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Cuba: Delito de… periodismo

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El periodismo cubano ya no es lo que era –lo que era, digamos, apenas una década atrás–, y no porque su principal diario, Granma, haya flexibilizado un poco los moldes ideológicos que le impone ser el órgano oficial del único partido oficial en la Isla, el comunista, sino porque el monopolio que exhibía el Estado en cuestiones de información ya no es tal.

La actualidad informativa cubana tiene ya otros que la cuenten, otros que huyen de titulares altisonantes del tipo El pueblo: protagonista de las victorias de la Revolución cubana, o directamente bostezables como Preparativos en Santiago de Cuba para XI Comprobación Nacional al Control Interno. Y no son, pese a lo que algunos quieren hacer ver, “voceros de la contrarrevolución interna” ni “mercenarios al servicio del Imperio”.

Los medios alternativos han sido blanco de críticas desde los medios bajo control estatal

Son jóvenes periodistas, muchos de ellos egresados de las facultades de Comunicación Social, que no están afiliados a la prensa oficial –aunque la mayoría ha pasado alguna temporada en ella–, sino a medios digitales alternativos. Pertenecen a una generación de reporteros que no han puesto jamás un dedo en una Olivetti y que, familiarizados desde sus inicios con las nuevas tecnologías, han sabido sacar provecho a la aún limitada oferta de Internet –una hora de conexión wifi cuesta casi dos euros– para hacer un periodismo diferente, con la oreja más pegada a la calle y sin esperar que el Departamento Ideológico del Comité Central del PCC dé el visto bueno a sus artículos “conflictivos” antes de verlos publicados.

Además de este grupo, hay otros periodistas que aún trabajan en diarios o sitios de noticias de matriz estatal y que simultanean su labor con una discreta colaboración con medios extranjeros, como vía para ganarse la vida. El salario mensual de un reportero no va mucho más allá de los 500 pesos (20 euros), por lo que la posibilidad de escribir para aquellos a razón de 15 o 30 euros por artículo es una oferta nada despreciable. Aunque siempre, claro, evitando rozar con el pétalo de una margarita el funcionamiento del sistema político local.

Todos, sin embargo, despiertan los recelos de La Habana.

Ni opositores ni oficialistas: periodistas

Decirse “periodista independiente” en Cuba es complicado. Según la visión oficial, los “independientes” han tenido desde siempre una línea de conexión con la embajada de EE.UU. y con los intentos de Washington –adversario ideológico al fin y al cabo– de cambiar el sistema político-económico en la Isla.

Como norma, estos freelancers no son profesionales en el sentido académico del término: son opositores que han asumido ese rol y que hacen llegar sus informes a medios vinculados al gobierno de EE.UU., como Martinoticias, de la Voice of America, lo cual es una de las razones por las que La Habana les niega cualquier carácter de “independientes”. Además, al no haber recibido una formación en regla, no pocas veces su labor presenta carencias de forma o de contenido –el trabajo de la filóloga opositora Yoani Sánchez en su diario 14ymedio es una notable excepción–. Dicho déficit es el que no tienen los jóvenes periodistas egresados de la Universidad y bien entrenados en temas de redacción, géneros, búsqueda de fuentes, etc.

El gobierno cubano está tardando en percatarse de que ya le es imposible controlar el flujo de información

Para ciertas instancias, sin embargo, todos van a parar al mismo saco. El gobierno cubano está tardando en percatarse de que ya le es imposible controlar el flujo de información, y a lo que atina es a intentar pararles los pies tanto a los declaradamente opositores como a los otros mencionados: a los chicos que no son voceros de la disidencia ni del oficialismo, y que únicamente desean hacer lo que han aprendido y ser remunerados decentemente por eso. Son los que trabajan en medios alternativos como El Toque, El Estornudo, Periodismo de Barrio, Cachivache Media, etc., quienes al salirse del esquema “buenos vs. malos”, “revolucionarios vs. contrarrevolucionarios”, han descolocado a las autoridades.

De igual modo, La Habana quiere poner freno a los que aún trabajan en medios oficiales y colaboran aséptica y discretamente con medios extranjeros acreditados. Típico caso, el sitio OnCuba, una plataforma creada en EE.UU. y hoy presente en la Isla; tan presente que ha entrevistado en más de una ocasión a la hija del presidente Raúl Castro y sirve de soporte publicitario a varias empresas estatales cubanas. A pesar del aparente “buen rollo” con este medio, los periodistas de los diarios y agencias oficiales han sido “instados” a dejar de publicar ahí.

“Entérate: estás ilegal”

Para muestra de la escasa simpatía que generan en las altas instancias los periodistas de medios alternativos, dos “botones”; dos incidentes acontecidos a principios de octubre, cuando el huracán Matthew se ensañó con Haití y con las localidades más orientales de Cuba, en la provincia de Guantánamo. La prensa oficial y los corresponsales extranjeros marcharon hacia allá para cubrir las incidencias del fenómeno y el modo en que se gestionaban la evacuación y la ayuda en las zonas afectadas. Los otros, los independientes, no lo tuvieron tan fácil. Ha sido un “octubre oscuro”, nos sintetiza Yoe Suárez, un joven colaborador de El Toque.

Tras el huracán, un colega suyo de El Estornudo, Maikel González Vivero, que había ido a reportar desde la ciudad de Baracoa, pasó cuatro días en una comisaría local. Al salir en libertad el día 9 narró sus vivencias y publicó la conversación que pudo grabar en los primeros momentos de su “retención”. “Estás haciendo una labor para la que no estás autorizado: periodismo independiente”, le dice un primer oficial. El tono es correcto en todo momento, pero el diálogo deja ver las carencias de la institucionalidad para lidiar con un fenómeno que no es, en puridad, ilegal: no hay en Cuba una ley de medios de comunicación que regule qué se puede hacer y qué no. Otro policía es, en cambio, más categórico: “Estás ilegal. No tienes ningún documento que te acredite. Es una violación. Un delito”. El cargo que le han formulado va en esa línea: “Actividad económica ilícita”.

El salario mensual de un periodista oficial no va mucho más allá de los 500 pesos (20 euros), por lo que la posibilidad de colaborar con medios alternativos es una oferta nada despreciable

Además de Maikel, otros que viajaron a Baracoa y a poblados más o menos cercanos fueron ocho jóvenes de Periodismo de Barrio. Mediante el crowdfunding habían reunido el dinero para trasladarse, efectuar su labor y llevar algo de asistencia a los afectados. Todos fueron detenidos el día 11 y, tras una exhaustiva pesquisa –con especial interés en sus fuentes de financiación–, liberados al día siguiente. Sin cargos. Una periodista de un semanario local se erigió en entusiasta portavoz del enfado oficial y lanzó acusaciones falsas contra el grupo. Un subdirector de Granma también le dedicó a PdB un puñado de descalificaciones.

No es extraño que en los medios impresos cubanos aparezcan artículos críticos sobre un hecho que no es de dominio público, al haber sido tratado mayormente en la web o en las redes sociales. “Se critica la prensa independiente en un espacio en el que esta no tiene siquiera capacidad de respuesta, y la gente ‘de a pie’ no está ni medianamente al tanto de estas discusiones –nos dice Jorge Carrasco, de El Estornudo–. Se sueltan textos así en Granma, que mi madre los lee y no sabe de qué se trata, pues el pueblo no tiene estos referentes”.

Visible o no para las mayorías, la respuesta de PdB, condensada en el titular de un editorial sobre los hechos, ha sido bastante serena e ilustrativa: ¿Quiénes tienen derecho a contar un país? Todos sus ciudadanos. Y es justamente en esto en lo que La Habana tiene que cambiar el chip: debe enterarse de una vez de que los jóvenes periodistas no-oficiales no son necesariamente “agentes de desestabilización”, y de que hay cubanos que pasan del permanente estado de confrontación ideológica y que únicamente quieren desarrollar su trabajo en paz, sin etiquetas. También los periodistas.

Qué dice la Constitución de la República de Cuba

Según el artículo 53 de la Constitución cubana, de 1976, los ciudadanos tienen libertad de palabra y prensa “conforme a los fines de la sociedad socialista”, una acotación que no deja lugar a dudas acerca de cuáles son los límites, pero que es algo nebulosa en cuanto a cómo establecer que alguien los ha franqueado.

Asimismo, el artículo subraya que las condiciones materiales para el ejercicio de dicha libertad “están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad”. Los nuevos medios digitales alternativos, cuya dependencia de inmuebles y suministros es bastante menor, han superado esa concepción tan estrecha.

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