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China: dinero municipal para templos católicos

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Para sorpresa de muchos, el gobierno local de Shenzhen (China) está ayudando a los católicos a construir una nueva iglesia. El municipio les ha vendido un solar de 4.000 metros cuadrados a un precio 25 veces inferior al del mercado. No es el primer municipio que concede ayudas para construir iglesias. De este fenómeno informa un reportaje de Cindy Sui en South China Morning Post (Hong Kong, 31-V-98).

«Es inaudito», comenta el sacerdote Ren Linjun, de la parroquia de San Antonio, en Shenzhen. Su explicación de la generosidad de las autoridades es que «el gobierno ha visto que estamos ayudando a gente necesitada». Según Ren, en toda China se están construyendo muchas iglesias, aunque son muy pocos los gobiernos municipales que prestan ayuda económica. Shenzhen es una zona con un estatuto económico especial y un gobierno más liberal.

Pero las ayudas llegan con ciertas condiciones. Al menos eso indican las palabras de Liu Wenyan, portavoz de la oficina de asuntos religiosos de los gobiernos de Guangdong, que estuvo presente en la ceremonia de bendición del solar: «Pienso que los católicos aprovecharán esta oportunidad para practicar su religión a la vez que apoyan al socialismo».

Mientras se construye la nueva iglesia en Shenzhen, todavía unas 3.000 personas, la mayoría católicos de tercera o cuarta generación, van al templo actual, que se construyó en la sede de un orfanato. La iglesia antigua se ha quedado pequeña ante la creciente inmigración de campesinos que llegan a la ciudad en busca de empleo.

En la recaudación de fondos para el nuevo templo están interviniendo todo tipo de personas, muchas de ellas gente con pocos recursos. «Algunos niños reciben una paga de 10 yuanes mensuales para comprarse bocadillos y donan ese dinero», dice Ren. También están colaborando los católicos de la vecina Hong Kong.

El presupuesto para la edificación del templo es de 20 millones de yuanes, de los que todavía faltan por conseguir 15. El proyecto muestra que los católicos ya no tienen que cerrar las puertas y ventanas para rezar, como ocurría hace pocas décadas. Al menos en Shenzhen, «ahora nadie teme llamarse católico», dice Tong Fuyung, ama de casa.

De todas formas, la benevolencia del régimen chino no es general, y se dirige sólo a la Iglesia «patriótica», vigilada por el partido. Los católicos que se manifiestan fieles a Roma, en especial si son sacerdotes u obispos, tienen que permanecer en la clandestinidad. Uno de ellos, Mons. Jia Zhiguo, de Hebei, en el norte, fue detenido la semana pasada, durante la visita oficial del presidente Clinton.

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