China no pasará hambre

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Las pesimistas proyecciones del Worldwatch Institute sobre la producción agrícola de China (ver servicio 169/95), son rebatidas con sólidos argumentos en The Economist (4-V-96).

La revista advierte que este año los precios de los cereales se han disparado: el del trigo, por ejemplo, ha aumentado en un 40%. «La principal razón es la mala cosecha en algunos países, incluido Estados Unidos». Pero bastantes analistas también sugieren que, al menos en parte, se debe a la creciente demanda de China para alimentar a sus 1.200 millones de habitantes.

Lester Brown, del Worldwatch Institute de Estados Unidos, es quien encabeza a los que argumentan que la creciente demanda china de cereales es el anuncio de un desastre planetario. Según Brown, China en el próximo siglo tendrá que importar casi el doble de grano que hay en el mercado de la exportación en estos momentos, lo cual producirá una escasez de cereales y un estallido en los precios.

«Brown es un profeta de desgracias por naturaleza y ya se ha equivocado antes», recuerda The Economist. «En 1974 predijo que el boom de los precios del petróleo de la OPEP era prueba de que el mundo estaba quedándose sin energía».

«Las cosas no parecen ir tan mal para China, al menos por el momento. Si 1994 fue un mal año, la cosecha de 1995 parece haber alcanzado un récord de 465 millones de toneladas de grano; la de este año podría marcar un nuevo récord. Después de importar grano entre 1987 y 1991, China es de nuevo un exportador neto. De los tres principales cereales de China -trigo, maíz y arroz- sólo hay una escasez crónica de trigo, del que importa casi 11 millones de toneladas al año». (…)

La población china crece anualmente un 1,1%, es decir 13 millones de habitantes. Y los dirigentes del país están preocupados por cómo alimentar a esa población. Al hacerse más ricos, los chinos consumen menos cereales per cápita y más carne. Pero esas gallinas y cerdos deben ser alimentados con grano. «Los consumidores de carne del futuro generarán una gran demanda de grano. ¿Cómo puede hacerse frente a esto, se pregunta Brown, cuando la superficie cultivada es cada año menor y las producciones de cereales están estancadas?».

El semanario británico pone de relieve algunos olvidos de este planteamiento. «Deja de lado el hecho de que si los precios de los cereales suben, el consumo por parte de China (y otros países) crecerá más despacio o bajará. Las dos proyecciones de Brown pueden estar equivocadas».

Aunque es cierto que la superficie destinada al cultivo de cereales ha disminuido, el área dedicada al trigo se ha mantenido constante y la que más ha bajado ha sido la de arroz, que no se utiliza para alimentar a los animales.

«También, como las imágenes por satélite ponen de manifiesto, la tierra cultivable puede haber sido subestimada entre un 25 y un 45%, por lo tanto la productividad también habrá sido infravalorada en la misma proporción. Esto resta peso a las afirmaciones de que las cosechas chinas han llegado a su tope natural». (…)

La productividad podría incrementarse mucho en las granjas. China necesita mejores variedades de cereales; además, los fertilizantes se utilizan poco y son de baja calidad; también el sistema de regadío es ineficaz y, según un investigador de la Universidad de Manitoba, se pierde el 65% del agua.

«También está el grano que se pierde después de ser cosechado. Adrian Man, representante en Pekín de la Oficina del Trigo de Canadá, dice que más de un cuarto de la cosecha de trigo se pierde», por las malas condiciones de almacenamiento y de transporte. «Man destaca que un 10% de pérdidas equivale a todas las importaciones de trigo de China».

Como China consume cada vez más y mejores alimentos, las oportunidades de exportación de otros países aumentarán. Y el proceso que reduce las zonas cultivables, también hace más rico al país, y más capaz de comprar alimentos.

«Brown argumenta que la producción mundial no será capaz de crecer lo suficiente para hacer frente a las demandas de China, sin una fuerte alza en los precios. Pero durante los pasados treinta años, la ‘revolución verde’ ha incrementado la producción de alimentos en el mundo y ha demostrado absurdas las extrapolaciones de los años sesenta sobre la alimentación. Las actuales proyecciones pueden resultar igual de equivocadas en el futuro».

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