Cada vez son más los eslabones perdidos

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Libros, documentales o exposiciones dirigidos al gran público suelen presentan la historia evolutiva de la especie humana como cosa averiguada, hasta con retratos de cuerpo entero de nuestros antepasados. Pero la divulgación a menudo lleva años de retraso con respecto a las investigaciones y omite las lagunas, dudas y matices de los conocimientos científicos. El problema se ha vuelto a agravar hace poco. La publicación, entre agosto y septiembre pasados, de una serie de artículos científicos ha obligado a los especialistas a plantearse si la idea que hemos tenido hasta ahora de la evolución humana es realmente correcta.

¿Qué hallazgos recientes han provocado esta perplejidad en los especialistas?

En un principio, los trabajos recientemente publicados (y que tratan sobre descubrimientos de distintos fósiles humanos realizados en los últimos años) deberían facilitar nuestra comprensión de la historia evolutiva real del ser humano; sin embargo, no es así. Por el contrario, el hallazgo de nuevos restos de Homo erectus y Homo habilis en Kenia; el estudio del esqueleto postcraneal (es decir: de cuello para abajo) de cuatro humanos de Dmanisi (Georgia) que tenían 1,77 millones de años (m.a.); el estudio del hombro y la muñeca de Homo floresiensis, y el descubrimiento de unos fósiles humanos en Atapuerca (España) que podrían tener hasta un millón y medio de años de antigüedad, están dejando perplejos a los especialistas.

Esto es así hasta el punto de que se empieza a cuestionar si se pueden seguir manteniendo toda una serie de convicciones fuertemente arraigadas en nuestra visión tradicional de la evolución humana.

¿Qué preguntas se están haciendo los expertos a raíz de estos descubrimientos?

Homo floresiensis como una especie humana distinta a nosotros. De hecho Lordkipanidze y colegas ven en Homo floresiensis algunas de las características físicas de los humanos de Dmanisi3.

¿Qué aportan al registro fósil mundial los nuevos descubrimientos sobre el Homo erectus?

Gracias a la publicación en agosto y septiembre de 2007 de una serie de trabajos, las polémicas en torno a estas cuestiones se ha reavivado.

Efectivamente, el 9 de agosto la revista Nature publicaba un artículo firmado por Fred Spoor, Meave Leakey y otros, en el que se informaba del hallazgo, en el año 2000, de una calota de Homo erectus y de un fragmento de maxilar derecho de Homo habilis, ambos hallados en la localidad keniana de Ileret, en la orilla oriental del Lago Turkana.

En principio estos hallazgos no parecían tener nada de excepcional. Al fin y al cabo, en la zona ya se habían encontrado anteriormente otros muchos fósiles de ambas especies. Pero lo cierto es que cada uno de ellos tenía una peculiaridad que los convertía en únicos en todo el registro fósil mundial.

En efecto, la calota de Homo erectus era la más pequeña de todas las descubiertas hasta ahora y atribuida a esa especie. Su volumen endocraneal es de 691 cm3 y su antigüedad de 1,55 m.a., lo que plantea una doble cuestión.

Por un lado se trata de un volumen cerebral tan pequeño que no puede evitarse la comparación y (posiblemente) la relación con los humanos de Dmanisi, que también tenían un cerebro de tamaño similar (los menores 600 cm3 y el mayor 780 cm3). ¿Significa esto que los Homo erectus del Turkana tenían algo que ver con los humanos de Dmanisi? ¿Es posible que, en vez de ser dos especies humanas distintas, sean dos poblaciones diferentes de una misma especie?

Ahora parece que, contra lo que se creía, Homo erectus no desciende de Homo habilis.

Esta cuestión está relacionada con el descubrimiento de la mandíbula de Homo habilis en Ileret. Tiene una antigüedad de 1,44 m.a.4, lo que significa que los Homo habilis y los Homo erectus coexistieron en el mismo espacio durante 200.000 años más de lo que se venía suponiendo hasta ahora. Spoor, Leakey y colaboradores han interpretado este hecho como una prueba a favor de que Homo erectus no puede descender de Homo habilis, tal como se propone en el paradigma clásico, sino que ambas especies deberían proceder de un antepasado común y, a partir de él, sufrir una divergencia que les llevaría a seguir historias evolutivas paralelas. Habrían compartido un mismo espacio pero sin competir por los mismos recursos, lo que habría posibilitado esta coexistencia durante tantos centenares de miles de años.

¿Estamos ante especies distintas o ante poblaciones distintas de una misma especie?

Nos hemos preguntado antes por la relación entre los humanos de Dmanisi y los del Turkana. Pues bien, el 20 de septiembre la revista Nature publicaba un trabajo5 en el que David Lordkipanidze y colaboradores exponían las conclusiones del estudio que habían realizado de 32 restos postcraneales de tres adultos y un adolescente que habían existido hace 1,77 m.a.

La conclusión a la que llegaban era que medían en torno al metro y medio y pesaban entre 40 y 50 kg, presentando una combinación de características arcaicas (un cerebro pequeño, baja estatura y caminar con las palmas de las manos mirando hacia delante en vez de hacerlo hacia el muslo de la pierna), junto a otras modernas que les asemejaban a nosotros (como las proporciones existentes entre las extremidades superiores y las inferiores o la estructura de los pies, que les permitía recorrer larga distancias).

Vistos los descubrimientos de Dmanisi y de Kenia, Daniel E. Lieberman (paleoantropólogo de la universidad de Harvard) sostiene que aquellos humanos prehistóricos de Georgia y los primeros Homo erectus de África pertenecen a poblaciones distintas (o hipodigmas) de una misma especie que tendría una alta variabilidad morfológica6.

¿Homo erectus nació en el Cáucaso o en África?

Ann Gibbons recoge, en un artículo aparecido en Science, el parecer de diversos especialistas que discrepan de las nuevas propuestas que se están haciendo en relación a los posibles primeros pasos de nuestro género. Ante la sugerencia de que Homo erectus arcaico se hubiera originado en el Cáucaso o en algún otro lugar de Oriente Próximo y que desde allí hubiera emigrado a África para dar lugar a los erectus que habrían emigrado luego a Extremo Oriente y al sudeste asiático, el paleoantropólogo Alan Walter (de la Universidad Estatal de Pensilvania y codescubridor del Niño de Nariokotome, un esqueleto bastante completo de Homo erectus de hace 1,5 m.a.) opina que es un escenario improbable.

Según su parecer, lo más plausible es que Homo erectus se originara en África y emigrara desde allí hacia otros lugares (Dmanisi, Java, China, etc…), donde las poblaciones locales evolucionarían separadamente, dando lugar a grupos distintos, pero todos ellos de la misma especie madre.

Da la impresión de que cuanto más sabemos sobre la evolución humana todo se hace más complejo.

Sí, por si este tema no estuviera suficientemente enmarañado, hay especialistas que se cuestionan si realmente los homínidos de Dmanisi son humanos o no. Así el antropólogo Bernard Wood (Universidad George Washington, en Washington D.C.) opina que los citados especímenes de Georgia son en realidad formas intermedias entre homínidos prehumanos y los primeros Homo 7.

La conclusión que se puede sacar de todo esto es que a medida que vamos conociendo más cosas sobre las primeras fases de la evolución humana ésta se nos va mostrando mucho más compleja de lo que pensábamos hasta ahora. En este sentido son muy atinadas las palabras de Ian Tattersall cuando afirmaba que: “En los últimos años se ha hecho evidente que las postreras etapas de la evolución humana fueron mucho más accidentadas de lo que convino en aceptarse durante largo tiempo. Pero eso también es aplicable para las primeras etapas”8.


(1) Susan G. Larson et al., “Homo floresiensis and the evolution of the hominin shoulder”; Journal of Human Evolution (2007), doi:10.1016/j.jhevol.2007.06.003, pp. 1-14.
(2) M.W. Tocheri et al., “The primitive wrist of Homo floresiensis and its implications for hominin evolution”; Science, vol. 317, 21-09-2007, pp. 1743-1745.
(3) D. Lordkipanidze et al., “Postcranial evidence from early Homo from Dmanisi, Georgia”; Nature, vol. 449, 20-09-2007, pp. 305-309.
(4) F. Spoor, M.G. Leakey, I. McDougall et al., “Implications of new early Homo fossils from Ileret, east of Lake Turkana, Kenya”; Nature, vol. 448, 9-08-2007, pp. 688-691. Esta antigüedad tan corta le convierte en el fósil de esta especie que resulta más próximo en el tiempo a nosotros.
(5) D. Lordkipanidze et al.: op. cit.
(6) D.E. Lieberman, “Homing in on early Homo”; Nature, vol. 449, 20-09-2007, p. 290.
(7) A. Gibbons, “A new body of evidence fleshes out Homo erectus”; Science, vol. 317, 21-09-2007.
(8) Ian Tattersall, “De África ¿una … y otra vez?”; Investigación y Ciencia, junio de 1997, p. 20.

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