Bangladesh: escuelas para salir de la pobreza

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En Bangladesh sólo 4 de los 16,7 millones de niños entre seis y diez años terminan la enseñanza primaria, es decir, el 24%. El analfabetismo es masivo (el 65% de la población), especialmente en los niveles sociales más bajos. Para remediar esta carencia algunas organizaciones no gubernamentales se han propuesto realizar una labor educativa entre los hijos de familias más necesitadas, y lo están consiguiendo, según datos de Le Monde de l’Éducation (marzo 1994).

Entre las ONGs dedicadas a la educación, la más poderosa es el BRAC, el Comité para el desarrollo cultural de Bangladesh. Es una iniciativa social que surgió en 1972 y que hoy escolariza a 600.000 alumnos de todo el país que, por varias razones, no pueden seguir el sistema escolar normal. En colaboración estrecha con los padres, cada alumno recibe clases durante tres años para incorporarse al cuarto curso de la enseñanza oficial. El 95% de los alumnos aprueban el examen de acceso y su nivel es más alto. Las escuelas del BRAC funcionan 270 días al año durante seis días a la semana, pero la jornada sólo dura tres horas.

El BRAC provee a cada alumno de una pizarra, una regla y un lápiz. Les enseña a leer y a escribir; a efectuar las cuatro operaciones matemáticas básicas; las reglas higiénicas fundamentales para combatir las epidemias y algunas danzas y canciones. Muy pocos alumnos abandonan la escuela (2%), al contrario de lo que sucede en las escuelas clásicas. El secreto es el continuo contacto con los padres.

Al comenzar el año, los padres -generalmente las madres- acuden al colegio y fijan con los profesores el ritmo escolar: así las clases no alteran las necesidades de las familias o las épocas de intenso trabajo en el campo, en las que el niño podría desconectar de la escuela. Luego, las reuniones con los padres son mensuales. El profesorado, la mayoría mujeres, se recluta entre los habitantes educados de los pueblos. Recibe doce días de formación antes de empezar a trabajar y después un día al mes y una semana al año. Sus salarios son bastante modestos -el 41% del que recibe un profesor de la escuela estatal-, en sintonía con los ingresos de las familias de los alumnos.

Otra organización no gubernamental dedicada a la educación de niños analfabetos de pueblos y de algunos barrios de chabolas de ciudad es GSS, la Organización de ayuda mutua popular. Sus alumnos aprenden matemáticas, lectura y escritura creativa. La pedagogía, muy activa, arraiga bien en los niños pobres, generalmente acostumbrados a una autonomía precoz. De hecho la mayoría de los alumnos trabajan de tres a siete horas diarias en tareas domésticas, en alguna fábrica, o como vendedores ambulantes.

Los Programas de Formación para niños desfavorecidos (UCEP) son una iniciativa semejante a las anteriores. Esta organización imparte cada año formación profesional a 12.000 jóvenes. Sus alumnos provienen de las chabolas y su vida es difícil: falta de higiene, violencia, desplazamientos por la expulsión de las chabolas, etc. Cuando un alumno falta dos días a clase, los maestros van a ver a sus padres. Como no hay plazas para todos, los alumnos pasan un periodo de prueba de cinco meses, para verificar su interés y constancia. Superado ese examen estudian en cuatro años lo que la enseñanza estatal les ofrece en ocho: van más rápido y la tasa de éxito escolar es muy elevada.

Como las familias pobres necesitan para sobrevivir el trabajo de los hijos, estas iniciativas educativas están logrando ofrecer a muchos padres una alternativa escolar para que los hijos salgan del círculo vicioso de la pobreza.

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