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Apoyar lo que va bien, frenar lo que va mal

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El Departamento de Educación británico ha decidido retirar a 14 organizaciones gestoras el permiso para crear nuevos colegios, al menos hasta que resuelvan los problemas –unos académicos, otros económicos– de algunos de sus actuales centros. Según informaThe Telegraph, estas organizaciones –entre las que están las dos más grandes– regentan en la actualidad 170 centros en toda Inglaterra.

Aunque el Departamento de Educación (con jurisdicción en Inglaterra) ha recordado que las 14 compañías afectadas representan solo una pequeña parte de las 350 registradas y aprobadas, los detractores de las escuelas concertadas han celebrado la decisión como una victoria.

Un modelo en auge
Tanto las academies como las free schools responden al modelo de los colegios concertados (España) o charter schools (Estados Unidos o Canadá); es decir, son financiadas con dinero público pero gestionadas de forma privada. La única diferencia entre ellas es que mientras las academies son resultado de la reconversión de antiguas escuelas públicas, las free schools son completamente nuevas. Tanto unas como otras pueden ser administradas por distintas organizaciones, generalmente sin ánimo de lucro. En la actualidad, la mayor parte pertenece a redes promovidas por universidades, instituciones religiosas o grupos de colegios.

Su financiación y control dependen directamente del Departamento de Educación, sin pasar por los distritos locales. Pueden desmarcarse del plan de estudios nacional, tienen libertad para fijar los contratos de los profesores –sin la intervención automática de los sindicatos– y la jornada escolar. No obstante, están sometidas a la evaluación de la Ofsted (Office for Standards in Education: la inspección educativa) exactamente igual que los centros públicos, y deben seguir las políticas locales vigentes en cuanto al acceso de alumnos.

Las escuelas autónomas pueden desmarcarse del currículum nacional, tienen libertad para fijar los contratos de los profesores y la jornada escolar

Aunque ya existían academies en Inglaterra antes del actual gobierno de coalición, desde 2010 han experimentado un auge espectacular, de 200 a más de 1.300. Las free schools sí son un producto creado durante el mandato conservador-liberal: las primeras abrieron en 2011. Actualmente hay cerca de 180, aunque ya han sido aprobadas otras ciento para el comienzo del curso próximo.

Hasta ahora, su rendimiento, medido tanto por las evaluaciones externas como por el interés despertado en los padres, ha sido alto. El 75% de las que han sido evaluadas por la Ofsted han obtenido una calificación de “buenas” o “excelentes”. Además, nueve de cada diez recibieron a principio de este curso más solicitudes que las plazas disponibles.

En el punto de mira de los sindicatos
La extensión de las free schools ha contado siempre con la oposición de los principales sindicatos de profesores, que ven en ellas una amenaza al statu quo.

El 75% de las escuelas autónomas que han sido evaluadas han obtenido una calificación de “buenas” o “excelentes”

Los argumentos aducidos por la National Union of Teachers (NUT) y por la NASUWT son muy parecidos. Se acusa a las free schools de fomentar la segregación social, de romper con el modelo de “escuela democrática” (por no estar bajo la supervisión de los distritos locales) y de empeorar las condiciones laborales de los profesores. Sin embargo, muchas de las acusaciones de NASUWT son interpretables en sentido contrario.

Llama la atención, por ejemplo, que se critique al Departamento de Educación por permitir que abran nuevas free schools en zonas donde sobran plazas escolares en los centros públicos. Según el sindicato, esto supone “incrementar la ineficiencia del gasto”.

A este argumento –que ni siquiera se plantea la posibilidad de cerrar una escuela pública– otros responden que la mayor ineficiencia del gasto es continuar financiando un colegio que tiene malos resultados. Si los padres demandan plazas en las free schools en vez de las públicas, será porque consideran que la calidad es mejor. En cualquier caso, si los resultados fueran malos, el Departamento de Educación podría cerrarla o dejarla en manos de la administración pública, como ya hizo con varias escuelas del operador E-ACT. Precisamente esta es una ventaja del modelo.

Otra de las críticas a estas escuelas es que no son controladas por la comunidad local. Sin embargo, bajo esta acusación subyace la mentalidad de que la “comunidad local” no son tanto los padres, que eligen la escuela de sus hijos, como los administradores públicos del distrito. Además, aunque el distrito no supervise ciertos aspectos del funcionamiento de estas escuelas, sí lo hace el propio Departamento de Educación. Como bien explica NASUWT, el proceso para poder abrir una free school es exigente, e incluye la presentación de dos documentos donde se exprese, entre otras cosas, el proyecto curricular del centro, la demanda de un grupo suficiente de padres, un plan financiero detallado que asegure la solvencia del colegio y el compromiso de someterse a las evaluaciones de la Ofsted.

El Departamento de Educación británico ha decidido retirar a 14 organizaciones gestoras el permiso para crear nuevos colegios hasta que mejoren sus resultados

Mitos sobre la educación pública
En muchos países, la educación pública no tiene buena prensa. A pesar de los esfuerzos de los que se autodenominan sus “defensores”, subsiste la idea de que las aulas de los centros estatales son un premio de consolación para quien no puede acceder a las concertadas o privadas.

Recientemente, dos investigadores norteamericanos han publicado un libro titulado 50 mitos y mentiras que amenazan las escuelas públicas americanas, analizando precisamente esas ideas negativas sobre la educación pública. Según ellos, su mala prensa en Estados Unidos se debe más a percepciones subjetivas que a datos objetivos. Por ejemplo, explican que la diferencia de resultados académicos (a favor de las privadas) casi desaparece cuando se iguala el estrato socioeconómico de los colectivos comparados.

Sin embargo, también señalan que la percepción sobre las escuelas privadas es mejor entre los padres que llevan a sus hijos a estos colegios (y por tanto tienen una experiencia directa) que entre los que no, particularmente en lo relacionado con el apoyo al estudiante, el clima general del colegio, o la relación entre padres y escuela.

Esto apoya la idea de que la decisión de elegir una escuela privada o concertada no se debe solo a la calidad educativa, sino también a otros factores, por ejemplo la disciplina. Toby Young, conocido periodista y escritor inglés, y fundador de una de las primeras free schools del país, señalaba recientemente en una entrevista al periódico Magisterio (19 de marzo) que la disciplina es uno de los ejes de su proyecto educativo. Otro es la enseñanza exigente de materias “clásicas” como historia, música o latín, junto con un énfasis en las habilidades dialécticas de los estudiantes.

El éxito de las escuelas de Young, que cuentan con una proporción de alumnos desfavorecidos y de minorías étnicas similar a la de la media nacional, demuestra la importancia de la libertad curricular, y de romper con determinados mitos pedagógicos.

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