espectadores marginales de lo que pasa.El ámbito de lo insustituible

Principio de complementariedad. Frente a la moderna estrategia del conflicto, está brotando un modelo de pensar que no es excluyente, sino que afirma la complementariedad de las diferencias. «Esto supone dar primacía a los valores cualitativos y compartibles sobre los cuantitativos e incompatibles».

Como valor ascendente de la nueva sensibilidad, Alejandro Llano se fijó en el cuidar. «Cuidado es atención, respeto, pudor, ayuda. El cuidado es una actitud universal. Los padres cuidan de los hijos pequeños, pero los hijos mayores cuidan de los padres ancianos. Los gobernantes cuidan de la ciudad, pero los ciudadanos cuidan que los rectores de la cosa pública cumplan su cometido. El hombre cuida de la naturaleza y da culto a Dios. Y Dios cuida de todos. La educación actualtiene que redescubrir comovalores formativos el sentido del servicio a los demás, el cuidadode lo cualitativo, la atención a lo concreto, la sensibilidad estética, la capacidad perfeccionadora del dolor, la seriedad de la ternura. Y la familia es el ámbito donde pueden emerger estas actitudes que atienden a lo insustituible».

Principio de integralidad. «Frente a la reducción del hombre a ser mera función del Estado o del mercado, a homo oeconomicus o ‘animal político’, la nueva sensibilidad se abre a la amplitud de facetas y perspectivas de la vida humana».

Por eso, ante la complejidad actual, la educación ha de ser hoy, más que nunca, formación humanística. Y no sólo porque las empresas se hayan percatado de que un factor decisivo de su eficacia es la ética de los negocios y la llamada cultura de la empresa. Por encima de todo, «se trata de advertir que la literatura, la historia y la filosofía tratan con realidades que poseen valor en sí mismas, precisamente porque se ocupan del hombre».

Principio de solidaridad. El ocaso de las ideologías utópicas nos ha dejado como residuo un cínico materialismo práctico, centrado en la utilidad inmediata. «Pero lo cierto -subrayó Llano- es que ningún modelo social puede vivir sin las aportaciones de sentido que provienen de esas solidaridades primarias que son la familia y los demás grupos sociales básicos».

Esta capacidad de empatía es la base de la convivencia. Por eso, terminó diciendo Llano, tanto la familia como la escuela han de cultivar en los niños y jóvenes «la capacidad de comprender a los demás, de hacerse cargo de lo que les pasa a los otros, para conllevar sus cargas».

Juan Díez Nicolás: «La familia es lo más importante para los españoles»

«Lo más importante para los españoles es la familia», según Juan Díez Nicolás, catedrático de Sociología de la Universidad Politécnica de Madrid y director del Centro de Investigación sobre la Realidad Social (CIRES). El profesor Díez Nicolás hizo esta declaración en el simposio «La política familiar a debate» (Pamplona, 14-17 de noviembre de 1994), organizado por el Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra.

Según los datos de un estudio realizado por el CIRES, el 80% de los hogares presenta la forma tradicional de familia. De ellos, dos tercios (más del 65%) están formados por un matrimonio y sus hijos. El 15% restante está representado por los llamados «hogares de pareja»: matrimonios que viven solos, bien porque no tienen hijos, bien porque son mayores, y los hijos ya se han independizado. Sólo un 10% de los hogares son unipersonales, la mayoría de viudas mayores de 65 años, «en contra -señaló Díez Nicolás- de la idea generalizada de que los pisos habitados por una sola persona son de jóvenes».

«En casi toda Europa se puede hablar de un retorno de la familia; en España, hablamos de una permanencia, porque la familia como institución siempre ha estado presente en nuestra sociedad», asegura Díez Nicolás. Hoy la familia presenta cambios respecto a la de épocas anteriores, pero son precisamente esas transformaciones las que han permitido su supervivencia: «Para durar hay que amoldarse a los tiempos».

En su ponencia, hizo un retrato de los hogaresactuales, apoyándose en los datos de una encuesta realizada por el CIRES en 1990. De ellos se puedeconcluir que el matrimonio es la meta de la «inmensa mayoría» de los españoles; si bien el profesor precisó que el número de hogares unipersonales ha aumentado debido al incremento de la esperanza de vida. Asimismo, los datos muestran que la formación de las familias se ha retrasado principalmente a causa del paro juvenil: siete de cada diez jóvenes españolesde 18 a 29 años vivenen casa de sus padres porque nunca han trabajado,»no porque no quieran formar una familia».

Respecto a la cohabitación de una pareja sin formar matrimonio, ese estudio muestra que existe gran tolerancia hacia quienes la practican. Sin embargo, España tiene el índice de cohabitación más bajo de toda Europa, y sólo un 7% de la población ha hecho la experiencia.

Posiblemente, esta tolerancia que parece reinar en la sociedad es lo que ha hecho que la fidelidad sea considerada lo más importante para el equilibrio de las parejas. Para la generación anterior, los hijos eran un elemento básico en la vida conyugal.

Para concluir, el director del CIRES, siempre apoyado en datos, rebatió algunos tópicos que circulan, como «el matrimonio está pasado de moda».El 77% de los españoles no comparte esa idea. Por otra parte, más del 60% de la población se opone a la afirmación de que «una mujer necesita tener hijos para realizarse».

Ana VivesLa familia no está tan mal

La tantas veces mencionada crisis de la familia no puede hacer olvidar que para la gran mayoría de la gente no hay nada que le ocupe y le preocupe más que la propia familia. Así lo recuerda Ellen Goodman en un artículo publicado en International Herald Tribune (21-X-94).

Cuenta que estaba en su casa, muy ocupada preparando la comida del Día de Acción de Gracias, cuando sonó el teléfono. Era una periodista de la televisión: quería que participara en un programa para comentar la crisis de la familia. «Lo siento -contestó-, pero he prometido a mi madre que esta tarde iría a verla. Mañana vienen los primos de California. El día siguiente es nuestro aniversario de boda. El martes llegan los chicos. Y tenemos problemas para cuidar de una tía mayor». Después de colgar, Goodman reparó en «la ironía que supone estar demasiado ocupada con la familia para comentar la crisis de la familia».

«Me pregunto cuántos somos los que vivimos en esta dualidad. Estamos convencidos de que la familia, entendida como entidad genérica y amorfa, se está desintegrando. Al mismo tiempo, estamos ocupados en sostener a la familia.

«Se oye un tantán de desesperación sobre los ‘valores familiares’. La abrumadora mayoría de los norteamericanos -el 98%, según una encuesta- piensa que otros no viven de acuerdo con sus compromisos. Pero en la misma encuesta, sólo el 18% creen que ellos mismos son irresponsables.

«Dondequiera que voy, cuando la gente habla de lo que le importa, el tema es la familia. Cuandose encuentran unos amigos, incluso unos extraños, la conversación gira en seguida en torno a noticias sobre los padres, los hijos, los cónyuges. En la vida cotidiana, trabajamos en la familia y por la familia. Si a las cuatro de la madrugada nos despertamos preocupados, es por la familia».

Lo que ocurre quizá es que atender bien a la familia resulta ahora más difícil en algunos aspectos. «Hoy tenemos que afrontar mayores exigencias como padres de hijos pequeños y exigencias más prolongadas como hijos de padres mayores». La sensación de crisis tal vez viene, en parte, de nuestro mismo deseo de hacerlo bien.

Pero también influye «una especie de publicidad negativa de la familia. Los periódicos sacan en primera página historias de horror que, como son tan extraordinarias, poco a poco han empezado a ser tenidas por ordinarias».

Goodman precisa que no es su intención presentar un panorama idílico. «No ignoro los agobios que padece la ‘generación sandwich’, en su intento de cumplir con jefes, padres, hijos, cónyuge. Sé que no hay familia sin problemas. En alguna que otra ocasión, bajo alguno que otro punto de vista, todos parecemos funcionar mal. Pero el hecho es que la mayoría de nosotros funcionamos. Y nos queremos».

Y la autora concluye: «El Día de Acción de Gracias siempre ha tenido más que ver con la familia que con la comida. Es cuando los americanos se ponen en camino a través de aeropuertos, autopistas y zonas postales, para apretujarse en torno a la mesa familiar y descubrir cuántos adultos pueden sentarse en un banco de piano. De pie en mi cocina, rodeada de las pruebas caseras de mis excesos de las fiestas, me pregunto si los que estamos unidos por lazos de ADN, matrimonio, cariño y, sobre todo, compromiso, podemos olvidar por un rato que se supone que nos estamos desmoronando».

_________________________(1) «Familia y convivencia social». IX Congreso Nacional de Orientación Familiar. Madrid, 11-13 de noviembre de 1994. Organizado por la Fundación Internacional de la Familia, el Instituto de Estudios Familiares y Aula Familiar.

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