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Datos sobre la Iglesia que recibe al Papa El mensaje del Papa en 1982

publicado
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Qué ha cambiado desde la primera visita de Juan Pablo II a España en 1982
Datos sobre la Iglesia que recibe al Papa¿Ha habido cambios significativos en el catolicismo español desde la primera visita de Juan Pablo II en 1982 y la que ahora se avecina? Las cifras no lo dicen todo, pero ayudan a ver la realidad. Por eso es interesante comparar los datos que se facilitaron entonces y los últimos publicados por la Oficina de Estadística de la Iglesia.

La gran disminución de la natalidad que ha experimentado España durante estos últimos años se refleja en el descenso del número absoluto de bautismos: de 467.931 bautismos en 1981 a 350.510 en 1990 (lo que representa el 86,6% de los 404.000 nacidos en este año).

También se observa que cada vez es más frecuente retrasar el bautismo de los niños. Con 1 a 7 años se bautizaron 11.836 niños en 1990, y los bautizados con más de 7 años fueron 2.831.

Donde se aprecia un cambio significativo es en los matrimonios celebrados en la Iglesia. El matrimonio canónico ha disminuido del 94% del total de matrimonios en 1981 al 77,2% en 1990, cifra que se mantiene en los últimos años.

El número de diócesis existentes en España ha pasado de 65 a 67. Se han constituido 775 parroquias más de 1982 a 1990, alcanzando un total de 22.305.

Más vocaciones sacerdotales

Después del notable descenso de seminaristas e incremento de secularizaciones que España sufrió en la década de los 70 y primeros años de los 80, en la última década se observa cierta recuperación. El número de ordenaciones de sacerdotes diocesanos ha pasado de 163 en 1981 a 230 en 1990. A esto hay que añadir las ordenaciones de sacerdotes regulares, en torno al centenar cada año.

También ha crecido el número de alumnos en los seminarios mayores: en estos diez años se ha pasado de 1.684 alumnos a 1.946. A su vez, las secularizaciones han ido a menos: se produjeron 845 en tan sólo dos años (1975-77); mientras que de 1988 a 1990 fueron 134.

Estos datos hacen pensar que la crisis de vocaciones sacerdotales es hoy menos aguda que en 1982. Sin embargo, las ordenaciones no han bastado para compensar los fallecimientos. Así, el número de sacerdotes diocesanos incardinados en las diócesis baja de 23.039 en 1982 a 20.441 en 1990 (de éstos 3.341 están jubilados).

La falta de clero joven se ha hecho sentir en el aumento de la edad media del clero en activo: si en 1982 era 49,3 años, en 1988 había subido a 53,9 años.

Descienden los religiosos

Desde 1980 a 1992, el número de religiosos ha descendido en un 25% y el de religiosas en un 15%, pues los abandonos y los fallecimientos no han tenido la contrapartida de un aumento de vocaciones.

Los religiosos españoles son unos 23.000 frente a los 29.000 aproximadamente que había en 1982. Los datos sobre vocaciones son más dispersos, pero revelan un notable descenso. El número de novicios entre los religiosos ha pasado de 764 en 1980 a 330 en 1992. En cuanto a los monjes dedicados a la contemplación, en estos diez años se ha pasado de 774 monjes a 750.

En 1982 había en España unas 80.000 religiosas de vida activa. Diez años después son 55.834. El número de novicias ha aumentado levemente: de 751 a 772 en los mismos años. Donde no se nota la crisis es entre las religiosas contemplativas, cuyo número ha aumentado: de 14.612 en 1982 a 15.348 en 1992.

En cuanto a los Institutos Seculares, su número de miembros ha pasado de 4.000 a 6.000 aproximadamente en los últimos diez años.

La escuela católica

Los centros educativos confesionalmente católicos siguen perteneciendo en su mayoría a instituciones religiosas; otros son diocesanos o parroquiales y también existen unos pocos de titularidad civil.

La escuela católica comprendía un total de 3.230 centros en 1982; ahora el número es de 3.199, la mayor parte con varios niveles educativos, donde estudian aproximadamente el 22% de los escolares españoles -igual porcentaje que hace diez años-.

Imparten enseñanza en estos centros más de 70.000 profesores, de los que 52.000 son seglares y 18.000 religiosos. Ahora bien, la acción de la Iglesia en la enseñanza escolar no se reduce sólo a los centros confesionalmente católicos, ya que también en otros centros privados se mantiene una enseñanza inspirada en principios cristianos.

A su vez, la gran mayoría de los padres que llevan a sus hijos a la escuela estatal piden para ellos la enseñanza de la religión católica, que es optativa. Así, optan por la enseñanza de la religión el 89% de los alumnos de enseñanza primaria y el 70% de los de enseñanza secundaria, porcentajes que se han mantenido estables en los últimos años.

ALUMNADO DE CENTROS EDUCATIVOS DE LA IGLESIACurso 1981-82Curso 1989-90Preescolar275.483 (23,75 %)238.608 (22,7 %)E.G.B.1.261.865 (22,51 %)1.155.693 (22,6 %)B.U.P. y C.O.U.236.762 (22,42 %)261.204 (17,1 %)F.P.109.863 (21,32 %)121.164 (14,2 %)Total alumnos1.883.9731.776.669* El tanto por ciento(%) indica la relación de alumnos sobre el total en cada nivel educativoAcción caritativa y social

La acción caritativa y social de la Iglesia se realiza a través de múltiples organismos y de variadísimas formas. Caritas dedicaba a sus programas asistenciales 9.644 millones de pesetas en 1990.

En cuanto a los centros asistenciales que son propiedad o están dirigidos por instituciones eclesiásticas, su evolución es un reflejo de los cambios sociales. En los últimos años han disminuido los centros hospitalarios (182 en el año 1990), los ambulatorios y dispensarios (197), las guarderías (500), quizá porque en estos sectores la oferta social es mayor que antes.

En cambio, han aumentado las casas para ancianos y minusválidos (989), los centros de educación especial (276) y otros centros sociales (409).

Se puede seguir considerando que en España existe una gran mayoría católica. En 1982 de los 37,7 millones de habitantes estaban bautizados el 95%. Proporción que se mantenía en los datos de 1990, con 39,6 millones de habitantes. En las últimas encuestas sobre pertenencia religiosa, el 92% se declaran católicos.

El mensaje del Papa en 1982En los discursos de Juan Pablo II en su viaje de 1982 se encontraban criterios sobre algunos temas fundamentales, que en buena parte siguen planteados.

Convivencia. Sé que os estáis esforzando por crear una convivencia civil en la libertad, participación y respeto de los derechos humanos. Dentro de la pluralidad de opciones legítimas, y del debido respeto entre ellas, que siente la sociedad española. Os deseo que se salvaguarde siempre la libertad solidaria y responsable, ese don precioso de la persona humana y fruto de su dignidad. Y que vuestro sistema de libertad se base en todo momento en la observancia de los valores morales de la misma persona.

Violencia. A quienes se dejan tentar por ideologías materialistas y de violencia, querría decirles con afecto y firmeza -y mi voz es la de quien ha sufrido personalmente la violencia- que reflexionen en su camino. Que no dejen instrumentalizar su eventual generosidad y altruismo. La violencia no es un medio de construcción. Ofende a Dios, a quien la sufre y a quien la practica. Una vez más repito que el cristianismo comprende y reconoce la noble y justa lucha por la justicia a todos los niveles, pero prohíbe buscar soluciones por caminos de odio y de muerte.

Enseñanza religiosa en la escuela. No puede dejar de tenerse en cuenta la transimisión del mensaje de salvación con la enseñanza religiosa en la escuela, privada y pública. Sobre todo en un país en el que la gran mayoría de los padres pide la enseñanza religiosa para sus hijos en el periodo escolar. Habrá de impartirse esta enseñanza con la debida discreción, con pleno respeto a la justa libertad de conciencia, pero respetando a la vez el derecho primordial de los padres, primeros responsables de la educación de sus hijos.

Fidelidad al Magisterio de la Iglesia. La Iglesia ha sido constituida por Cristo, y no podemos pretender hacerla según nuestros criterios personales. Tiene por voluntad de su Fundador una guía formada por el Sucesor de Pedro y de los Apóstoles; ello implica, por fidelidad a Cristo, fidelidad al Magisterio de la Iglesia. ¿Queréis un criterio seguro, concreto, sistemático que os guíe en el momento presente? Seguid la voz del Magisterio y sed fieles al concilio de nuestro tiempo: el Vaticano II. Sin reticencias, temores o resistencias, de una parte. Sin interpretaciones arbitrarias o confusiones de la enseñanza objetiva con las propias ideas, por otra.

Para cambiar la sociedad. Hay un espejismo al que se puede sucumbir: querer cambiar la sociedad cambiando sólo las estructuras externas o buscando únicamente la satisfacción de las necesidades materiales del hombre. Y, en cambio, hay que empezar por cambiarse a sí mismo; por renovarse moralmente; por transformarse desde dentro, imitando a Cristo; por destruir las raíces del egoísmo y del pecado que anidan en cada corazón. Personas transformadas colaboran eficazmente a transformar la sociedad.

Las relaciones de trabajo. Superar la antinatural e ilógica antinomia entre capital y trabajo -exasperada a menudo artificialmente por una lucha de clases programada-, es para una sociedad que quiere ser justa, una exigencia indispensable, fundada sobre la primacía del hombre sobre las cosas. Solamente el hombre -empresario u obrero- es sujeto del trabajo y es persona; el capital no es más que un conjunto de cosas. La empresa no es solamente un organismo, una estructura de producción, sino que debe transformarse en comunidad de vida (…). Las relaciones de trabajo son, ante todo, relaciones entre seres humanos y no pueden medirse con el único método de la eficacia.

Fe y actuación pública. No pueden los cristianos dejar a un lado su fe a la hora de colaborar en la construcción de la ciudad temporal. Han de hacer sentir su voz, coherente con los valores en los que creen y respetuosa con las convicciones ajenas. Basta pensar en la defensa y protección de la vida desde su concepción, en la estabilidad del matrimonio y de la familia, en la libertad de enseñanza y en el derecho a recibir instrucción religiosa en las escuelas, en la promoción de valores que moralizan la vida pública, en la implantación de la justicia en las relaciones laborales.

Respeto a la vida. Existe una relación inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de la vida, en virtud de la cual -como enseñó Pablo VI- «todo acto conyugal debe permanecer abierto a la transmisión de la vida» (Humanae vitae). Quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad. ¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente, o se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?

Libertad de enseñanza. En el ámbito de la educación, a la autoridad pública le competen derechos y deberes, en cuanto deben servir al bien común. Ella, sin embargo, no puede sustituir a los padres, ya que su cometido es ayudarles, para que puedan cumplir su deber-derecho de educar a los propios hijos de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. La autoridad pública tiene en este campo un papel subsidiario y no abdica sus derechos cuando se considera al servicio de los padres; al contrario, ésta es precisamente su grandeza: defender y promover el libre ejercicio de los derechos educativos.

A los jóvenes. Ni la droga, ni el alcohol, ni el sexo, ni un resignado pasivismo acrítico -eso que vosotros llamáis pasotismo- son una respuesta frente al mal. La respuesta vuestra ha de venir desde una postura sanamente crítica; desde la lucha contra una masificación en el pensar y en el vivir que a veces se os trata de imponer (…). Haced la experiencia de esta amistad con Jesús. Vividla en la oración con Él, en su doctrina, en la enseñanza de la Iglesia que os la propone.

Unidad en la Iglesia. Esta comunión no es mera coincidencia en hechos comprobables estadísticamente, sino que es ante todo unidad en Cristo y en su doctrina: en la fe y en la moral, en los sacramentos, en la obediencia a la jerarquía, en los medios comunes de santidad y en las grandes normas de disciplina. (…)

[Esa unidad profunda] os habrá de conducir a la obligada concordia en campos hoy más expuestos a la dispersión: en la predicación acerca de la moralidad familiar, en la necesaria observancia de las normas litúrgicas que regulan la celebración de la Misa, el culto eucarístico o la administración de los sacramentos. A este propósito quiero recordar la correcta aplicación de las normas referentes a las absoluciones colectivas, evitando abusos que puedan introducirse.

Juan Domínguez

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