De cómo el caminante se convierte en peregrino

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Santiago de Compostela.— Peregrinos de distintos países llegan diariamente a Santiago desde que el pasado 1 de enero dio comienzo el Año Santo Jacobeo. Solo durante la pasada Semana Santa llegaron unos 100.000 visitantes y el arzobispado expidió 7.000 compostelanas, el certificado oficial de que se ha hecho el Camino como peregrino. “Se han desbordado todas la expectativas”, señalaba recientemente Mons. Antonio María Rouco, arzobispo de Santiago. ¿Por qué se peregrina hoy a Santiago? Es la gran cuestión que cabe plantearse ante el éxito de este nuevo Año Santo Jacobeo.

El Camino de Santiago alcanzó su esplendor en la Edad Media, cuando era punto de referencia obligado de las raíces cristianas de la cultura europea. Después, aunque la peregrinación nunca desapareció, sí tuvo temporadas bajas. Ya en el siglo XV se observa una reducción del número de peregrinos. A la vez se produce también un incremento del vagabundeo y de la delincuencia so capa de peregrinación. Para evitar los abusos cometidos por los falsos peregrinos, Luis XIV establece que, para ir a Santiago, es necesaria la autorización del obispo y del representante real.

En España, Felipe II establece las condiciones para el uso del hábito de peregrino, limitando el territorio por donde puede usarse. En tiempos de Carlos III, una real cédula de 1783 ordena «que sean comprehendidos por vagos los romeros o peregrinos que se extravían del camino y vagan en calidad de tales romeros».

Las críticas protestantes

La ruptura de la unidad cristiana de Europa con el protestantismo fue también una causa importante de la disminución de peregrinaciones jacobeas. En todas las obras de Lutero y también en los llamados Coloquios de mesa –que recogen las charlas de sobremesa de Lutero con sus amigos en el convento de Wittenberg, donde vivía con su mujer y sus seis hijos– hay muchas referencias negativas a la peregrinación.

Para Lutero, la peregrinación a Santiago es un acto de idolatría, una blasfemia, o por lo menos un grave error. Como, a juicio de Lutero, las indulgencias no valen nada, la peregrinación es una excusa fácil para no cumplir con otros deberes o para omitir obras verdaderamente buenas. «¿Quién es el demonio que ha afirmado que en Santiago se obtiene el perdón de los pecados?», se pregunta.

Otros factores que contribuyeron a reducir el flujo de peregrinos fueron las transformaciones políticas y los conflictos bélicos: la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), la guerra de Sucesión Austríaca (1741-1748)… Pero fue sobre todo la Revolución Francesa la que marcó el fin de las peregrinaciones europeas a Santiago, aunque la española nunca cesó.

Resurgir del Camino

Fue a partir de 1950 cuando algunos peregrinos franceses volvieron a tomar el bordón hacia Compostela. Al principio eran unos pocos. Pero año tras año se fueron sumando peregrinos de otros países.

En 1985 llegaron a Santiago unos 2.500 peregrinos de toda Europa. En 1992, casi 10.000. (Las estadísticas incluyen sólo a las personas que obtienen el certificado oficial de peregrino, para lo que se requiere haber recorrido a pie, a caballo o en bicicleta al menos 100 Km del Camino). Si en un principio eran los franceses los más numerosos después de los españoles, hoy son los alemanes. De nuevo la peregrinación adquiere aires cosmopolitas.

 

Todos los años, durante el mes de julio –el de mayor afluencia de peregrinos–, la catedral de Santiago de Compostela vuelve a recordar aquellos siglos medievales. Peregrinos de todas las edades, de todos los colores –la peregrinación ha traspasado fronteras continentales– y de distintas confesiones -hay anglicanos y luteranos que también peregrinan- rezan ante el Apóstol.

Motivaciones de todo tipo

¿Por qué se peregrina hoy? Según el registro de la Oficina de Acogida al Peregrino de la catedral de Santiago, la inmensa mayoría hace la peregrinación por una motivación espiritual-religiosa, en el sentido más amplio de la expresión. Unos, por razones estrictamente religiosas: porque han hecho una promesa, o con un sentido penitencial, o para pedir algo a Dios por mediación del Apóstol.

Mucho más habitual es el caso de los que, teniendo un manifiesto sentido religioso, peregrinan al mismo tiempo movidos por el interés histórico y artístico del Camino. Entre éstos se encuentran muchos jubilados que hacen el Camino con espíritu de agradecimiento a Dios.

Otros buscan una ocasión para la reflexión interior, una oportunidad de reencuentro personal. El europeo actual, metido de lleno en una civilización técnica, orientada hacia la venta y el consumo, puede adquirir, a la velocidad de 5 Km por hora, el sosiego necesario para encontrarse a sí mismo. Y, de paso, recuperar los valores espirituales y humanos que la vida urbana ha sepultado entre las prisas y los horarios de producción.

Los hay también que peregrinan por deporte o por turismo. No son muy significativos dentro de la peregrinación, aunque suman un número importante.

Otros no tienen motivo definido, tan sólo un impulso interior suscitado por la lectura de un reportaje o por la publicidad. Muchos de éstos han empezado como turistas, pero han acabado como peregrinos. Basta un mínimo sentido de la observación y un poco de capacidad de asombro, unidos a unas buenas dosis de silencio y soledad.

Es el caso de Jan, un holandés que comenzó el Camino únicamente por motivos culturales. A lo largo del Camino, el contacto con otros que hacían la peregrinación por motivos religiosos hizo surgir en él la motivación espiritual.

El europeo prepotente, con toda su vida resuelta desde la cuna hasta la sepultura, se encuentra en el Camino con tantas impresiones nuevas, tantas situaciones inesperadas, tantas necesidades elementales -un trago de agua, un poco de sombra, un rincón donde dormir…-, que aprende a distinguir lo superfluo de lo necesario, y empiezan a tomar cuerpo en él valores como la solidaridad, el agradecimiento, la sobriedad…

Camino físico y camino interior

Hoy, en la ruta a Compostela, se pueden encontrar unidos en una gran fraternidad universitarios y funcionarios de la Comunidad Europea, periodistas norteamericanos y amas de casa italianas, estudiantes ingleses y jornaleros andaluces. A lo largo del Camino se hacen amistades perdurables entre los peregrinos, e incluso entre peregrinos y ribereños del Camino. No resulta extraño que las gentes que viven junto al Camino pidan al peregrino: «¡Rece por mí al Apóstol!».

Así se expresaba Paul de Namur: «Puedo decir que he vivido la fraternidad del Camino. He podido comprobar que hay una fraternidad más allá de la nacionalidad».

Por otra parte, la teología dice que a partir del orden y la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo. La soledad, el tener tiempo para reflexionar -no hay otro horario que el de la salida y la puesta de sol-, los grandes escenarios de los Pirineos, de la estepa castellana, de los montes de León y Galicia, acercan al peregrino a lo trascendente, llevándole por una camino interior paralelo al Camino físico.

Es la experiencia de Christine, belga: «Quiero destacar la alegría que me ha invadido al verme inmersa en la naturaleza: el sol, el viento, la lluvia, la naturaleza, en suma, me han ayudado a encontrar a Dios».

Raíz de Europa

Ya es un lugar común la frase de Goethe de que «Europa se hizo peregrinando». También ahora, cuando Europa aspira a la unidad y sufre a la vez las tensiones de los nacionalismos exacerbados, la peregrinación a Santiago puede contribuir a redescubrir una común herencia espiritual y cultural.

Esta era la vivencia del grupo de alemanes del Este que llegaron a Santiago en el verano del 91: «La experiencia más fuerte que hemos tenido ha sido percibir la universalidad de la fe. Al recorrer Europa hemos visto que hay unas raíces comunes, que todos los países que hemos atravesado tienen la misma fe».

Hubo una época en que, llevados por una misma fe y movidos por un entusiasmo contagioso, multitudes de peregrinos confluían hacia Santiago. Padeciendo sufrimientos y privaciones, desafiando peligros y enfermedades, hallaban consuelo y liberación en el encuentro con Dios por mediación del Apóstol, que compensaba con creces las carencias de su vida cotidiana.

Después, la mentalidad pragmática ha olvidado el significado de la peregrinación. A mucha gente, la búsqueda de la comodidad y el dinero no le permite disfrutar la paz del espíritu. Pero, a menudo, basta echar a andar por el Camino para descubrir perspectivas insospechadas. Así lo reflejaba el testimonio de un director general de la Comunidad Europea, después de 99 días de peregrinación a Santiago y 2.289 Km recorridos: «La Europa sin fronteras se descubre andando. Existe. Sólo hace falta aparcar el coche y las viejas costumbres, e ir hacia delante, a pie, sin el cordón umbilical del teléfono. Al salir de mi casa no era más que un caminante. Al llegar a Santiago era un peregrino. A lo largo del Camino experimenté una mutación profunda: perdí 11 kilos inútiles; consideré a distancia mi vida pasada, separé el grano de la paja; pensé mucho, medité, imaginé, pregunté, vi, entendí, creí entender; admiré muchas maravillas; conocí a hombres y mujeres, jóvenes y mayores de todas las nacionalidades, profesiones y creencias; me demostré a mí mismo que era capaz de recorrer 2.289 Km, en solitario la mayor parte del tiempo, mi mochila al hombro. ¡Y oré por vosotros en Santiago!»

Rafael Arias Villalta

 


Peregrinación Europea de Jóvenes

Uno de los momentos más significativos de este Año Santo Jacobeo será la Peregrinación Europea de Jóvenes, que culminará en Santiago entre el 29 de julio y el 1 de agosto. Organizadas por el Arzobispado de Santiago y por las Comisiones Episcopales de Apostolado Seglar, estas jornadas se presentan como un pórtico y una preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, que presidirá en Denver (Estados Unidos) el Papa Juan Pablo II dos semanas más tarde. Además, el encuentro de Santiago servirá como alternativa para todos aquellos jóvenes que no puedan acudir a Denver.

En la presentación de esta peregrinación de jóvenes, Mons. Rouco, arzobispo de Santiago, señaló que ha surgido como fruto de la huella que dejó en Santiago la Jornada Mundial de la Juventud de 1989 y como respuesta a la actual situación que vive el continente europeo. Tres son los objetivos que pretende cumplir: descubrir y celebrar la presencia de Dios, vivir el camino penitencial de la peregrinación jacobea y contribuir a la nueva evangelización.

Quieren ser estas jornadas, según Mons. Rouco, una reafirmación de que «la identidad europea es incomprensible sin el cristianismo y que, precisamente, en él se hallan aquellas raíces comunes de las que ha madurado la civilización del continente». También se pretende que nazca en los jóvenes europeos «un compromiso de cambio y de solidaridad, sobre todo con los países del Este que están atravesando momentos de dificultad». En este sentido, la organización de las jornadas está haciendo un esfuerzo especial para que puedan asistir a ellas muchos jóvenes de los países del Este. Entre otras cosas, se ha establecido una cuota de solidaridad para facilitarles el viaje y la estancia desde el punto de vista económico.

Para cumplir todos los objetivos se promoverá que cada grupo de jóvenes peregrine por lo menos un trecho del Camino, bien en su propia diócesis o país, bien en las cercanías de Santiago. También se ha preparado a fondo el plan de acogida. Se cuenta ya con el campamento militar de Bando, con una capacidad para 25.000 personas, y con el complejo que la Xunta de Galicia ha edificado en el Monte del Gozo, dentro de una gran zona verde, en el mismo lugar en que se celebró la Jornada Mundial de la Juventud de 1989. Este complejo tiene capacidad para 5.000 personas.

En otro orden de cosas, están en proceso de elaboración los textos que serán presentados para la discusión y reflexión de los jóvenes, así como los contenidos concretos de los festivales y demás actos que tendrán lugar durante esos días. Está previsto ya un concierto en defensa de los derechos humanos, que se celebrará en el Auditorio del Monte del Gozo el día 31 de julio por la noche. También se sabe que las Jornadas concluirán con una eucaristía en el Monte del Gozo, que tendrá como leitmotiv la nueva evangelización y el envío de los jóvenes europeos a Denver.

Numerosas diócesis, asociaciones de fieles, movimientos y grupos han manifestado ya su deseo de participar en esta peregrinación. Según las primeras previsiones, se espera que participen en estas Jornadas entre 30.000 y 50.000 jóvenes de toda Europa.

Jerónimo José Martín

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