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Con el mismo espíritu del fundador, tratará de llevar el mensaje cristiano a todos los ambientes

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Mons. Javier Echevarría, nuevo Prelado del Opus Dei
Con el mismo espíritu del fundador, tratará de llevar el mensaje cristiano a todos los ambientes Roma.- En sus primeras declaraciones tras ser nombrado por Juan Pablo II Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría ha confirmado que su tarea de gobierno seguirá el camino marcado por el fundador «sin necesidad de inventar nada», centrará sus prioridades apostólicas en la familia, la juventud y la cultura, y tratará de empezar la labor en once nuevos países antes de fin de siglo.

En su primer encuentro con los periodistas, horas después de que Juan Pablo II confirmara la elección del Congreso general de la Obra, Mons. Echevarría, que utilizaba ya la cruz pectoral de Prelado, respondió a preguntas personales y a otras sobre el futuro de la Obra. Sus primeras palabras expresaron la responsabilidad que sentía al tener que suceder a dos sacerdotes de la categoría del Beato Josemaría Escrivá y Mons. Álvaro del Portillo, con quienes convivió y trabajó desde principios de los años cincuenta, y a quienes describió como «dos gigantes en este milenio de la Iglesia». «Tenían grandes cualidades humanas y espirituales, pero siempre trataron de que brillara la luz de Dios, mientras que ellos pasaron su vida dándose a los demás».

Nada que inventar

«Ambos sabían querer a todo el mundo», explicó. «De ahí que la devoción al Beato Escrivá esté hoy tan extendida. Con Mons. Álvaro del Portillo estamos experimentando algo similar: en los pocos días que han transcurrido desde su fallecimiento, hemos recibido una lluvia de cartas de personalidades civiles y eclesiásticas que le tenían gran afecto. Y también, y no exagero, miles de cartas que manifiestan un sincero agradecimiento hacia D. Álvaro y el convencimiento de que sigue ayudándoles desde el cielo».

En cuanto a su nueva tarea como Prelado, manifestó que «desde el momento en que se me ha confiado esta carga, porque Dios ha querido, acepto su voluntad con alegría, con tranquilidad y con sencillez, pensando que si el Señor me la ha puesto encima, me dará su gracia para llevarla a cabo».

«Sobre las perspectivas que se abren para la Obra, pienso que no hay nada que inventar. Hemos vivido la etapa fundacional, que acabó en 1975, y que tuvo una continuación con el colaborador más estrecho del fundador, Mons. Álvaro del Portillo. Acabada esta época fundacional, hemos entrado en una época de continuidad».

Recordó que «en el pensamiento del fundador, con su visión universal, estaba ya la posibilidad de llegar cristianamente a todos los ambientes de la sociedad. Cuando se hablaba con él, no se tenía la impresión de tratar de proyectos futuros, sino de realidades que se podían tocar con las manos».

Empezar en nuevos países

Entre los proyectos que el anterior Prelado no pudo llevar a cabo, figura la expansión a nuevos países, prevista en el último Congreso general de la Obra: Corea, Indonesia, Panamá, Cuba, Angola, Uganda, Togo, Lituania, Eslovenia, Croacia y Ucrania. «En cuanto haya posibilidad, iremos a esos lugares para prestar nuestros servicios. A los miembros del Opus Dei nos interesa tratar a todos amistosamente para aprender de sus cualidades y darles la ‘buena mercancía’ del Evangelio».

La libertad de que gozan los miembros del Opus Dei en materias temporales fue otro de los temas que subrayó con decisión. «El Opus Dei no actúa», respondió a quien le preguntaba sobre iniciativas concretas de la Prelatura en el campo político, económico o social. «Cada miembro actúa libremente y es personalmente responsable de todo lo que hace. La Obra da una formación espiritual a cada uno de sus fieles. Cada cual sigue libremente su vocación profesional, porque quiere, porque sabe que ahí está llamado por el Señor para trabajar, para dar testimonio cristiano. Los que quieren trabajar en ambiente público, político, etc, lo hacen porque lo desean, a título personal, no porque se lo digan en el Opus Dei».

«Vivimos un amplio pluralismo, dentro de los límites de la moral y de la fe católica». Además, «todos los católicos debemos de tener los brazos abiertos hacia todos, y por tanto, los miembros del Opus Dei no hacen discriminaciones de ningún tipo: están siempre dispuestos a servir a todos, y tratan de hacer un trabajo más humano, sabiendo que todos pueden dar soluciones útiles a la sociedad».

Tres campos prioritarios

En unas declaraciones escritas había señalado que la familia, la juventud y la evangelización del mundo de la cultura seguían siendo primordiales en la acción apostólica de la Prelatura. «La evangelización del mundo de la cultura, explicó, significa que se exige a cada uno de los miembros de la Prelatura que en el lugar donde se muevan influyan cristianamente, pues tenemos este deber, esta obligación. No es algo que nos hayamos inventado nosotros, y que nos propongamos como objetivo propio del Opus Dei: lo ha dicho Cristo a todos los que son sus discípulos».

Por lo que se refiere a la familia, había dicho que «los miembros del Opus Dei pondrán el máximo esfuerzo por secundar y llevar a la práctica las enseñanzas del Papa, particularmente explícitas en este Año Internacional de la familia, que está conociendo tantas iniciativas positivas, pero por desgracia tantas otras también que parecen diseñadas para destruir a las familias, sobre todo las más desamparadas».

Otro cometido, «tan atractivo como prometedor», es la evangelización de la juventud, campo en el que «son especialmente los jóvenes del Opus Dei quienes han de dar más de sí, con su apostolado personal en las universidades, en las fábricas, en su propia familia. Tengo el convencimiento de que los jóvenes, tal vez porque les aguarda más vida por delante, son los que buscan con más ahínco esos motivos de esperanza que sólo la fe puede dar».

Algunos puntos concretos son el continuar «promoviendo entre los jóvenes acciones de solidaridad, fomentando una sensibilidad que les encienda la ilusión de colaborar en la solución cristiana de las injusticias y de construir entre todos un mundo más limpio, más humano». Un compromiso semejante «al horizonte pastoral» que presenta el mundo de la cultura, donde «el espíritu del Opus Dei, que en palabras de Monseñor Escrivá tiene como quicio la santificación del trabajo, puede y debe decir mucho».

Mons. Echevarría concluyó señalando que «el Opus Dei es una institución joven, es mucho más lo que tenemos por delante y mucho lo que queremos aprender, en el vivero de la Iglesia. Miramos al futuro confiando, sobre todo, en la gracia de Dios y en la oración y el cariño que tantas personas nos han manifestado, especialmente estos días».

Ecos de la elecciónLa elección de Mons. Javier Echevarría como nuevo Prelado del Opus Dei ha suscitado diversos comentarios, de los que recogemos algunos.

En una entrevista publicada en ABC (Madrid, 21-IV-94), preguntan a Mons. Tomás Gutiérrez, Vicario del Opus Dei para España, qué nivel de asentimiento tendrá el nuevo Prelado en la Obra.

El mismo, o aún más, que tuvieron el Beato Escrivá y Mons. Del Portillo. Tenga usted en cuenta que, para contribuir a resolver esa infinidad de problemas y conflictos que pesan sobre el mundo de hoy, es preciso que los cristianos estemos unidos. En nuestro caso concreto, no nos unen motivos humanos ni razones organizativas. El Opus Dei tiene un exiguo pero recio denominador común, que radica en la fidelidad a la doctrina del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia, y en el empeño por vivir las exigencias de la espiritualidad específica. Existen luego tantos numeradores como personas: cada miembro de la Obra actúa libre y responsablemente en su trabajo, dentro de su posición en el mundo, como en el propio ambiente familiar y social, desde sus decisiones libérrimas y sus perspectivas ideológicas. Una garantía grande de la obediencia, virtud cristiana que afecta a la vida del espíritu, es justamente la negación de dogmas en las cosas temporales. Así se ha vivido siempre en el Opus Dei. Con el paso de los años, se acentúa lógicamente el pluralismo y, por tanto, la obediencia confiada se hace cada vez más libre.

El prof. José Luis Illanes, Vicedecano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, manifiesta a la agencia Europa Press su experiencia del trato con el nuevo Prelado del Opus Dei.

En la personalidad de Mons. Echevarría destacaría su carácter entero, su sentido del humor no exento de cierta amable ironía -herencia tal vez de su infancia y juventud madrileñas-, su capacidad de trabajo, su atención al detalle. Y, de modo muy particular, una gran memoria que, unida al sentido de lo concreto, le permite no sólo recordar perfectamente conversaciones y textos, sino, lo que es más, revivirlos, sabiendo sacar de lo vivido consecuencias para el presente. (…) Pero por encima de esas cualidades, considero oportuno subrayar su gran cercanía durante más de cuarenta años a esas dos figuras centrales en la historia del Opus Dei que fueron el Beato Josemaría Escrivá y Mons. Álvaro del Portillo. Para toda institución -y especialmente para una institución como el Opus Dei, que encuentra su sentido en la continuidad con una inspiración evangélica y apostólica-, la conexión con los orígenes resulta decisiva: la presencia de Mons. Echevarría al frente de la Prelatura constituye una espléndida garantía en este sentido.

Salvador Bernal, que ha tratado a Mons. Javier Echevarría, expone en Diario 16 (Madrid, 22-IV-94) rasgos que, a su juicio, caracterizan su personalidad.

He tenido ocasión también de trabajar bastante tiempo a su lado, y he podido observar su notoria y precisa mentalidad jurídica. Pero me llamó siempre más la atención la amplitud de su cultura civil y teológica y, muy en concreto, la facilidad, soltura y buen estilo con que escribe el castellano. Suele repetir que todo lo ha aprendido del Beato Josemaría. Realmente fue un maestro excepcional, empeñado en hacer crecer humana e intelectualmente a sus colaboradores inmediatos. Pero es más fácil construir cuando se parte de una buena inteligencia, completada con una memoria fuera de lo común. No puedo por menos de reconocer mi sorpresa, año tras año, al ver cómo don Javier Echevarría recordaba con insólita naturalidad, incluso al cabo de mucho tiempo, sucesos y circunstancias que suelen pasar inadvertidos a los demás. Esa capacidad resultaba aún más acusada respecto de los gestos y palabras del Fundador del Opus Dei: reflejaba bien su plena y responsable convicción de que tenía el deber de transmitir fielmente -con toda amplitud humana y divina- su vida y su doctrina: su herencia espiritual.

Otra característica que destaca en su personalidad es la capacidad de armonizar la visión de conjunto -lógica en quien lleva tantos años en el órgano de gobierno de una institución tan internacional y pluralista-, con una extraordinaria facilidad para advertir y señalar los detalles más pequeños, especialmente cuando se trata de atender o servir a otras personas, o de urgir la fidelidad a la Iglesia o al espíritu del Opus Dei.

En los ratos de convivencia más familiar e íntima, aflora el carácter simpático y castizo de un buen madrileño, que no suele desaprovechar ocasiones propicias para bromas o ironías amables, jugando con el sentido de las palabras.

Cuando se habla con él de asuntos de trabajo, puntualiza con precisión las grandes líneas, pero subraya amplios márgenes de libertad e iniciativa para llevar adelante los asuntos. Combina adecuadamente la reciedumbre y fortaleza con el cariño y la amabilidad, la fuerza de su voluntad con la afabilidad en el trato, el apasionamiento ante los derechos de Dios con la comprensión más cordial de las personas, la seriedad en la tarea de gobierno con abundantes rasgos de simpatía y humor.

Tanto en 1975, cuando Mons. Álvaro del Portillo fue elegido para suceder al Fundador, como ahora, la elección ha revelado la unidad del Opus Dei, hecho que comenta Rafael Gómez Pérez.

La cosa estuvo clara en 1975 y 1994, como desde el principio del Opus Dei, en 1928. La vocación al Opus Dei es algo enteramente libre en su origen y en su desarrollo. Si alguien no está de acuerdo con algo importante, se va. Pero es difícil que la gente no esté de acuerdo, porque la unidad de intenciones y de voluntades se precisa sólo para lo que es la doctrina de la Iglesia y para el espíritu del Opus Dei. En todo lo demás, en la vida profesional, en las ideas políticas, en los gustos artísticos, en los modos de organizar la propia vida, cada uno piensa y hace lo que quiere. Esta diversidad no sólo no es problema, decía el Fundador, sino que es una muestra de buen espíritu.

Cuando la gente está de acuerdo en lo esencial puede haber la mayor diversidad en todo lo demás sin que ocurra nada. Pero es que en el Opus Dei también se da la diversidad en temas esenciales, como son las ideas científicas, políticas, artísticas… Eso no son cosas de segunda importancia, accidentales. Pero en el Opus Dei no se entra para nada en ellas. Cada uno es libre. (…)

En 1948, a los veinte años de la fundación, los miembros del Opus Dei serían unos pocos centenares, pero estaban unidos. Y como la unión siguió, hoy el número se acerca a los 80.000, sin corrientes, sin tendencias. ¿Para qué? En donde la gente suele hacer tendencias, los miembros del Opus Dei gozan de la más completa libertad.

Todo esto está explicado desde antiguo. Los bienes que crean discordia son los temporales: la tierra, el dinero, los cargos… (…) Los bienes espirituales, en cambio, pueden ser compartidos hasta el infinito. Si se ama a la gente, el corazón puede agrandarse para que quepan todos. Cualquiera de las grandes sinfonías de Mozart o de Beethoven llevan siglos haciendo felices a millones de personas y ellas no se desgastan sino que su esplendor se acrecienta.

Yo comprendo que todo esto es muy pacífico, nada morboso, pero así es la realidad. En el Opus Dei, después de esta segunda sucesión del Fundador, no ocurrirá nada traumático. Incluso cabe esperar que crecerá aún más, si cabe, el espíritu de unidad, lo que se traducirá en mayor fecundidad en su tarea, que es sólo espiritual: difundir, con un espíritu propio y específico, lo que podría llamarse «la democratización de la santidad».

¿Por qué no se advierten tendencias dentro del Opus Dei? Rafael Serrano lo atribuye a que se respeta la autonomía de los miembros en los asuntos temporales y también al pluralismo con que se vive la común espiritualidad del Opus Dei.

Esta unanimidad [en la elección] no es buscada en el Opus Dei, ni se consideraría decepcionante que no la hubiese. Al fin y al cabo, si se vota, es para que cada congresista exprese el parecer que haya madurado en conciencia. Podría, pues, haberse producido diversidad de opiniones sobre qué persona era la más adecuada. Sin embargo, ha habido acuerdo en elegir a quien, por haber estado más cerca del Beato Escrivá, mayor facilidad tenía para proseguir la dirección del Opus Dei con plena fidelidad al carisma fundacional. En 1975 se eligió a Mons. Del Portillo, que estuvo cuarenta años junto al fundador; ahora, a Mons. Echevarría, colaborador inmediato de ambos desde los años 50. (…)

Lo que les une [a los miembros del Opus Dei] trasciende todas sus diferencias, está en otro plano. Así, nadie echa en falta la natural diversidad humana: todos están unidos en un espíritu que voluntariamente comparten, mientras conservan completa autonomía en todo lo demás. (…)

Naturalmente, el común espíritu puede vivirse -y se vive, de hecho- de distintas maneras, según las circunstancias de tiempo, de lugar, de cultura; en suma, según las variadas características personales de los miembros. El mismo empeño de todos -buscar la santidad en medio del mundo- ha de concretarse en cada caso con arreglo a la propia situación de cada uno en el mundo. Ser del Opus Dei no puede traducirse, para un agente de bolsa japonés o para una campesina peruana, en «hacer» lo mismo. Cada cual adapta el espíritu a su modo de ser y de vivir. Tampoco el apostolado tiene una dirección ni una modalidad única. En el Opus Dei prima la espontaneidad apostólica de la persona sobre la organización y la estructura. Se estimula la conciencia cristiana de todos, para que respondan con iniciativas evangelizadoras -las que crean oportunas- a las necesidades de sus respectivos entornos.

Por eso, en cuanto a los modos de llevar a la práctica el fin del Opus Dei, no hay «corrientes» ni «sensibilidades» organizadas. No hacen falta. Cada miembro de la Prelatura tiene su propia «tendencia», respetada y fomentada, su estilo personal de vivir el espíritu común. No se puede poner puertas al campo. De ahí que nadie, en el Opus Dei, tenga interés en hacer campaña a favor de unos modos espirituales o apostólicos determinados, con preferencia a otros: cualquiera tiene ya libertad para cortar la tela a su medida. Además, sería intentar una imposición abusiva, que los otros no tolerarían.

Diego Contreras

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