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Alemania permite la cooperación “altruista” al suicidio

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El Parlamento Federal alemán aprobó recientemente una ley que permite el suicidio asistido por motivos “altruistas”. La nueva ley ha suscitado numerosas polémicas, también porque su formulación se presta a ambigüedades.

El 6 de noviembre, tras una sesión plenaria de tres horas, el Bundestag alemán aprobó la llamada “ley del suicidio asistido” con 360 votos a favor y 233 en contra. Cuatro proyectos de ley fueron sometidos a tres rondas de votaciones, tras las cuales salió elegido el promovido por Michael Brand (democristiano) y Kerstin Griese (socialdemócrata).

Una palabra de connotaciones funestas

Era presumible que el término “eutanasia” no apareciera en la formulación de la nueva regulación, dadas las connotaciones que guarda en relación con la época nazi. Entre 1939 y 1945, más de 200.000 personas discapacitadas fueron asesinadas por considerarse “vidas indignas de ser vividas”, según la terminología nazi. La ley recién aprobada se refiere a “suicidio asistido” o “suicidio activo asistido”.

“Las personas ancianas o gravemente enfermas no deberían ser empujadas a suicidarse” (Josef Schuster, de la Asociación de Médicos Alemanes)

Hasta ahora, el “suicidio asistido” en Alemania se movía en la difusa frontera de la legalidad, ya que las leyes lo consentían tácitamente. No estaba permitido, aunque tampoco prohibido: los médicos podían acelerar la muerte de un paciente terminal, si este lo solicitaba, mediante altas dosis de analgésicos o interrumpiendo el tratamiento. También se permitía que un paciente tomara por sí mismo alguna droga letal. No obstante, existía la pena de un año de prisión para la persona que ayudara físicamente a un paciente a suicidarse y no llamara a los servicios de emergencia.

El debate no ha terminado

Como expone Der Spiegel, todos los políticos alemanes, a favor o en contra de la nueva ley, reconocen que se trata de uno de los proyectos más espinosos de la actual legislatura. Las inevitables connotaciones con la época nazi hacen que más de uno se pregunte si acaso el Parlamento alemán no estará amenazando el derecho fundamental a la vida, introduciendo una nueva variante de “vida indigna de ser vivida”. Todo apunta a que la votación del pasado día 6 ha pretendido poner coto a un debate que está lejos de concluir.

En noviembre de 2014, el Bundestag realizó una primera discusión donde la gran mayoría de parlamentarios mostró su oposición a legalizar el suicidio asistido. En julio pasado, la Cámara reinició el debate, que pronto se convirtió en una encendida polémica que ha traspasado las fronteras de los partidos. Han destacado posturas como la de Ulla Schmidt, del Partido Socialdemócrata (SPD), quien expresó su preocupación sobre el vínculo entre la ley y el procedimiento de los nazis. En esta misma línea, Katrin Göring-Eckhardt, de Los Verdes, habló del peligro de crear una sociedad donde se espera que “los ancianos enfermos y necesitados pongan fin a sus vidas”. Patrick Sensburg, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), dijo que “ayudar a una persona a suicidarse no es una acción humanitaria” y que “el suicidio asistido no puede ser una alternativa a los cuidados paliativos”.

Según una encuesta sobre este y otros temas, publicada en julio por Infratest Dimap, un 12% de los alemanes se opone a toda forma de eutanasia, un 38% defiende el suicidio asistido y un 43% apoya tanto el suicidio como la eutanasia administrada por un médico.

Ambigüedad

De las cuatro propuestas sometidas a votación, la mayoría de los diputados –incluida la canciller Angela Merkel– se decantaron por una considerada intermedia, que permite el suicidio asistido para adultos plenamente conscientes con enfermedad terminal y dolor extremo. Puede facilitarlo el cónyuge o un médico que obre “por motivos altruistas”. En cambio, estará penado con tres años de cárcel “promover [el suicidio] por motivos de negocio”, en referencia a organizaciones como Dignitas y Exit en Suiza, Bélgica y Holanda.

La ambigüedad de la nueva ley abrirá una época de gran incertidumbre legal

La antigua ministra de justicia, Brigitte Zypries (SPD), ha señalado que la ambigüedad del texto “abrirá una época de gran incertidumbre legal” en el país. “¿Cuándo podemos decir que un médico actúa ‘por motivos de negocio’?”, se pregunta. Zypries confía en que la nueva ley será recurrida en el Tribunal Constitucional. Otros parlamentarios también han destacado cómo este lenguaje ambiguo no favorece a nadie, y menos a los médicos.

Tal vez la oposición más sonada ha sido la de Josef Schuster, médico y miembro del comité ético de la Asociación de Médicos Alemanes. “Las personas ancianas o gravemente enfermas no deberían ser empujadas a suicidarse”, declaraba Schuster días antes de la votación en el Bundestag. “El suicidio asistido no debe convertirse en un servicio regularmente administrado por los médicos como alternativa a los cuidados paliativos”.

La reforma de los cuidados paliativos

Paradójicamente, al tiempo que se presentaban las primeras propuestas para el suicidio asistido, el Bundestag planteaba una reforma de los cuidados paliativos, que fue finalmente aprobada el 5 de noviembre. Esta reforma incluye un aumento de los fondos públicos destinados a los hospitales para niños y adultos terminales, así como a la atención de pacientes externos. “Las personas gravemente enfermas deberían poder vivir con la certeza de que, en la última fase de su vida, no estarán solos y serán apoyados y cuidados en todos los aspectos”, afirmaba Hermann Gröhe, ministro de Sanidad. Según un reciente estudio, cada año en Alemania solamente un tercio de las personas en situación de recibir cuidados paliativos se beneficia de ellos.

Pero la reforma llega un día después de que la misma cámara diera luz verde al suicidio asistido. Tal vez, de haberse aprobado antes, la mejora efectiva de los cuidados paliativos en ese país hubiera hecho superflua esta segunda regulación.

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