Cuando la laicidad esquiva la religión

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En Francia, donde el principio de laicidad prohíbe enseñar religión a los alumnos de 6 a 13 años en las escuelas públicas, algunos especialistas han advertido la ignorancia religiosa del alumnado. Proponen que se expliquen las diversas religiones, al hilo de la historia y la filosofía, y siempre al margen de fines catequéticos. Para abordar este asunto, Le Monde de l’Éducation (julio-agosto 1995) entrevistó a Danièle Hervieu-Léger, directora de estudios del Centro de Estudios Interdisciplinares de Hechos Religiosos, en el Consejo Nacional de Investigación Científica.

La profesora Hervieu-Léger aduce dos motivos para que la escuela pública aborde la enseñanza de las religiones. «En primer lugar, porque los alumnos, en su gran mayoría, ignoran las cosas más elementales en materia de religión. Especialmente en lo que concierne a su propio sistema de valores religiosos». Es cierto que están más en contacto con otras religiones de lo que era corriente hace dos o tres generaciones, «pero carecen de un hilo conductor que permita establecer una relación entre todas sus informaciones».

Para llevar a cabo esta profundización, algunos piensan que se requiere un profesorado especializado y una asignatura específica. Otros, como la citada investigadora, opinan que «en los programas actuales, particularmente en los de filosofía e histo-ria, hay todo lo que hace falta para introducir esta presentación de las religiones. Incluso concierne a los profesores de literatura, en concreto cuando explican el siglo XVIII y todo lo que se refiere a la Ilustración».

¿Y no se suscitarían tensiones entre los diferentes grupos religiosos? «En absoluto. Las tensiones nacen más de la ignorancia que del conocimiento. A este respecto confío en que el profesorado sepa poner entre paréntesis su subjetividad. En lo que concierne al islam, por ejemplo, si se llegase a valorar mejor la aportación de la cultura árabe a la nuestra, quizá habría menos tensiones. (…) Me parece mucho menos arriesgado para la fe de un niño católico o protestante que conozca un día la fe de un niño judío o musulmán que estar expuesto diariamente al lenguaje habitual de los medios de comunicación».

Ante la objeción de que entonces la enseñanza pública dejaría de ser laica dice: «Continuamente se está hablando de fe a los alumnos. Se les educa en la convicción republicana, en la convicción humanista, que también son creencias. Se puede hablar también de la religión como una tradición, como una tradición creyente. Hay que explicar lo que es una actitud de fe y el respeto debido a toda actitud de fe. Algunos padres se quejarán de que se separa la cultura religiosa de la iniciación a una experiencia religiosa. Pero el problema es suyo, pues corresponde precisamente a los padres velar por la fe de sus hijos».

Además, «¿de qué sirve una laicidad que se dedica a esquivar el problema de las religiones, cuando ha llegado a ser una cuestión política y social importante? Esta estrategia abstencionista no cesa de debilitarla. Más aún, el sistema de valores de la laicidad comparte suficientes aspectos con los sistemas de valores de muchas religiones como para que puedan discutirse juntos. Y si en algo puede ser superior la laicidad es por la proposición de este debate, no por la afirmación de un cuerpo de valores opuesto a los valores de los otros».

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