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Cursos gratuitos por Internet, amenaza de ruina

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Los cursos gratuitos online son la fiebre de estos tiempos en la enseñanza superior norteamericana. El fuerte impulso de algunas empresas y las mejores universidades está arrastrando a otras muchas, y las que aún no se han sumado empiezan a tener la sensación de que llegan tarde y pueden perder el tren imparable del mañana. En medio de esta efervescencia, un profesor del MIT ha querido bajar la calentura con un artículo que advierte de los peligros de enseñar gratis: puede llevar a la ruina, dice, a buena parte de las instituciones de educación superior.

El “aguafiestas” es Michael Cusumano, profesor en la Sloan School of Management, del MIT. Su artículo se ha publicado en Communications of the ACM (abril 2013), la revista de una asociación profesional del sector informático. Cusumano estudió el caso de las empresas surgidas en la burbuja tecnológica de finales de siglo, que se pinchó en parte por la extensión de productos y servicios gratuitos. Esto le lleva a temer que pase algo parecido en el ámbito universitario por culpa de los MOOC (massive open online courses), como se llama a los cursos por Internet abiertos al público.

El peligro de los cursos gratuitos es que acostumbren a la gente a no pagar, como ha sucedido en la prensa

Cusumano no niega el valor de estos cursos, pese a sus límites (la tasa de abandono es del 90%), para enseñar a millones de personas y en cuanto ejemplo de la misión de servicio a la sociedad que tienen las universidades. También cree que, al obligar a las universidades a contener sus costos, pueden frenar la inflación de las matrículas, que en Estados Unidos han subido deprisa en los últimos años, hasta crear un grave problema de endeudamiento de estudiantes y licenciados (ver Aceprensa, 18-12-2012). Las universidades que montan cursos gratuitos esperan también aumentar su prestigio, atraer a estudiantes y filántropos, ampliar su alcance.

Ahora bien, eso mismo pretendían las empresas tecnológicas y los periódicos que empezaron a regalar sus productos, y cuando vieron que los beneficios indirectos no cubrían los costes, se encontraron con que habían acostumbrado al público a no pagar, y era muy difícil dar marcha atrás. Por eso Cusumano recuerda cómo se produjo la expansión de la gratuidad y qué consecuencias tuvo.

Siempre paga alguien
En rigor, nada es gratis para el proveedor, sino que “los costes reales de lo gratuito son absorbidos por otras partes del mercado”. “En Internet aparecen productos y servicios gratuitos porque el coste marginal de reproducir y distribuir un bien digital es prácticamente cero”. Por ejemplo, para un periódico, llevar a millones de lectores las informaciones publicadas en la web supone un gasto adicional despreciable, cosa que no ocurre con los ejemplares impresos.

Sin embargo, para suministrar bienes digitales hay que incurrir en gastos de investigación y desarrollo, equipos, control de calidad, gestión… Para sobrevivir regalando hace falta tener un modelo de negocio y una economía de escala que permitan aprovechar los “mercados multilaterales”, en los que una parte de la actividad subvenciona a otra.

Por ejemplo, Microsoft regala su navegador Internet Explorer porque lo incluye en Windows, que vende con gran éxito. Adobe da gratis su Adobe Reader, mientras vende programas de edición para crear documentos que se podrán leer con aquel. Google dona muchos productos y servicios: Gmail, Android, Chrome, Google Maps…; sus ganancias vienen de la publicidad dirigida a los usuarios de esos regalos.

Aunque sean gratis, los cursos por Internet no tienen coste cero: podrán sufragarlos las universidades ricas, pero otras no podrán competir

No todas las empresas, ni siquiera la mayoría, pueden alcanzar el volumen suficiente para financiar con publicidad productos o servicios gratuitos, o para sostenerlos con otros que den beneficios. De las compañías tecnológicas que existían en Estados Unidos en 1998, dos tercios habían desaparecido ocho años después. Una de las causas de tantos cierres fue la extensión de la gratuidad.

Si Wikipedia se quedara sola
El resultado es que se redujo la variedad de la oferta. Y eso es lo que Cusumano advierte también en el sector editorial, especialmente en la prensa. Fue un error de mucho periódicos, dice, dar libre acceso a sus versiones en Internet. Devaluaron sus propias ediciones impresas, haciéndolas prescindibles, y la publicidad en la web no les ha dado ingresos bastantes. El hábito de no pagar ha provocado el cierre de publicaciones y ha arrastrado a muchos lectores a medios de comunicación no profesionales, que no pueden tener la misma calidad.

También se pregunta Cusumano, a propósito de otro tipo de producto: “¿El mundo será mejor si cierran la mayoría de las editoras de enciclopedias y la mayoría del público solo usa Wikipedia?” La cuestión es pertinente, porque este caso se parece más al de los cursos universitarios gratuitos. Wikipedia se basa en el principio de que mediante el trabajo voluntario se pone en juego a una cantidad de personas que no se podría movilizar de otro modo, y que en conjunto aportan un inmenso caudal de conocimientos. Pero, como señala Cusumano, se ha comprobado que el uso de Wikipedia aumenta, mientras baja el número de colaboradores y contribuciones (cfr. Aceprensa, 29-06-2010).

Pues bien, los cursos gratuitos usan en parte este modelo de voluntariado. Un ejemplo muy reciente, que no cita Cusumano, es el de un curso sobre los antiguos héroes griegos que un profesor ha impartido en Harvard durante más de treinta años (cfr. The New York Times, 26-03-2013). La modalidad gratuita por Internet acaba de comenzar, y se han inscrito unos 27.000 estudiantes. La universidad ha pedido a antiguos alumnos que siguieron ese curso en las aulas que se presenten voluntarios para resolver dudas y moderar los debates, pues es imposible que los diez profesores que dirigen el curso –sin ser retribuidos por ello– puedan comunicarse con todos los participantes. Y la experiencia de los cursos masivos a distancia es que las discusiones entre los alumnos descarrilan si nadie las encauza.

Caveamus igitur
Así pues, los cursos gratuitos encierran peligros para el sistema universitario, concluye Cusumano. Si se extienden, pueden poner muy bajo el umbral del precio aceptable por el público: muchos no estarán dispuestos a pagar más que la tasa para someterse a examen si quieren convalidarlos (ver Aceprensa, 8-02-2013), o se conformarán con los que se dan de balde.

Pero, aunque los cursos masivos sean gratis, no son de coste cero: al final, alguien tiene que sufragarlos. Podrán hacerlo las universidades más ricas, pero otras no podrán hacer frente a la competencia. Caerán primero las que tienen fin de lucro, cosa que Cusumano no lamentaría mucho. Y luego quedarán amenazadas las instituciones modestas, tan numerosas en Estados Unidos, que dan diplomaturas o licenciaturas a gran número de personas. Finalmente, podrían tambalearse las universidades públicas de segunda o tercera categoría, que también cumplen una función social importante.

Cusumano no afirma que esos riesgos vayan necesariamente a realizarse. Pero a la vista de lo que ha ocurrido en otros sectores, no se debe descartar esa posibilidad. Y “es difícil creer que la sociedad saldría ganando si solo quedaran unas pocas universidades megarricas”. Por eso invita a las universidades más grandes a ser cautas y moderar su entusiasmo por los MOOC, no sea que la gratuidad acabe minando la base económica de las instituciones más modestas… o de ellas mismas. El actual fervor, advierte, es como abrir la caja de Pandora, sin saber qué va a resultar.

En todo caso, añade el escéptico profesor, hay una duda más: “Si la enseñanza online realmente es un sustituto deseable de las clases y la interacción cara a cara en el aula”. Él parece no creerlo.

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