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Buscando a Marx

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Tanto la persona como la obra de Marx han sido muy estudiadas. Con motivo de su bicentenario, se han publicado o reeditado algunos ensayos que repasan su trayectoria biográfica y ayudan a entender la relevancia de sus aportaciones.

Si hay algo que destacan todos los biógrafos de Marx, tanto los que, siguiendo la primera exposición de su vida que hizo Franz Mehring, subrayan su heroicidad revolucionaria, como los que resaltan sus miserias personales, es su ambición intelectual. Simpaticen o no con sus postulados, los estudiosos muestran que, consideradas por separado, las ideas que difundió Marx no eran novedosas, pero nadie antes había conseguido sintetizar y armonizar tantos retazos filosóficos, tantas teorías sociales y políticas y tantas enseñanzas económicas en un todo coherente y orgánico.

El primer Marx, apunta Isaiah Berlin, no pergeñó un programa político ni esbozó un proyecto económico, sino un credo redentor que auguraba la plenitud del hombre y el alivio de sus alienaciones

También el voluminoso y prolijo estudio de Gareth Stedman Jones (Karl Marx. Ilusión y grandeza, Taurus, 2018, 887 págs.) incide en este punto. Este catedrático de historia de la Universidad de Londres ha escrito la biografía de Marx más completa hasta el momento, que viene a reemplazar a la clásica de David McLellan, de finales de los sesenta. Stedman Jones expone la trayectoria vital e intelectual de Marx con el fin de demostrar la imbricación entre sus intereses teóricos y el contexto cultural y político de la época en que vivió.

Actualidad de Marx

Marx fue, afirma el historiador británico, un pensador del siglo XIX, y para hacer justicia a su obra, no hay que atribuir a Marx lo que la adulterada tradición del marxismo, inaugurada por Engels, le ha imputado. También insiste en esto último Jonathan Sperber (Karl Marx, Galaxia Gutenberg, 2013, 624 págs.), para quien el análisis del capitalismo que hizo Marx hoy resultaría desfasado, pese a la reivindicación de sus críticas que algunos intelectuales han estado haciendo en los últimos años al abrigo del llamado postcapitalismo.

En este sentido, Stedman Jones matiza algunas de las tesis que tanto los exegetas oficiales del comunismo como quienes lo han censurado con cierta superficialidad le han atribuido. Por un lado, está el debate sobre el sentido del materialismo histórico; por otro, su tesis sobre el colapso del capitalismo. Para Stedman Jones, Marx en realidad no vaticinó el desplome súbito del sistema liberal; creía, en realidad, que la transición a un modelo económico más justo sería paulatina. Fue Engels quien, con el fin de revitalizar la lucha proletaria, modificó ese punto de vista poco antes de la muerte de su amigo y camarada.

Según esta interpretación, Eduard Bernstein, a quien la dogmática marxista siempre ha acusado de connivencia con la opresión burguesa, habría sido más fiel al espíritu de El capital. En Karl Marx y la reforma social (Página Indómita, 2018, 120 págs.), se recogen los textos en los que el propio Bernstein interpreta a Marx en clave socialdemócrata y detecta la continuidad entre el liberalismo y la futura emancipación de la clase trabajadora. Los escritos de Bernstein suavizan los estímulos revolucionarios del marxismo y diseñan una versión del mismo compatible con los logros de la democracia liberal.

Pero ¿qué queda entonces del Marx revolucionario? ¿Fue, entonces, el comunismo totalitario de Lenin, Stalin o Mao un dramático error de interpretación? Tanto Stedman Jones como Sperber creen que no es honesto ni justo cargar a Marx con ese legado sanguinario, y que entre el aquejado e insomne estudioso que prolongaba sus jornadas en el Museo Británico y el radicalismo despótico de sus supuestos herederos no hay vinculación alguna.

No es eso, sin embargo, lo que piensa Leszek Kolakowski. En Las principales corrientes del marxismo (Alianza, 1980; agotado) explicaba que el “socialismo despótico” fue el resultado de diversas circunstancias, pero que también puede ser considerado un “resultado lógico” y práctico de la doctrina que Marx expresó solo filosóficamente.

Trasfondo filosófico

Según Stedman Jones, Marx creía en la transición paulatina a un modelo económico más justo; fue Engels quien, para revitalizar la lucha proletaria, modificó ese punto de vista

Sobre el trasfondo filosófico del marxismo, la clásica obra de Isaiah Berlin que ahora se reedita (Karl Marx, Alianza, 2018, 352 págs.) ofrece una aguda y rica interpretación. Su exquisita comprensión de la filosofía de la historia marxista revela la vocación profética que Marx asumió y la deriva cuasirreligiosa de la ideología que ayudó a fundar. El primer Marx no pergeñó un programa político, ni esbozó un proyecto económico, sino un credo redentor que, continuando la vocación prometeica del romanticismo y la afición al progreso de la Ilustración, auguraba la plenitud del hombre y el alivio de sus alienaciones.

Esos cimientos metafísicos son los que obvia Joseph Schumpeter, que lanza un ataque sobre la viabilidad del marxismo como teoría económica (Karl Marx, Página Indómita, 2018, 182 págs.). Pero si se quiere saber más de la dimensión humana de Marx, de las penurias de su vida doméstica y sus insanos hábitos, Francis Wheen (Karl Marx, Debate, 2015, 427 págs.) cuenta todos estos aspectos con una gracia narrativa que nos descubre las flaquezas y el egocentrismo, pero también la poderosa energía intelectual, de uno de los pensadores más influyentes de la historia.

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