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Braval, la ONG que pide afecto en vez de dinero

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La ONG Braval acaba de cumplir veinte años de actividad solidaria en El Raval, un barrio pobre de Barcelona, donde viven más de 49.000 personas –casi la mitad extranjeras– en poco más de un kilómetro cuadrado, el triple de la densidad media de la ciudad. Braval ofrece programas de deporte, refuerzo escolar, lengua básica, tiempo libre…, así como formación de voluntarios para todo ese trabajo social.

Con ocasión del aniversario, Josep Masabeu, presidente de Braval, presentó la semana pasada el libro 20 historias de superación en El Raval, escogidas entre las de los jóvenes que han participado en las actividades de la ONG. Son 1.240, de 30 países, que hablan 10 lenguas y profesan 9 religiones.

“Toda la ayuda se concentra en poner recursos y dinero, pero hay que poner mucho más afecto”

Masabeu señala que el principal impacto social de Braval es la creación de ascenso social, que se traduce en posibilidades para que la gente salga adelante. “Se trata de darles un pez, pero además enseñarles a pescar. Porque si solo les das un pez creas una sociedad receptora: ‘dame esto y lo otro’. Pero, ¿tú qué haces por los demás? En cambio, si les enseñas a pescar, entonces creas ascenso social, y de rebote consigues cohesión social, que es lo más interesante”.

Glen Caliba, de origen filipino, ingeniero informático de 31 años y primer exalumno de Braval graduado en la universidad, explica que muchas veces los inmigrantes o hijos de inmigrantes se encuentran con barreras y prejuicios. “Además, esto se une a que suelen tener padres esforzados, que trabajan día y noche y que no pasan mucho tiempo en casa. Ante esto, Braval te da espacios en donde puedes desarrollar tu personalidad y aprender a decir que no a cosas como las drogas”.

El deporte como herramienta de motivación y mezcla

En Braval, los jóvenes se reúnen varias tardes a la semana para entrenar junto con sus equipos de fútbol y baloncesto. Además, todas las semanas juegan en la liga municipal de Barcelona, contra equipos de todos los barrios de la ciudad. “Con el deporte consigues mezclar –dice Masabeu–. Nuestros equipos son forzosamente multiétnicos: de lo contrario se crearían guetos: un equipo de marroquíes contra uno de filipinos o contra otro de ecuatorianos. No queremos eso, buscamos la cohesión y la mezcla”.

En la ONG consideran que el deporte es, además, una manera sana de ocupar el tiempo libre de estos chicos, así como un instrumento para enseñar virtudes, costumbres fundamentales y para motivarlos a estudiar. “El deporte va acompañado del programa Uno a Uno, en el que tienen que ir a clase todos los días, traer las notas, hacer refuerzo escolar, etc. Si no cumplen, no juegan”.

Con este método han logrado un éxito notable: 0% de absentismo escolar, un 80% de éxito escolar en la ESO, 96 estudiantes que han acabado el bachillerato, 142 que han hecho ciclos formativos y 13 que han terminado una carrera universitaria. En estos momentos hay 10 estudiantes universitarios y 365 jóvenes trabajando con contrato.

0% de absentismo escolar, un 80% de éxito escolar en la ESO, 96 estudiantes que han acabado bachillerato, 142 que han hecho ciclos formativos y 13 que han terminado una carrera universitaria

Glen explica que, de no haber conocido Braval, probablemente no habría podido terminar la universidad. “Llegué muy desanimado con las matemáticas, pensaba que no valía para eso. Ellos me ayudaron. También me ayudó la actitud de lucha de mis padres que vinieron desde Filipinas haciendo un gran sacrificio. Esta es mi manera de agradecerles lo que han hecho por mí”. Ahora Glen está empezando su propia empresa.

Masabeu explica que no le gusta hablar de integración: “Prefiero hablar de acomodación, todos nos tenemos que acomodar. Hay unos parámetros de nuestra sociedad que ellos, los que vienen, tienen que aceptar como maneras de funcionar. Integración es una palabra difícil, pero es fundamental que nos acabemos entendiendo, y esto solo se consigue provocando la mezcla”.

Explica que Braval utiliza el deporte, pero puede conseguirse lo mismo a través de otras actividades grupales como el teatro, un coro o una orquesta. “Se eliminan las barreras físicas y se rompen los estereotipos, se pasa de una teoría a decir que el filipino que está en mi equipo es un tipo espectacular”.

De beneficiados a voluntarios

En Braval, los voluntarios hacen mucho más que echar una mano. “Son un factor fundamental, transmiten la generosidad. Los chavales se preguntan: ¿Qué hace este tío aquí ayudándome cuando podría estar en su casa viendo la tele? Y al final, ese mismo chaval dice: Si a mí me han ayudado, tengo que ayudar a los demás”.

El principal impacto social de Braval es la creación de ascenso social, que se traduce en posibilidades para que la gente salga adelante

Muchos de los jóvenes que han participado en el programa ahora son voluntarios. Masabeu subraya que estos jóvenes tienen mucha más influencia, pues muestran a los chicos que ellos también pueden salir adelante. “Cuando yo le digo a un chaval que tiene que ir a clase todos los días, que tiene que obedecer a sus padres, etc., me mira con cara de ‘qué rollo’. Pero, cuando se lo dice Glen, que ha terminado la carrera y tiene trabajo y ha montado su propia empresa, el chico dice: Si él pudo, ¿por qué yo no?”.

Para los jóvenes del Raval es importante tener buenos referentes y ejemplos de superación. Muchas veces, explica Masabeu, se tiene una visión negativa y se piensa que no hay nada que hacer. Sin embargo, siempre hay algo que hacer, y por lo general, no se trata de aportar recursos económicos sino dedicación y horas, dice. “Toda la ayuda se concentra en poner recursos y dinero, pero hay que poner mucho más afecto”.

Muchas veces a estos chicos les falta un apoyo que otros jóvenes de la ciudad sí tienen: un colchón social y familiar. Esto provoca que sean muy inseguros. “Nosotros les damos unas pautas de funcionamiento y ellos ven que con estas pautas consiguen el éxito escolar y sacan notas estupendas. Esto les da mucha seguridad”.

Sin embargo, explica Masabeu, en el fondo tiran adelante porque afectivamente están bien, porque en Braval encuentran personas dispuestas a dedicarse a ellos personalmente: “A mí no me quiere la Generalitat, ni el Ayuntamiento; a mí me quiere Carmen o Juan que están en tal o cual entidad. El afecto es personal”.

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