Científicos abiertos a la religión

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Los ataques de algunos científicos contra la religión no han quedado sin respuesta. Entre las que ha provocado The God Delusion, de Richard Dawkins, está el libro recientemente publicado por otro profesor de Oxford, Alister McGrath, The Dawkins Delusion? (2). John Flynn comenta algunas de estas respuestas en un artículo publicado en la agencia Zenit (8-04-2007).

McGrath es profesor de teología histórica en Oxford. En la introducción al libro del que es coautor, McGrath admite que, como lo es actualmente Dawkins, en los años sesenta era ateo. Dawkins es un experto en biología evolutiva; de igual forma, McGrath comenzó en la ciencia, logrando un doctorado en biofísica molecular. Pero luego cambió a la teología y, como él explica: «Me persuadí en consecuencia de que el cristianismo era una visión del mundo mucho más interesante e intelectualmente excitante que el ateísmo».

McGrath declara que se sintió decepcionado por el nivel de la argumentación del libro de Dawkins, que describe como «el equivalente ateo de la predicación sobre el fuego del infierno, que sustituye el pensamiento cuidadoso y basado en la evidencia por la retórica cargada y la manipulación selectiva de los hechos».

McGrath dedica un capítulo a explicar por qué Dios no es una vana ilusión, como mantiene Dawkins. Observa que las definiciones usadas por Dawkins para describir la fe, tales como «proceso de no pensamiento», son extrañas a la definición cristiana de la fe.

Dawkins tiene razón cuando sostiene que hemos de someter a examen nuestras creencias, reconoce McGrath. Para ello, es necesario que los niños reciban una instrucción veraz y exacta sobre el cristianismo. Sería mucho más perjudicial para ellos, afirma, llenar sus cabezas con los argumentos superficiales y erróneos que utiliza Dawkins.

Creencias razonables

La mayoría de nosotros, apunta McGrath, tenemos muchas creencias que no podemos probar que sean verdad, y sin embargo es razonable sostenerlas. Así, estas creencias son justificables, sin estar absolutamente demostradas en sentido empírico. Esta situación tiene lugar no sólo en materia de religión, sino también en ciencia, donde hay muchas teorías que no han alcanzado el estatus de estar probadas de modo concluyente.

McGrath también cita lo que algunos eminentes científicos, como el biólogo norteamericano Stephen Jay Gould y sir Martin Rees, presidente de la British Royal Society, han dicho sobre la religión. Ambos admitían los límites de la ciencia y aceptaban que la ciencia y la religión no son por naturaleza mutuamente excluyentes.

Por otra parte, muchas de las grandes cuestiones sobre la vida, precisa McGrath, se pueden explicar mediante varias teorías sin que haya una prueba científica definitiva. Además, hay cuestiones que van más allá del objeto del método científico, tales como decidir si hay finalidad en la naturaleza.

Una demostración de que Dawkins no es el representante del pensamiento científico es el hecho de que en 2006, el año en que apareció «The God Delusion», tres investigadores de primera fila publicaron libros que reconocían un espacio para lo divino en el universo. Estos eran: Owen Gingerich, God’s Universe; Francis Collins, The Language of God (3); y Paul Davies, The Goldilocks Enigma.

«Dawkins se ve forzado», concluye McGrath, «a enfrentarse a un hecho que va muy en contra de él: la mayoría de los científicos, con independencia de la postura religiosa que tengan, rechaza su tesis de que las ciencias naturales son una autopista intelectual que lleva al ateísmo».

El problema del mal

Otro argumento utilizado por Dawkins es que la religión es responsable de toda suerte de violencias y abusos en la historia de la humanidad. McGrath admite que la violencia que se inspira en la religión es algo rechazable. McGrath, que creció en Irlanda del Norte, tiene mucha experiencia de la violencia de motivación religiosa. Sin embargo, señala que es algo enteramente diferente sostener que la violencia es un elemento inherente a la religión.

Dawkins también yerra al presentar el ateísmo como una influencia universalmente positiva. Un vistazo a la historia del siglo XX proporciona con facilidad abundantes ejemplos de violencia motivada políticamente, mucha de la cual fue cometida por el régimen ateo de la Unión Soviética.

McGraith precisa que la gente es capaz tanto de la violencia como de la excelencia moral, y tanto una como otra pueden ser alentadas por distintas concepciones del mundo, religiosas o no. Por otra parte, una sociedad que rechaza a Dios tiende luego a tomar por absolutos otras realidades o conceptos. Así, la Revolución Francesa, en su esfuerzo por reemplazar al cristianismo con ideales laicos, llevó a cabo una violenta represión para lograr imponer sus principios.

¿Es peligrosa la religión?

Otro libro de 2006 también trataba la cuestión de la violencia y contestaba a las críticas hechas contra la religión. Keith Ward, profesor de teología en el Gresham College, de Londres, en «Is Religion Dangerous?» («¿Es peligrosa la religión?») sostiene que el mundo estaría mucho peor sin la religión.

Ward admite que hay ejemplos de violencia inspirada en la religión, pero que una falta de fe puede también llevar a impulsos destructivos y al mal. Es verdad que los textos religiosos como la Biblia pueden emplearse para fines inapropiados. Pero esto sólo puede ocurrir cuando se ignoran preceptos vitales como el amor a Dios y al prójimo, y cuando los textos se sacan fuera de su contexto.

Todos los seres humanos, sostiene Ward, son susceptibles a la tentación del mal, sea religioso o no. ¿Cómo guardarse contra esto? Una de las mejores formas, sugiere, es un sistema de creencias que enseñe los principios del bien y del mal y nos motive al arrepentimiento y a buscar el bien.

En lugar de hacer acusaciones genéricas sobre «la peligrosidad de la religión», debemos preguntarnos si una religión en particular en su contexto específico puede ser peligrosa, sostiene Ward. La respuesta a esta cuestión variará según las circunstancias.

Es cierto que la amenaza del terrorismo islámico ha traído consigo la preocupación por la violencia inspirada en la religión. Pero esta es sólo una de las interpretaciones posibles del islam.

Otros factores sociales y políticos, no de naturaleza religiosa, han desempeñado también un papel en la promoción de esta violencia. Y aunque los medios prestan más atención a la violencia religiosa, hay un montón de conflictos en el mundo de hoy que tienen poco que ver con la religión.

Además, cuando la religión promueve la violencia suele ser en situaciones en que se ha mezclado con las instituciones políticas, y es usada como un instrumento para justificar el uso de la fuerza.

Debemos recordar también todas las aportaciones positivas hechas por la religión, explica Ward en un capítulo. El ejemplo de caridad que nos ha dejado Jesús ha inspirado a personas durante siglos a seguir una vida de amor a los demás. El cristianismo ha dado lugar también a incontables hospitales, colegios y universidades, así como a grandes obras de arte, literatura y música.

La fe cristiana también ha estimulado la investigación racional del mundo material y dio lugar a la ciencia moderna. La creencia cristiana en la dignidad de la vida humana tuvo un papel crucial en el desarrollo de los ideales de los derechos humanos. La religión, concluye Ward, puede ser una de las fuerzas más positivas para el bien en la vida humana.

John Flynn

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(2) Alister MacGrath. The Dawkins Delusion? SPCK Publishing. 96 págs.
(3) Ver reseña en Aceprensa 113/06 .

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