Conseguir dinero en cualquier trabajo para el fin de semana

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Fernando Conde dirigió la investigación «Inestabilidad laboral, ocio y consumo de drogas», base del artículo que junto con José A. Gómez Yáñez publica en El País (Madrid, 22 enero 2001). El estudio trata de explicar por qué tantos jóvenes pasan la veintena en trabajos inestables que no les dan lo suficiente para emanciparse pero les permiten un fuerte tren de gasto en ocio y consumo.

Según los autores, «se ha producido una bifurcación en las expectativas sociales». Los jóvenes de clases altas y parte de las medias siguen confiando en los estudios superiores como vía de ascenso social o de mantenimiento del status heredado. En cambio, «para amplios segmentos de las nuevas generaciones de clases medias y bajas, el proyecto meritocrático ha perdido sentido y credibilidad». Más aún, «estos sectores están perdiendo la capacidad para generar proyectos colectivos o personales de inserción en la vida adulta y se van desentendiendo del devenir de la sociedad y de su propio futuro».

Un síntoma de la situación de estos jóvenes es que «sus currículos son una lista de empleos cortos, inestables y sin hilván que revele una acumulación de saber profesional». La desregulación del mercado laboral ha hecho que se ofrezcan a los jóvenes «empleos en los que se produce el hecho paradójico de que los que menos formación aportan estén mejor pagados que los que tienen más proyección de futuro. El crecimiento económico de los últimos años ha producido abundancia de estas ocupaciones que proporcionan ingresos sustanciales pero sin regularidad ni cuantía suficientes para permitir la emancipación, por lo que estos jóvenes tienen una considerable capacidad de gasto que se vuelca hacia el consumo ocioso y ostentoso. Es un proceso que se alimenta en espiral: al disponer muchos de ellos de bastante dinero para gastar, se genera una presión por emulación hacia el mantenimiento de una forma de vida muy centrada en el consumo, que exige sustanciales cantidades de dinero».

En consecuencia, «el horizonte de emancipación se ha retrasado hasta el límite simbólico de los 30 años, lo que ha producido una especie de congelación de la juventud o, mejor, de la adolescencia». Al desaparecer la emancipación de la perspectiva próxima, se genera desinterés por el estudio: «Se está produciendo un descenso del porcentaje de jóvenes de clase media y baja que siguen estudiando y un fuerte incremento del fracaso escolar». A la vez, «disponer de dinero para sus gastos y en ocasiones ayudar en casa, modifica su relación con la familia, libera de cualquier sombra de deuda o culpa».

Así, las aspiraciones tienden a limitarse a lo inmediato y centrarse en el consumo y la diversión. «Los jóvenes se han convertido en uno de los principales mercados de nuestro tiempo, y el consumo en el principal elemento de identidad personal, de significación de las acciones y de las formas de vida de estos jóvenes». Esto se da, sobre todo, «en los fines de semana y la noche, convertidos en espacios de identificación de grupo y generación, en tiempos que hay que exprimir al máximo». «El mismo consumo de droga -pastillas, hachís y coca, pero no heroína- acaba considerándose como un consumo más, equiparable a la bebida o la ropa, y se inscribe en este marco de vivir a tope el presente».

Para que esos jóvenes se integren en el curso normal de la sociedad, es preciso «encontrar nuevas formas de configuración de las trayectorias laborales, asumiendo que el trabajo se ha convertido para muchas personas en un bien inestable». Una posible solución es «redefinir las trayectorias profesionales» de forma que incluyan fases de formación y empleo, «pero construyendo currículos que proporcionen una acumulación de saber profesional coherente». A la vez, habría que idear nuevas formas de cotización a la Seguridad Social para esas situaciones, como se ha hecho en Francia con los cheques de empleo y los acuerdos empleo-formación.

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