Concepción Naval: «La educación cívica sin un marco de educación moral puede desembocar en manipulación»

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La introducción de la Educación para la Ciudadanía como asignatura específica y obligatoria ha sido una de las cuestiones polémicas de la LOE. A su favor, se dice que, ante la falta de cultura cívica de los jóvenes, es necesario que la escuela eduque a los alumnos para ser buenos ciudadanos. En contra, se subraya el riesgo de utilizar esta asignatura como medio de adoctrinamiento político o de adaptación a lo políticamente correcto.
Preguntamos sobre estas cuestiones a Concepción Naval, miembro fundador de la red internacional «Polietia» (red europea con base en Holanda para la promoción de la educación cívica y la participación social), autora de libros sobre este tema como «Educar ciudadanos» y «La Educación cívica hoy». Concepción Naval es profesora agregada de Teoría de la Educación y Vicerrectora de la Universidad de Navarra.

— ¿Qué se entiende hoy por educación para la ciudadanía?

— La educación para la ciudadanía (EC), tal como hoy se presenta en las democracias occidentales, se entiende como la preparación de las jóvenes generaciones para llegar a ser ciudadanos informados, activos y comprometidos con sus democracias.

El interés en la EC que se ha despertado se debe a tres necesidades: mantener la estabilidad de las democracias; hacer frente a los problemas derivados de interculturalidad y la globalización; y, en el caso de Europa, crear una identidad de ciudadanía europea.

— ¿Qué origen tiene el interés actual por la educación para la ciudadanía?

— Para entender el origen de esta preocupación hay dos acontecimientos que me parecen especialmente relevantes. Uno, la caída del Muro de Berlín en 1989 y el establecimiento de regímenes democráticos en los países antes comunistas. Otro, más centrado en los Estados Unidos, la reacción o crítica comunitarista al liberalismo extremo.

Tras la caída de los regímenes comunistas en Europa, estos pueblos necesitan «aprender la democracia» como forma de vida, no como mero «status» legal, y es claro el papel decisivo que desempeña la educación para conseguirlo. Son muchas las iniciativas que se ponen en marcha en esos años posteriores a 1989, tanto desde los Estados Unidos como desde Europa, en forma de proyectos de colaboración para ayudar a desarrollar programas de educación cívica.

La crítica comunitarista al liberalismo -también denominada comunitarismo- es una corriente de pensamiento surgida en los Estados Unidos y Canadá a finales de los años 80 del pasado siglo en el sector de las ciencias humanas y sociales, del pensamiento filosófico, moral y político, y que se extendió también a Europa y al mundo occidental en general en los años siguientes

El comunitarismo denuncia el proyecto liberal de un «yo» que trata de definirse y perfeccionarse de espaldas a su contexto socio-cultural o histórico. Resalta esta corriente la importancia de «lo social» frente a la utopía de un sujeto autónomo liberal extremo que no depende idealmente de nada ni de nadie.

Según este enfoque, las instituciones sociales, las comunidades lingüísticas y morales, conforman nuestra identidad y lo que nuestros intereses son o deben ser.

— En España, ¿cuándo aparece la EC en las leyes educativas recientes?

— En el caso español, el antecedente de la educación para la ciudadanía es una referencia que se hace en la LOGSE (1990). En esta ley, la educación para la ciudadanía se considera como una materia transversal integrada en otras áreas. Sin embargo, tras los años de vigencia de esta ley se ha comprobado que este objetivo no se ha alcanzado.

De ahí que la LOE (2006) dé un paso más: la EC se presenta como una materia obligatoria, y con sustantividad en el «curriculum». Aparece mencionada explícitamente en el texto en nueve ocasiones: en el preámbulo y en los capítulos donde se habla de educación primaria, educación secundaria obligatoria; bachillerato, formación profesional, educación de personas adultas, funciones del profesorado, y formación permanente del profesorado.

— ¿Qué aspectos son los más destacables de la EC en la LOE?

— Apostar por la educación cívica parece en principio un acierto, dada la falta de compromiso cívico que se percibe y la pérdida del sentido de sociabilidad humana. Sin embargo, la actual propuesta adolece -en mi opinión- de una imprecisión con respecto al marco teórico en el que se sitúa la nueva área de conocimiento, y convendría optar por situar la formación ciudadana en un marco de educación moral más comprensivo. La educación cívica sin un marco adecuado de educación moral puede desembocar en manipulación. Así se explica la polémica surgida por el miedo que ha despertado en un gran sector de la población española que la EC se utilice como instrumento de adoctrinamiento al servicio del partido en el poder.

Da la impresión de que el enfoque que se está adoptando a la hora de concretar esta materia, sus contenidos y enfoque es más ideológico que educativo. Pienso que es necesario desideologizar esta propuesta si queremos dar con la propuesta educativa adecuada.

— ¿Existe el peligro del «adoctrinamiento»?

— Sí, así es. Toda educación cívica, como toda educación en general, encierra en su seno un concepto de hombre y mujer, una antropología, que se refiere a un ser que vive enraizado en una realidad histórica y socio-cultural concreta. Pero reducirle sólo a su dimensión social, sería dejarle malparado, con escasas defensa para sobrevivir moralmente; sin referentes más allá de las tradiciones en las que nace o crece.

En último término, todas las concepciones de la ciudadanía se apoyan sobre un sistema de educación moral. De hecho, marginar la educación moral, sustituyéndola por una instrucción cívica, supondría un peligro para la vida política.

Ortega y Gasset ya se lamentó en su día de la pretensión de reducir la enseñanza de la ética a una educación para la convivencia, o dicho de otro modo, de la ceguera que supone pensar la tarea educativa de humanizar al hombre reducida a su mera socialización. Nadie duda de la necesidad de una formación de ciudadanos, pero ésta no es suficiente, hace falta una formación de personas. Y es un elemento esencial en ese sentido adquirir criterios éticos, y junto a la educación del juicio moral, la del carácter moral.

De este modo, si se marginan los criterios éticos de la educación, se corre el riesgo de introducir la educación cívica en el discurso de la mera adaptación. Así se convierte incluso la vida social en meros protocolos, puras normas de procedimiento. Si proscribimos la educación moral del discurso de la socialización política, nos vemos abocados a pensar la integración social como adaptación a las tendencias dominantes.

Así no sorprenderá a nadie la necesidad de abordar de modo coordinado -es la propuesta que sugeriría para seguir trabajando-: la educación moral y los derechos humanos; la educación cívica y la urbanidad, junto a las demás virtudes sociales; y la educación intercultural.

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