Alemania y Francia: dos modos de abordar las leyes sobre fecundación artificial

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El Senado francés ha refrendado, con algunos cambios, el primero de tres proyectos de ley sobre cuestiones de bioética que la Asamblea Nacional había aprobado en 1992 (ver servicio 174/92) y quedaron pendientes a causa de la convocatoria de elecciones el año pasado y la consiguiente disolución del Parlamento. En lo relativo a la fecundación in vitro, la nueva regulación legal contiene aspectos positivos, como la prohibición de la maternidad de alquiler y de la experimentación con embriones. Pero la ley se queda corta en otros puntos, admite diversas excepciones a lo que prohíbe y no concede un estatuto jurídico al embrión.

El debate en el Senado ha estado acompañado de otro en los medios de comunicación, centrado básicamente en el proyecto de regulación de la fecundación in vitro.

El riesgo de la eugenesia
Un primer grupo de críticos del proyecto está encabezado por Jacques Testart -pionero de la fecundación in vitro en Francia, que después abandonó esta práctica-, quien publicó un artículo al respecto en Le Monde, firmado también por otros médicos e investigadores. Las objeciones de Testart se refieren básicamente a la lógica selectiva que anima la fecundación artificial y que acaba llevando a la eugenesia.

Hay que tener en cuenta que, aunque comenzó siendo un procedimiento para ayudar a matrimonios estériles, la fecundación in vitro lleva camino de convertirse en un medio de conseguir niños a la carta. Presupone en los padres una lógica posesiva, de producción, no de donación amorosa. Las recientes anécdotas difundidas por los periódicos de parejas que eligen la raza o el sexo de su hijo a capricho (en España sólo está permitido en caso de enfermedades ligadas al sexo) son una manifestación de esta dinámica interna.

Testart alega que el resultado de esta conducta, lógica si se acepta la fecundación in vitro como procedimiento institucionalizado para traer niños al mundo, es la eugenesia; pero no una eugenesia limitada a evitar niños defectuosos, sino inevitablemente abocada a planear las condiciones de los no nacidos, efectuando una selección cada vez más estricta y exigente: sólo una pequeña fracción de los embriones que se producen anualmente en Francia alcanzan su destino.

Dinámica de dominio
Sin embargo, la ministra de Sanidad y Asuntos Sociales, Simone Veil, interrogada al respecto (Le Monde, 15-I-94), no opina de la misma manera. Aunque barrunta la nueva eugenesia que se viene encima, se limita a afirmar que la medicina predictiva, orientada a conocer enfermedades antes de que se produzcan, «suscita y suscitará problemas considerables»; y que «será necesario, en un futuro cercano, legislar en el terreno de la Medicina predictiva». Pero no ha captado la correlación entre la permisión del diagnóstico pre-implantatorio (para detectar posibles defectos en los embriones creados in vitro antes de que sean implantados en el útero) y una futura eugenesia generalizada. Por el contrario, se muestra a favor de permitir dicho diagnóstico al menos en casos y con procedimientos excepcionales (quizá sólo en los tipos de enfermedades contemplados en la ley).

Esta cuestión no fue discutida en la Asamblea Nacional en 1992. El Senado, por su parte, ha optado por prohibir todo tipo de diagnóstico pre-implantatorio. Simone Veil considera que sería muy duro, pudiendo practicarlo, dejarlo sin hacer, pues supondría permitir que un matrimonio que recurre a las técnicas de reproducción asistida tenga un niño enfermo, pudiendo tenerlo sano. Esta es la filosofía de poder manipulativo que anima al proyecto de ley en su conjunto. Para que la cosa no vaya demasiado lejos, se intentan limitar los delirios eugenésicos mediante una legislación que ordene del mejor modo posible el estado de cosas producido. El camino más correcto habría sido poner barreras éticas antes que aceptar la dinámica del dominio-control.

La ministra afirma que el motor del proyecto de ley ha sido aliviar el sufrimiento psicológico de las parejas sin hijos; por esta razón se han dado por buenos los proyectos de reproducción asistida. El problema reside en que los medios autorizados para solucionar ese problema son completamente desproporcionados: conducen, como ha alegado Testart, a una dinámica de eugenesia. Un miedo indefinido al poder de la técnica mueve a imponer ciertos límites. Pero este miedo no es constructivo si no se llega a la raíz, la protección del embrión humano manipulado.

Embrión desprotegido
Ésta es, pues, la principal dificultad que cabe atribuir al proyecto: una inadecuada protección al embrión humano. El cardenal Jean-Marie Lustiger ha sido el principal portavoz de esta objeción. A diferencia del de Testart, sus argumentos no se queda en el temor al «adónde vamos a ir a parar».

El cardenal, aparte de alegar que algunos artículos del proyecto son una nueva legislación matrimonial enmascarada, sostiene que la prohibición de ciertas formas de procreación asistida, presente en el proyecto francés, supone implícitamente la aprobación de las demás. Como la dinámica interna de la fecundación in vitro considera al niño objeto de producción, esa prohibición de ciertas prácticas sólo sería capaz de parar durante una temporada una marea cuyas olas serán las nuevas técnicas que se vayan inventando.

Como solución genuina al problema de la protección del embrión, amenazado por la dinámica interna del proyecto francés, el Card. Lustiger se fija en el modelo legal alemán. A diferencia de la francesa, la ley alemana (ver servicios 118/90 y 172/90) se limita a establecer qué es el embrión y a prohibir, coherentemente, toda clase de prácticas no encaminadas a obtener nacimientos: producir más embriones de los que se van a implantar (en Francia hay 68.000 embriones congelados en espera de una decisión y, de ellos, unos 1.800 son huérfanos), o emplearlos para cualquier otro fin distinto de implantarlos a un matrimonio estéril (el proyecto de ley francés no resuelve el problema de qué hacer con los embriones congelados sin dueño ni nadie que se interese por ellos).

De este modo, la ley alemana enfoca derechamente el establecimiento de la protección del embrión; al no pronunciarse sobre la fecundación in vitro, no la refrenda: simplemente la tolera. En Francia, al igual que ya sucede en España y otros países, la legislación pretende regular la fecundación in vitro. El resultado es una aprobación implícita de sus técnicas, con lo que llevan consigo, en el presente (embriones «sobrantes») y en el futuro (eugenesia total). Y el Card. Lustiger pone sobre el tapete que este modo de legislar no protege al embrión.

A merced de la sensibilidad social
La posibilidad de legislar un estatuto del embrión, siguiendo así el modelo alemán y la postura defendida por el Card. Lustiger, fue considerada por el gobierno francés, que la descartó. Mientras que la ley alemana comienza declarando que el embrión humano existe desde la unión de un espermatozoide y de un óvulo, la ministra Simone Veil alega que para llegar a dicha definición en la pluralista sociedad francesa sería necesaria una discusión sumamente profunda y compleja, que demoraría la entrada en vigor de la ley; y que, de todos modos, el proyecto actual ya asegura la protección del embrión.

Resulta digno de destacar que el proyecto de ley francés no ofrece ninguna razón coherente para prohibir las prácticas que excluye. La ley alemana, al establecer el origen de la vida humana en un punto determinado, tiene un argumento para prohibir ciertas prácticas que atentan contra el embrión, aunque renuncie a reprobar sin más la fecundación in vitro.

El proyecto francés, por el contrario, prohíbe algunas técnicas de reproducción asistida solamente porque hieren la sensibilidad moral actual. Si, en un futuro, la opinión cambia, como afirma la propia Mme. Veil, no habrá inconveniente en aceptar prácticas ahora proscritas.

Margen de seguridad
La argumentación sobre la dificultad de definir qué es el embrión humano sirve así para que las parejas que lo deseen puedan lograr que los médicos produzcan un hijo para ellas. Un efectivo interés por proteger al embrión humano llevaría, en primer lugar, a legislar con un margen de seguridad. Posteriormente, una vez estudiado el problema con detalle, se podría precisar el momento en que la ley ha de considerar que comienza la vida humana y regular la consiguiente protección. Sin embargo, el legislador francés razona al revés: como esa discusión no está clara de entrada, vamos a dejar al embrión indefenso.

La definición alemana del comienzo de la vida humana despierta recelos, como si se tratara de una imposición dogmática. La ministra de Sanidad francesa alega la pluralidad de opiniones que existe al respecto como argumento para no entrar en esa espinosa cuestión. Pero la declaración de la ley alemana no es filosófica o dogmática, sino una definición legal: a efectos legales se considera que el embrión es humano a partir de la fecundación. Indudablemente, muchos estarán de acuerdo en que esta definición legal refleja exactamente la realidad. Pero, para quien piense lo contrario, no supone una imposición, sino una medida de seguridad, que garantiza protección al embrión humano.

Por poner un ejemplo clásico: las legislaciones suelen obligar a mantener un cadáver sin enterrar durante un periodo de tiempo, normalmente 24 horas. El origen de esa medida se remonta a los miedos del siglo pasado a ser enterrado vivo: con las historias de catalepsia de la época y las dificultades para diagnosticar la muerte, la medida era sumamente razonable. Hoy día, el diagnóstico de la muerte se ha afinado extraordinariamente. Sin embargo, la norma sigue en vigor. Muy de vez en cuando ocurre que alguien despierta en el depósito de cadáveres. Esas pocas anécdotas permiten ver la prudencia de conservar una norma exagerada: es una garantía que de vez en cuando muestra una utilidad palpable como defensa del «fallecido».

Análogamente, considerar humano, a los efectos legales, al embrión de una célula puede ser una molestia para quienes se dedican a la fecundación in vitro, pues les somete a numerosas limitaciones; pero es la manera más eficaz de proteger, tanto a ese embrión de una célula, como a los embriones más desarrollados. Si se admite que el embrión de un día se puede manipular, ¿por qué no el de dos, o el de ocho, o el de quince días, o el de un mes? En suma, si se acepta la manipulación, bendiciéndola con la ley, aunque sea limitadamente, no hay manera de establecer posteriormente una defensa coherente del no nacido. Resulta preferible pasarse y defender incluso los embriones que no todos están de acuerdo en defender.

Antonio Pardo es profesor del departamento de Bioética de la Universidad de Navarra


La ley francesa sobre la asistencia médica a la procreación

Limita su aplicación al remedio de la esterilidad y prohíbe experimentar con embriones

La legislación sobre procreación médica asistida, aprobada en primera lectura por el Senado francés, limita el uso de esta técnicas al remedio de la esterilidad, prohíbe experimentar con embriones y excluye el diagnóstico pre-implantatorio. El texto ha recibido críticas por las numerosas excepciones previstas en la ley, lo que hace difícil controlar su aplicación.

Las nuevas normas se incluyen dentro de un proyecto de ley sobre «Donación de órganos y tejidos y procreación médica asistida». El Senado ha precisado más un texto bastante parecido al que ya fue votado por la Asamblea Nacional en noviembre de 1992 (cfr. servicio 174/92). Este nuevo texto será devuelto dentro de unos meses a la Asamblea Nacional. El proyecto ha sido aprobado por una amplia mayoría, con el voto en contra de los socialistas, que critican sobre todo la prohibición de experimentar con embriones.

Las principales disposiciones de la ley aprobada en el Senado son las siguientes:

  • La llamada «asistencia médica a la procreación» tendrá «por objeto exclusivo remediar una esterilidad médicamente comprobada», aunque también se admite para «evitar la transmisión al niño de una enfermedad particularmente grave e incurable». Se niega, pues, cualquier pretensión de utilizar la fecundación artificial con el fin de elegir el sexo u otras características del hijo.
  • Podrán recurrir a estas técnicas las parejas formadas por un hombre y una mujer, en edad de procrear, que estén casados o vivan juntos desde hace dos años. Se excluye, pues, a mujeres solas, a parejas de lesbianas, a las mujeres que han entrado en la menopausia y a las viudas que quieran utilizar el esperma conservado de su difunto marido.
  • No habrá ningún lazo de filiación entre el donante de esperma y el hijo. En cambio, el hombre que da su consentimiento para el recurso a la procreación médicamente asistida no puede renunciar a su paternidad legal.
  • El embrión concebido in vitro debe ser implantado en los ocho días siguientes a la concepción. Pero no desaparece la práctica de la congelación de embriones sobrantes: la ley permite conservarlos, a disposición de los padres, durante cinco años. Para limitar el número de «embriones supernumerarios», la ley prevé, «a título excepcional», la donación del embrión a otra pareja que no pueda tener hijos de otro modo; este acto requiere autorización judicial y permiso de la pareja origen de la concepción.
  • La ley prohíbe la experimentación con embriones, en contra de lo que había sido admitido, con reservas, por la Asamblea Nacional. Como excepción, permite que, con una finalidad médica, puedan realizarse estudios basados en una observación que «no atente contra la integridad del embrión».
  • La ley precisa que el diagnóstico prenatal, dirigido a «prevenir o tratar una enfermedad de particular gravedad», sólo puede realizarse sobre el embrión cuando está en el seno materno y no in vitro.
  • Se prohíbe el diagnóstico pre-implantatorio de los embriones concebidos in vitro. Se pretende cerrar así la puerta a la eugenesia, que podría llevar a recurrir a este diagnóstico para escoger los embriones más aptos o de determinadas características. Esta prohibición ha sido introducida por los senadores en el texto del gobierno, que no decía nada al respecto.
  • Ha quedado en suspenso el delicado problema de la destrucción de los embriones sobrantes cuando se haya pasado el plazo de cinco años sin que los padres hayan hecho otra demanda de implantación o permitido su donación a otra pareja. Los senadores han aprobado un periodo transitorio de tres años para ver si las medidas ahora aprobadas reducen el actual stock de embriones supernumerarios.
  • Las donaciones de órganos y de sangre serán siempre gratuitas y anónimas.

No prosperó una enmienda, presentada por el grupo centrista, para que se reconociera que «el embrión, desde su concepción, es una persona humana en potencia; por eso, tiene derecho a que se respete su ser». Los senadores temieron que este reconocimiento entrara en contradicción con la ley que admite el aborto.

En Francia nacen mediante la fecundación in vitro 5.000 niños al año (6 por cada 1.000 nacidos). Unos 300 embarazos se obtienen mediante la utilización de embriones congelados. El número de embriones conservados actualmente en los diversos laboratorios se estima en 68.000.

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