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Cultura religiosa para entender el arte

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Dominique Ponnau, director de la Escuela del Louvre, explica en una entrevista en La Croix (15-IV-96) que el conjunto de la cultura occidental es incomprensible sin un mínimo de conocimientos del cristianismo, que la escuela actual no asegura.

– ¿Una cierta deficiencia cultural nos impide hoy acceder plenamente a nuestro patrimonio cultural?

– La herencia cristiana no se circunscribe a los límites de la fe; es el conjunto de nuestra cultura occidental la que, durante siglos, ha estado muy impregnada del cristianismo. Lo importante es seguir percibiendo la dimensión religiosa del patrimonio que testimonia hoy nuestra cultura. Tomemos el ejemplo de Notre-Dame de París: la mayoría de la gente sabe todavía que es una iglesia, una obra maestra de la arquitectura. Independientemente de las convicciones de unos y de otros, es impensable que el significado estético e histórico del edificio se separe de su significado religioso y de la multitud de aspectos simbólicos que están ahí presentes. Ahora bien, el sentido de las formas -la manera en que las iglesias han sido concebidas técnicamente, la razón que preside su orientación geográfica…- sólo se percibe si se conoce el simbolismo cristiano, lo que pasa en una catedral.

Tomemos igualmente la pintura: no toda la pintura occidental está basada en la religión, pero sí una gran parte. (…) Si se consideran los cuadros de carácter muy explícitamente religioso, a través de ellos se puede trazar una historia de las formas, pero se mutila totalmente el sentido. Para los artistas, las formas son inseparables del sentido que llevan en sí. Hablan mucho más cuando se percibe la enseñanza que hay detrás. (…)

En lo que respecta a la música, es también evidente. La música occidental viene del canto de la sinagoga, de donde nació el canto gregoriano. Bach respira el cristianismo, se inspira en él sin cesar. Si se escucha a Bach fuera de las referencias cristianas, se puede comprender la belleza, por supuesto, pero no habrá más que una aprehensión estética de las cosas, e incluso empobrecida, porque el cuidado puesto por Bach para entrar con mucha profundidad en el misterio del sentido, para que haya una correspondencia tan íntima como sea posible entre la música -la forma- y el contenido -el sentido- es extremadamente fuerte. Y esto es aplicable a las tres cuartas partes del patrimonio musical occidental. (…)

– Mientras que la historia de las religiones va a ser reintroducida en los programas escolares, muchos temen que se ponga en peligro la laicidad.

– Sin duda, no se va a pedir a la enseñanza pública que sea confesional. Es verdad que es difícil para el Estado enseñar esta dimensión religiosa respetando la exigencia de la laicidad. De hecho, en la transmisión temo tanto la catequesis subrepticia como un distanciamiento demasiado grande. El deber de objetividad no ha de suprimir lo que llamaría la «simpatía» con la obra, que es vital en el marco de una transmisión. (…)

En mi opinión, hay una vía posible en materias como la poesía, el arte, en las que el pensamiento no se da más que a través de las formas, y en las que es más fácil entrar en el campo de los símbolos sin traicionar ni herir a nadie.

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