De la economía de subsistencia a la pequeña empresa

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El único modo eficaz de combatir la pobreza es ayudar a salir de ella. Por eso cada vez más la cooperación al desarrollo se centra en lograr que los beneficiarios se ayuden a sí mismos, para ser autosuficientes en el futuro. Durante los últimos años, las ayudas gubernamentales dedican casi un 60% de sus recursos a programas de cooperación, y, en torno a otro 25% se destina a la condonación de deudas. Actualmente, sólo un 7-8% del dinero público se emplea en ayuda humanitaria y emergencias.

Existen maneras muy diferentes de aplicar la ayuda al desarrollo. Paul Polak es el fundador de Iniciativas para el Desarrollo Internacional (International Development Enterprises, IDE). Después de 23 años trabajando como psiquiatra, decidió centrarse en la lucha contra la pobreza, tarea en la que lleva involucrado 25 años. Comenzó en Colorado, observando los métodos de producción y comercialización de los navajos y los pequeños agricultores.

Pensando en los pequeños agricultores

Según Polak, dentro de un ámbito rural pobre no se pueden emplear mecanismos que están ideados para las economías de escala. Los países occidentales fabrican dispositivos agrícolas cuyo coste y diseño no encaja con las necesidades de un minifundista de Centroamérica o Nepal.

En su libro Out of Poverty, Polak relata la historia de la familia Bahadur, de Nepal. Hace siete años aprovechaban sus escasos dos acres de terreno plantando maíz, arroz, legumbres y verduras estacionales. Ahora, gracias a un sistema sencillo y barato de irrigación, esta familia ha diversificado la producción con coliflores, pepinos e incluso naranjos. Han conseguido introducir algunas mejoras más, con el empleo de algunos fertilizantes y nuevas semillas. Sus cultivos tradicionales dan frutos de mayor grosor.

De este modo, han pasado de una economía de subsistencia -con menos de un dólar al día- a convertirse en una pequeña empresa. Los hijos pueden quedarse en la escuela, y dejar atrás el analfabetismo que formaba parte de las condiciones de vida de sus padres y abuelos.

IDE cuenta con dos grandes pautas en sus programas de cooperación. Por una parte, la aplicación de dispositivos que permitan obtener más agua y mejorar su aprovechamiento. Gunnar Barnes, un ingeniero sueco, ha diseñado un sistema de bombeo hecho con cañas de bambú. Cuesta ocho dólares. Dos millones de agricultores las han comprado en países como Camboya, la India, Zambia o Bangladesh. Por otra parte, Polak entiende que el Tercer Mundo necesita fuentes de energía para salir de la pobreza. Por este motivo, IDE tiene en mente el diseño de una bomba de agua que cueste 100 dólares y funcione con diesel, linternas solares a un precio de 10 dólares, e incluso gafas por dos dólares. En los últimos dos años, IDE ha recibido más de 40 millones de dólares de la Fundación Bill y Melinda Gates. Paul Polak recibió en 2004 el premio Emprendedor del Año de Ernst & Young.

Comercio justo

Sin duda, una de las maneras más afamadas de llevar a cabo la cooperación al desarrollo es el fenómeno conocido como “comercio justo”. El comercio justo requiere de tres actores: productores locales en los países en desarrollo, una asociación sin ánimo de lucro que constituye a los productores en una cooperativa y comercializa sus productos, y compradores (por lo general, en países desarrollados). La asociación benéfica trabaja como una empresa, puesto que dirige la producción, diseña el marketing, localiza nichos de mercado y optimiza los ingresos.

Para que el comercio con los países ricos suponga una elevación de los pobres, se establecen una serie de principios que rigen el comercio justo: salarios dignos, igualdad entre sexos, ausencia de explotación infantil, respeto al medio ambiente y derechos laborales.

La asociación COPADE (Comercio para el Desarrollo), de inspiración católica, está presente en Honduras, Bolivia, Colombia y Nicaragua. Canaliza el trabajo de miles de artesanos locales, habitualmente indígenas del ámbito rural a quienes se les imparte formación profesional. Los productos elaborados en estos países se confeccionan con maderas propias y con lana de alpaca. COPADE los vende en una tienda de Madrid donde también ofrece cacao, café o mermelada de maracuyá.

Un sello específico

La primera tienda de comercio justo se estableció en 1969 en Holanda. Hoy existen 3.000 en toda Europa. Fair Trade es la institución internacional de mayor relevancia que homologa las iniciativas de comercio justo. Dispone de un sello específico que avala a más de 630 organizaciones y cubre 17 gamas de productos: café, té, azúcar, cacao, frutas frescas, bananas, frutos secos, frutos desecados, arroz, miel, vino, zumos de frutas, quinua, especias, flores, algodón y balones de fútbol. Cada variedad cuenta con sus propias especificaciones técnicas, disponibles en la web de Fair Trade. En realidad, aspira a regular el comercio justo en todo el mundo, aun cuando muchas asociaciones prefieren coordinarse dentro de otras federaciones, algunas de ámbito nacional, otras de alcance europeo o internacional.

En España, una las organizaciones que más hincapié realiza en el comercio justo es Intermón Oxfam, que distribuye artículos de este tipo en más de un millar de puntos de venta. En las provincias de Madrid y Barcelona se puede comprar chocolate o café Oxfam en unos 500 establecimientos, la mayoría de los cuales son grandes superficies (Alcampo, Carrefour) o cadenas de supermercados (Bonpreu, Condis o Caprabo, recién adquirida por Eroski). Existe, además, una decena de tiendas propias de Intermón Oxfam dedicadas únicamente al comercio justo en Madrid y Barcelona.

En su web hay disponible un catálogo bastante representativo: cuadernos fabricados en la India (10,50 euros), zapatillas de lona hechas en Indonesia (39,90 euros), bombones elaborados con cacao de una cooperativa ghanesa, pendientes de plata peruanos (36 euros), figuras de madera de Filipinas, estola de lana y seda (38,50), azúcar de caña paraguayo (1,90 euros/500 g). Los precios son, por término medio, moderadamente superiores a los de sus concurrentes del “comercio tradicional”.

Consumo solidario

En general, el comercio justo parece adolecer de algunas limitaciones: la dependencia que los trabajadores indígenas tienen con respecto a Intermón, Copade o cualquier otra entidad; el encarecimiento provocado por su exportación hacia tiendas específicas en Europa o Estados Unidos (tasas aduaneras, costes financieros, márgenes de intermediación, transporte, salarios de los administradores de la ONG de turno, marketing, etc.); y, sobre todo, su orientación hacia el “consumo solidario” en Occidente. En otras palabras, el consumidor europeo compra productos de comercio justo, pero ¿por calidad o por convicciones?

Los cafés y cacaos de comercio justo carecen de aditamentos artificiales y suelen tener un sabor delicioso. A pesar de ello, en países de esmerada tradición cafetera, como Italia, la compra de comercio justo para este artículo es notablemente baja. El caso de las bananas puede mostrar algunos detalles relevantes. Con cifras de Fair Trade, en el Europa se consumieron más de 133.000 toneladas de banana de “comercio justo” durante 2006. Destacan Suiza (casi 28.000 toneladas) y el Reino Unido (60.000 toneladas). Países como Austria, Holanda o Francia compran entre 3.400 y 5.800 toneladas de banana “solidaria”.

España es la excepción clamorosa, con una sola tonelada. ¿Por qué? Se da la circunstancia de que España cuenta con una fuerte producción nacional de plátano canario que constituye la práctica totalidad del consumo interior (entre 350.000 y 400.000 toneladas anuales), y que ha estado protegida por aranceles hasta hace poco. A partir de este año, la UE ha suprimido los aranceles para la fruta de los países ACP (África, Caribe, Pacífico)

Según la Asociación de Productores de Plátano de Canarias (Asprocan) y Demoscopia, entre el 80% y el 90% de los españoles distingue perfectamente la banana del plátano y, encima, prefiere esta fruta autóctona a pesar de que tiende a resultar algo más cara. Por otra parte, ¿acaso comer un sabroso y nutritivo plátano recién traído de Canarias no garantiza los derechos laborales de miles de agricultores isleños?

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