Comités de Europa y EE.UU. se oponen a la clonación humana

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Sendos organismos consultivos de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos coinciden en recomendar que se prohíba la clonación de seres humanos. Ambos dictámenes responden a la inquietud creada tras el logro de una oveja clónica en febrero pasado por el equipo del Dr. Ian Wilmut (ver servicio 34/97).

El primer informe, publicado el 29 de mayo, es del Grupo Europeo de Consejeros sobre Implicaciones Éticas de la Biotecnología (GECIEB), que asesora a la Comisión Europea. Este dictamen afirma que la clonación de seres humanos es «éticamente inaceptable». Así, recomienda que los países de la UE la prohíban por ley. En cambio, el GECIEB admite la clonación de embriones humanos con fines de investigación, no reproductivos, si la legislación del país permite experimentar con embriones. Pero, en tal caso, habría que destruir los embriones clonados una vez realizado el experimento.

A parecidas conclusiones ha llegado en EE. UU. la Comisión Consultiva Nacional de Bioética (CCNB). En marzo pasado, al conocerse el caso de la oveja Dolly, el presidente Clinton prohibió que se financiaran con fondos federales experimentos similares en humanos y encargó a la CCNB que elaborara un estudio. También este dictamen, hecho público el 7 de junio, considera inaceptable la clonación de seres humanos, pero sólo «de momento». En cuanto a los experimentos con embriones, la Comisión recomienda que se permitan, siempre que los clones no se usen para gestar un niño.

El embrión, desprotegido

Como era de esperar, el informe de la CCNB no ha sido del agrado de todos. Como idea de fondo, la Comisión considera que la clonación humana es contraria a la ética, y la investigación debería ser prohibida, llévese a cabo con fondos federales o no. Sin embargo, a la hora de dar recomendaciones prácticas, la Comisión no es tan firme.

Por una parte, aconseja que el Congreso elabore una ley que prohíba en todo caso la clonación humana, aunque no se haga con fondos federales.

Sin embargo, la Comisión se debate en un dilema, pues, por otra parte, considera muy prometedora la investigación sobre embriones clonados para obtener más datos sobre la reproducción humana, y es partidaria de permitir este tipo de investigación. En consecuencia, recomienda que se levante la prohibición de financiación federal que actualmente pesa sobre ella. Esto significa que las clínicas de fecundación in vitro, que son un pingüe negocio, tendrían ahí abierto un campo de investigación. Si llegaran a conseguir la clonación humana de modo rutinario, podrían disponer de más embriones, sin tener que obtener muchos óvulos de las clientes. Como estos experimentos tendrían una rentabilidad práctica, muy probablemente serían iniciados.

Así pues, la CCNB recomienda permitir la clonación de embriones, pero prohibir la implantación de embriones clonados para que se desarrollen.

En esto, los asesores norteamericanos vienen a coincidir con los europeos, por otras razones: aunque aquí se pretende que se prohíba la clonación humana a escala europea, esto no puede impedir la investigación sobre embriones si está aprobada en las leyes de los países, como sucede en España. Por tanto, en tales países se podría realizar la clonación de embriones, pero luego no se podría dejar vivir a los seres humanos así creados, que deberían ser destruidos hacia el día 15 de desarrollo.

Como es lógico, las asociaciones pro vida han criticado esta postura: el problema no es sólo que se dé lugar a adultos idénticos, con los problemas psicológicos o de otro tipo que puedan aparecer. Se trata de respetar la vida humana en esos primeros estadios de desarrollo. La investigación no es en absoluto inocua para los embriones (recordemos que el Dr. Wilmut necesitó 277 para obtener una sola oveja) y, además, no es coherente con la dignidad del hombre ser objeto de fabricación en serie.

Por último, la CCNB aconseja que la ley que prohíba la clonación tenga validez sólo durante un tiempo (3 a 5 años) y que, después, con los datos acumulados, se elabore otra, definitiva, que la prohíba o la permita. La razón es que, así como el primer trasplante de corazón pareció un atentado a la dignidad humana y después se ha convertido en un procedimiento clínico que salva muchas vidas, la clonación podría considerarse de modo muy distinto cuando se disponga de más datos. Este modo de razonar olvida que existen principios éticos fundamentales, como el respeto al hombre, que no pueden cambiar aunque varíen los datos científicos disponibles o la opinión pública.

Antonio Pardo

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