¿Dónde están los «hooligans»?

publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

Ashiya. ¿Qué ha sido de los hooligans y gamberros europeos que iban a causar estragos durante el Campeonato Mundial de Fútbol? Durante meses los medios de comunicación japoneses saturaron al público con historias espeluznantes de lo que son capaces las hordas de hooligans cuando se calientan los ánimos. La policía japonesa envió grupos de agentes a diversos países de Europa para aprender sobre el terreno y buscar el asesoramiento de los expertos locales en estas lides. Se hicieron estudios minuciosos de cómo actuar en caso de alborotos producidos por hinchas rivales. Se recopilaron listas con cientos de nombres fichados por su actitud violenta. La policía enseñó a los comerciantes de las ciudades donde se celebrarían partidos vídeos de hooligans ingleses desmandados, arrasando todo lo que encontraban a su paso.

Las medidas de seguridad se intensificaron, hasta alcanzar proporciones raramente vistas en Japón. Durante el Mundial, la ciudad de Osaka desplegará cerca de 8.000 policías, aparte de cientos de voluntarios reclutados para controlar las cercanías del parque Nagai, donde se juegan varios partidos; y la ciudad ha contratado a varias empresas privadas de seguridad para vigilar las estaciones de trenes y del metro, que son muchas.

Según la Agencia Nacional de Policía, entre 3.400 y 7.700 agentes serán movilizados en los períodos punta en cada una de las 10 sedes del Mundial en Japón. «Esta es la mayor operación nunca emprendida en cuanto a envergadura y duración», dice un oficial de la división de seguridad de la Agencia. Y algo parecido ocurre en Corea del Sur. En Seúl, por ejemplo, el día de la inauguración del Mundial las medidas de seguridad alrededor del estadio fueron realmente impresionantes, con más de 4.000 agentes de seguridad y personal militar. Estaba prohibido sobrevolar el estadio y se instalaron misiles antiaéreos en las cercanías.

A medida que se iba acercando el 31 de mayo, la psicosis -sobre todo por parte de los agentes de seguridad y de los funcionarios públicos- fue en aumento y se llegó a producir una especie de mentalidad de asedio. Lo que llevó a hacer suponer que los aficionados extranjeros serían en primer lugar alborotadores y solo en segundo lugar huéspedes. Las ciudades querían estar preparadas para poder hacer frente a posibles desmanes. Simulacros «anti-hooligans» tenían lugar semanalmente en varios de los estadios donde se celebrarían los encuentros futbolísticos, y se invirtieron muchos millones de yenes en renovar y ampliar las celdas de la policía en preparación de arrestos en masa. En la prefectura de Osaka, por ejemplo, se dispuso utilizar una nueva prisión todavía sin estrenar con esa finalidad.

Gracias a Dios, la realidad está siendo muy distinta y, por lo general, los japoneses despliegan las esterillas de bienvenida a los aficionados extranjeros. «Es increíble -dice Paul Lawton, un hincha del equipo inglés-: la gente es tan amable y cordial que solo con estar aquí uno se siente mejor persona». Aunque unos pocos se han molestado al comprobar que en algunos bares no querían admitir a clientes extranjeros, la opinión general es que han encontrado un «Japón cortés, amable y simpático». Hay quienes piensan que la urbanidad de los japoneses ha sido el golpe de gracia que ha disuadido cualquier comportamiento agresivo.

En Sapporo, donde se celebró el partido Inglaterra-Argentina, los ciudadanos esperaban una verdadera batalla campal, habida cuenta de la rivalidad de los contrincantes. Pero la gran sorpresa fue que los «fanáticos»-tanto ingleses como argentinos-, llegaron y regresaron en masa, sin que la policía recibiera denuncia alguna de ni siquiera un rasguño.

La imagen artificialmente creada de los hinchas ingleses como armas de destrucción masiva quedó desmentida por completo. Razones: «Los japoneses han sido tan amables y corteses -explica un taxista londinense- que es impensable que pudiéramos causarles problemas después de lo que han hecho por nosotros. Este es el mejor Mundial en el que he estado desde México, en 1968. De hecho, en vez de ser tratados como hooligans, fuimos tratados como héroes. Al terminar el partido, los japoneses, puestos en pie, nos despidieron con un caluroso aplauso».

Hasta el momento la celebración del Mundial está siendo amablemente ruidosa. Los aficionados se lo pasan bien: cantan, bailan y beben cerveza, pero no se desmadran. En general, la gente (japoneses y extranjeros a una) aprecia la vigilancia de la policía para que no haya disturbios. Y se ven escenas inimaginables hace solo dos semanas: policías libres de servicio que aceptan una cerveza que les ofrece un grupo de hinchas extranjeros, para reponer un poco la fatiga de un día agotador.

Se puede afirmar que, por lo menos hasta ahora, este es el Mundial de la cordialidad. Y que el hincha quizás más revoltoso es la juventud japonesa que ha contraído el contagioso virus de la fiebre del Mundial, especialmente después de la victoria del equipo nacional, que -por primera vez en la historia- ha pasado a la segunda fase del torneo como primero de su grupo.

Antonio Mélich

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.