Banco Mundial y ONG: del antagonismo a la cooperación

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El futuro de las ONG en la ayuda al desarrollo
El aumento de la desigualdad entre países ricos y pobres, la lentitud en las medidas para reducir el peso de la deuda externa, los efectos negativos de la globalización en los países en desarrollo, provocan una avalancha de críticas de ONG contra instituciones multilaterales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio. ¿Por qué han de andar a la greña organizaciones que, desde la sociedad civil y el sistema de Naciones Unidas, tienen como objetivo común promover el desarrollo? Pero a la vez, hay muestras de colaboración en diversos campos. Y una mejor cooperación exige también cambios por parte de las ONG.

Así lo hace ver Michael Edwards, Director de Gobernación y Sociedad civil de la Fundación Ford (Nueva York), en su libro Future Positive (1), sobre el futuro de la cooperación internacional al desarrollo. Edwards, un geógrafo titulado por las Universidades de Londres y Oxford, que fue director de investigación de la ONG Save the Children y experto del Banco Mundial en sociedad civil, ofrece una serie de ideas sobre los cambios que necesita la cooperación en la actualidad.

Etapas de un acercamiento

Edwards, que hasta el pasado 1 de octubre ocupaba un despacho en la sede del Banco Mundial, exponía en una conferencia (2) cómo han evolucionado las relaciones entre las ONG y las instituciones multilaterales, en concreto, con el Banco Mundial. Edwards establece tres fases.

Durante los años 70 y 80, predominó un mutuo antagonismo. Para el Banco Mundial, sociedad civil significaba ONG, y ONG equivalía a filantropía, amateurismo, e innecesarios y costosos conflictos a propósito de proyectos del Banco. Por su parte, las ONG vieron al Banco Mundial como objetivo de presiones más que como una fuente potencial de acuerdos, recursos e influencia positiva en el escenario nacional e internacional.

A finales de los años 80 y principios de los 90, empezó a manifestarse un acercamiento en las relaciones ONG-Banco Mundial. Aunque muchas ONG siguieron siendo muy críticas respecto al Banco, otras empezaron a cooperar como socios en la ejecución de programas de cooperación o como interlocutores en la definición de políticas, especialmente en aspectos de medio ambiente, participación popular, cuestiones de género…

Por parte del Banco, la capacidad para relacionarse con las ONG se vio fortalecida por la constitución de un departamento integrado por profesionales con experiencia, procedentes del mundo de las ONG. Estos se esforzaron por abrir canales para la comunicación y la colaboración. También se incluyeron especialistas en ONG en las misiones encargadas de desarrollar proyectos del Banco en el extranjero; y en la sede central del Banco se constituyó un equipo bilateral (Banco Mundial-ONG) que condujo a un trabajo conjunto en las distintas áreas.

La sociedad civil es más amplia

De este modo, fue creciendo la implicación de las ONG en las actividades del Banco Mundial (3). En 1990, las ONG sólo tomaban parte en un 12% de los proyectos financiados por el Banco; esta proporción pasó a ser un 30% en 1995, y un 54 % en 1999, participación que en su mayoría corresponde a ONG de países en desarrollo.

El Banco comprobó que las ONG tenían una serie de ventajas respecto al sector público y al privado, como una mayor cercanía a los necesitados, menos gastos generales o más capacidad de innovación.

Hacia final de los años 90, advierte Edwards, comienza una tercera fase en la relaciones entre el Banco y las ONG. El Banco empieza a darse cuenta de que el coste de contar con las ONG es a menudo mayor de lo esperado, y a la vez advierte que la labor de sindicatos, Iglesias y asociaciones radicadas en el lugar de destino de las ayudas tiene un papel mucho más importante que el desempeñado por la intermediación de las ONG.

Más allá de las ONG convencionales (especialmente las del Norte), el Banco Mundial y las agencias de la ONU desean trabajar con una representación más amplia de la sociedad civil, para pulsar mejor las necesidades reales de los países en vías de desarrollo y mejorar la gestión de las ayudas.

James Wolfenshon, presidente del Banco Mundial, ha reforzado este enfoque con las directrices del «Comprehensive Development Framework». La idea es unir a todos los donantes en una sola estrategia de desarrollo para una nación, negociada entre gobierno, empresas y sociedad civil. Planes de este tipo estaban en marcha en 15 países el año pasado.

Quejas sobre las ONG

Esto ha llevado también a que el Banco sea más selectivo en sus relaciones con las ONG. Edwards constata que en los últimos años es cada vez más frecuente que los funcionarios del Banco se quejen de que no pocas ONG solo se representan a sí mismas y a menudo son poco competentes. También el secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha manifestado la necesidad de restringir más los procedimientos de acreditación de las ONG ante Naciones Unidas. Sin cuestionar el principio del compromiso cívico, se advierte que en la práctica puede ser distorsionado en favor de las voces y los intereses de un pequeño número de organizaciones del Norte, bien financiadas.

Edwards señala que las críticas al funcionamiento de las ONG tienden a centrarse en tres ámbitos: representatividad (en nombre de quién se habla), responsabilidad (quién soporta los costes y beneficios de las acciones de las ONG) y precisión (frente a la tendencia a disfrazar la complejidad con poderosas campañas de eslóganes).

Más de una vez, los puntos de vista de ONG del Norte y de ONG del Sur no coinciden. Si se trata de problemas como la deuda externa o la prohibición de minas antipersonas hay un sólido consenso; pero en otros campos relacionados con la globalización (especialmente el comercio y los derechos laborales) los puntos de vista son distintos.

Edwards recuerda que, hacia mitad de los años 90, ONG norteamericanas, diciendo representar el sentir del Sur, se oponían a la financiación de la Asociación Internacional de Desarrollo (AID, agencia del Banco Mundial), asegurando que sus proyectos tenían poco en cuenta la protección medioambiental. Sin embargo, muchas ONG del Sur (sobre todo de África) insistieron en que siguiera la financiación de la AID, pues la ayuda exterior se necesitaba urgentemente, aunque fuera imperfecta.

Empezar por la propia casa

Para mejorar la cooperación al desarrollo, sugiere Edwards, las ONG deben reforzar su funcionamiento democrático de gobierno y de responsabilidad. Como proveedores de servicios no lo necesitan; pero como agentes sociales, sí. La legitimidad de un agente social se deriva de su arraigo en la propia sociedad, de contar con una base comprometida y de las alianzas que puede establecer con otros elementos de la sociedad civil.

En segundo lugar, las ONG tienen que acostumbrarse a dedicar más tiempo y recursos al diálogo con otras instituciones y a sensibilizar a la opinión pública, en lugar de limitarse a hacer lobby de una postura predeterminada. Por ejemplo, los códigos de buena conducta de las multinacionales son poco útiles, a no ser que haya una presión de los consumidores para que se apliquen. Sin embargo, para movilizar a la opinión, las ONG se han centrado en problemas del Tercer Mundo, en vez de propugnar cambios del estilo de vida en su propio país. Pero asuntos como los cambios de modelos de consumo y de comercio en el Norte repercuten en todo el planeta.

En tercer lugar, hay una tendencia entre las ONG a «saltarse» el nivel nacional para ir directamente a Bruselas o a Washington en busca de soluciones. Esto es comprensible, pero, según Edwards, un error grave. Esta actitud aumenta la influencia de las instituciones multilaterales y descuida la formación de una coalición a nivel nacional, lo que es esencial para apoyar políticas reformistas de lucha contra la pobreza.

ACEPRENSA______________________________________________(1) Michael Edwards. Future Positive. International Co-Operation in the 21 st Century. Earthscan. Londres (1999). 292 pags.(2) Civil Society, Multilateral Institutions and the New Diplomacy. Conferencia pronunciada en la Universidad Menéndez Pelayo (Santander).(3) Para el caso español, ver: José Antonio Sanahuja, El Banco Mundial y la política española de desarrollo, abril 2000, 86 pags. (http://www.intermon.org/docs/espanya.pdf).

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