Card. Ortega: «Los laicos cubanos no se han avergonzado del Evangelio»

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Madrid. El Card. Jaime Ortega, arzobispo de La Habana y presidente de la Conferencia Episcopal de Cuba, estuvo en Madrid el pasado 16 de mayo para presentar su libro Te basta mi gracia (Palabra). El volumen, de 1.100 páginas, reúne homilías, discursos, cartas pastorales y escritos diversos publicados por el cardenal durante sus veinte años al frente de la archidiócesis. Además de su valor doctrinal y pastoral, los textos sirven para conocer la actividad y las dificultades de la Iglesia en Cuba. Según dijo el cardenal en la presentación, la obra refleja «lo que puede ser el Evangelio de Jesús en un medio cultural trabajado por el ateísmo marxista, enarbolado en una etapa con fervor por la revolución popular que se institucionalizaba cada vez más con el paso del tiempo».

La situación política cubana no va a cambiar pronto, a juicio del Card. Ortega: «No se prevé en un plazo breve, o mediano, una evolución hacia una democracia tal como se concibe en el mundo occidental». Pero, en medio del ambiente desfavorable, la Iglesia se ha revitalizado en los últimos tiempos: «Hace quince años, más o menos, un proceso de desinhibición con respecto al tema religioso se produjo en la sociedad cubana». Un hecho de especial trascendencia fue el Encuentro Nacional Eclesial Cubano de 1986, que congregó a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. El Encuentro marcó «un punto importante en ese proceso de una mayor connaturalidad con respecto al fenómeno religioso». «A partir de ese momento, la Iglesia comienza a hacer misiones tradicionales, yendo de casa en casa (…), y poco a poco va saliendo de aquellas fronteras estrechas de la comunidad cristiana que llamábamos de la sacristía, para hacerse más presente en medio del mundo». Más tarde, «la visita del Papa [1998] fue un momento fuerte, extraordinario»; el cardenal lo describe como uno de esos hechos «que dan un giro especial a la historia de la Iglesia y también de un pueblo». De esta manera, en Cuba «se ha ido progresivamente tratando con mayor libertad el asunto religioso».

Buena parte de la nueva vitalidad de la Iglesia cubana debe atribuirse a los laicos, dijo el cardenal. Aunque «el laicado católico en Cuba no es sustancialmente numeroso», ha desempeñado «un papel de mucho peso en la vida de la Iglesia cubana». El Card. Ortega destacó en especial «la opción que han hecho muchos laicos cubanos de fe en momentos muy difíciles». Ellos han aportado el «testimonio de su trabajo en sus centros de estudio, haciendo presente a Cristo. Entre nosotros no ha habido la actitud vergonzante de un mundo que yo descubro al salir de Cuba e ir a otros países. No se han avergonzado del Evangelio, en medio de esa situación a veces difícil u hostil». Este testimonio cristiano es de particular importancia en Cuba: «El laico, como la misma Iglesia toda, tiene que ser testigo de una realidad distinta, una realidad que saque al hombre de ciertos sectores que lo deprimen y que le dé esperanza». Pues «de esperanza han vivido pueblos enteros bajo ideologías que prometían un paraíso que nunca llegó, y hoy tengo yo la experiencia personal del marxismo».

Además, explicó el cardenal, «nosotros tenemos muy pocos sacerdotes, muy pocas religiosas, y así fue el laicado cubano, ocupando a veces las trincheras de la misma pastoral, el que llevó adelante el trabajo de la Iglesia». Actualmente, dijo en otro momento, la Iglesia cubana cuenta 310 sacerdotes -hace unos años eran alrededor de 200-, 21 diáconos casados y algo más de 600 religiosas. Hay muchas iglesias, señaló, que no se pueden convertir en parroquias por falta de sacerdotes.

Al término del acto pudimos mantener una breve conversación con el Card. Ortega y le preguntamos por las prioridades pastorales de la Iglesia cubana. Las resumió en tres aspectos: «formación, comunidades vivas y dinámicas, y promoción humana». Primero, como marca el Plan Pastoral vigente, «la Iglesia tiene que formar a los cristianos, no en el sentido de darles conocimientos, sino que forme un corazón y una mente verdaderamente con criterio cristiano». Ahora «hay una avalancha de gente que va a las iglesias»: es preciso trabajar en su formación, para «crear con ellos comunidades vivas y dinámicas con proyección misionera», lo cual es la segunda prioridad pastoral. «Por último, promoción humana: promover al más necesitado, al más olvidado, tener en cuenta al más marginado, al que más sufre, promover a la misma comunidad promoviendo al otro».

Javier Táuler

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