Arzobispo católico de Moscú: «La libertad religiosa está amenazada en Rusia»

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«Los últimos acontecimientos relativos a la situación de la Iglesia católica en Rusia nos hacen pensar que la libertad religiosa corre serio peligro en nuestro país», escribe el arzobispo católico de Moscú, Tadeusz Kondrusiewicz, en un comunicado publicado el 15 de abril. Este enérgico comunicado sale al paso de lo que califica como «una campaña organizada contra la Iglesia católica». Cuatro días después de esta nota, la crisis se agudizó cuando en el aeropuerto de Moscú se impidió la entrada, sin ninguna explicación, al obispo católico de Ikurstk (Siberia Oriental), el polaco Jerzy Mazur, que regresaba de un viaje a Polonia.

Mons. Kondrusiewicz denuncia una serie de acciones emprendidas contra la Iglesia católica, que «contradicen brutalmente la legislación rusa vigente» sobre la libertad religiosa, sin que las instituciones encargadas de velar por su cumplimiento presten atención a estos hechos.

Entre los hechos mencionados por Kondrusiewicz está la oposición de la Iglesia ortodoxa a la construcción de un templo católico en Pskov. El consejo diocesano ortodoxo de Pskov, dirigiéndose al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, ha pedido: «No se puede dar libertad de acción a los católicos en nuestro país… No ofendáis a nuestro pueblo con la presencia católica».

También llama la atención sobre la presencia de «innumerables piquetes, incluso junto a las iglesias católicas, con frases y consignas ofensivas para los católicos». Para el próximo 28 de abril está prevista una acción de este tipo a escala nacional.

Otro aspecto de las trabas a los católicos es que, como la mayor parte de los 215 sacerdotes católicos son extranjeros, deben renovar periódicamente sus visados, con la posibilidad de una negativa arbitraria. El comunicado denunciaba que recientemente el sacerdote italiano Stefano Caprio, que ha trabajado 12 años en Rusia sin queja por parte de las autoridades, ha sido privado en el aeropuerto de su visado, sin justificación alguna.

Kondrusiewicz muestra también su alarma ante el proyecto de ley que se discute ahora en el Parlamento acerca de los grupos religiosos tradicionales en el país, que «de ser aprobado, conduciría a la división de la sociedad y a la violación de las normas constitucionales sobre igualdad de todos los grupos religiosos». Además, los comunistas han presentado en el Parlamento una proposición para prohibir las cuatro diócesis católicas establecidas por la Santa Sede el pasado febrero. Todo esto lleva a pensar a Kondrusiewicz que «se está llevando a cabo una campaña previamente organizada contra la Iglesia católica.

Tras la expulsión del obispo Mons. Jercy Mazur, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, acusó a las autoridades rusas de «violar gravemente» los compromisos de respeto a la libertad religiosa asumidos por Rusia al firmar el acuerdo de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.

Un tono firme se advierte también en un largo artículo publicado en La Civiltà Cattolica por el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Cuando el pasado 11 de febrero la Santa Sede transformó las cuatro administraciones apostólicas de Rusia en diócesis de pleno derecho, el Patriarcado de Moscú lo denunció como una invasión de la Iglesia católica en lo que considera territorio canónico ortodoxo (ver servicio 26/02). En su artículo Kasper responde que la Iglesia católica es una Iglesia universal, para la que no existe un territorio exclusivo de una Iglesia nacional en el sentido étnico, cultural y político del término. La creación de diócesis responde a la necesidad de atender pastoralmente a los católicos que son ciudadanos rusos.

La concepción ortodoxa de una Iglesia que se identifica con los ciudadanos de un Estado hace que el Patriarcado de Moscú vea cualquier acción evangelizadora de la Iglesia católica como un acto de «proselitismo» ilegítimo. Según este criterio, escribe Walter Kasper, en Rusia se entiende por proselitismo «toda acción evangelizadora que se dirija directa o indirectamente a todos los no creyentes de la Rusia actual e incluso toda forma de presencia pastoral que ejerza o pueda ejercer cualquier atractivo sobre los no creyentes». Las conversiones de ortodoxos al catolicismo son pocas y espontáneas, dice Kasper, quien recuerda que «una Iglesia no puede rechazar a los que, con convicción sincera, desean formar parte de ella». El cardenal comprende que la Iglesia ortodoxa rusa afronta desde hace diez años una situación nueva en un mundo moderno pluralista y está a la búsqueda de su sitio. Pero advierte que «los argumentos que defienden una realidad rusa que ya no existe» y una relación entre Iglesia, pueblo y cultura «problemática desde el punto de vista teológico» y del de la libertad personal, no servirán para afrontar el futuro.

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