Católicos «patrióticos» y «clandestinos» de China, cada vez más cerca

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Ala espera de la ansiada normalización de las relaciones entre Pekín y el Vaticano, crece la conciencia entre los católicos «patrióticos» y los «clandestinos» de estar compartiendo la misma fe. Por eso cada vez tienen menos reparos en rezar o trabajar juntos. Lo cuentan Melinda Liu y Katharina Hesse en un reportaje de Newsweek (11 junio 2001).

Como recuerdan las periodistas, en 1949 Mao Zedong cortó las relaciones de China con el Vaticano. Nació entonces una Iglesia oficial, la patriótica, que no reconocía la autoridad del Papa. El nuncio fue expulsado de Pekín y se trasladó a Taiwán.

A partir de 1958, la Iglesia patriótica comenzó a consagrar obispos sin la aprobación del Vaticano. Las relaciones entre la Iglesia patriótica y los católicos que seguían fieles a Roma en la clandestinidad se enfriaron. Durante la Revolución cultural (1966-1973), el gobierno persiguió y torturó a los católicos de ambas partes. Pero después, solo los católicos fieles al Papa han sufrido el acoso de las autoridades.

Las relaciones entre Pekín y el Vaticano no han sido buenas en la segunda mitad del siglo XX, pero parece que las aguas están volviendo a su cauce. En los últimos años, los católicos patrióticos y los clandestinos están empezando a acercarse en casi todo el país.

Una de las claves es que la mayoría de los 70 obispos patrióticos han sido reconocidos tanto por Pekín como por el Vaticano. Si las dos partes están de acuerdo en esto, aunque sea de manera informal, se puede esperar que las relaciones se normalicen en el futuro, e incluso que se restablezcan las relaciones diplomáticas que tanto desean ambas partes.

En casi todo el país, los católicos patrióticos y los clandestinos mantienen la política de «vive y deja vivir». En algunos lugares, incluso se reúnen para rezar juntos. Para los católicos clandestinos (se estima que hay más de 5 millones en todo el país), esto es un gran avance en la lucha por la libertad religiosa.

Las diferentes organizaciones también son punto de encuentro. En Donglu (Hebei) hay un clínica de una orden de religiosas fundada por el Rev. Vincent Lebbe. Una de las religiosas, de la Iglesia patriótica, afirma que «los sacerdotes y monjas clandestinos vienen con frecuencia de visita. Tenemos algunas opiniones diferentes, pero compartimos la misma fe».

En otra ciudad del norte, un sacerdote clandestino vive en la residencia del obispo patriótico; comen juntos y puede celebrar misa para los católicos clandestinos en una capilla particular de la parroquia patriótica. «Las autoridades han tratado muchas veces de expulsar al sacerdote, pero el obispo lo ha impedido», afirma uno de los fieles. Este obispo ha sido reconocido por el Vaticano. En un viaje a Europa en 1990 se encontró con el Papa en Lourdes y pudo consultarle si estaba haciendo bien.

Si se da la normalización, todos los creyentes serían tratados de la misma manera, según lo que hubieran acordado Pekín y el Vaticano. Pero las dos partes todavía no pueden unirse completamente. El Vaticano no ha reconocido a algunos obispos y, antes de la normalización, pediría que fueran separados del cargo. El gobierno exige que los católicos se registren. Además, muchos católicos clandestinos se niegan a entrar en las iglesias patrióticas.

Sin embargo, el Vaticano ha optado los últimos años por reconocer el papel de la Iglesia patriótica. Muchos obispos quieren ser reconocidos por el Vaticano y, en muchos casos, lo han sido en secreto. La mayoría de los obispos aceptan la autoridad papal, pero de forma encubierta porque prefieren evitar las represalias de Pekín. De esta manera, el Vaticano no solo atrae a los obispos, sino a todos los fieles de esas diócesis.

«Ésta es la nueva tendencia: hacer que una parroquia como la nuestra siga a la Iglesia de Roma», dice un sacerdote de un pueblo de la provincia de Shaanxi, donde el 70% de la población es católica. El sacerdote estudió en un seminario «oficial», pero escuchaba Radio Vaticano a diario junto con sacerdotes clandestinos. «Las parroquias como ésta son la mayor amenaza para la Iglesia patriótica. Están perdiendo el control de su propia gente», dice.

La Iglesia patriótica puede rezar en público por el Papa, pero no tener contactos directos o aceptar decisiones del Vaticano cuando entren en conflicto con Pekín. No obstante, a raíz del viaje a Roma de John Xie en 1994 para encontrarse con el Papa, también esta política se debilita. Xie fue nombrado obispo por el Vaticano en 1991. Por eso, para Pekín, no es más que un sacerdote. A la vuelta del viaje envió por fax a muchas parroquias y seminarios del país la preciada fotografía en la que aparecía junto al Papa. La iniciativa no fue del agrado de algunos, y Xie fue sometido a la larga sesión de «estudio político» prevista en estos casos. Pero no pasó de ahí.

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