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25 años de “charter schools”: muchas luces, algunas sombras

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¿Es la mayor autonomía en la gestión una garantía para el éxito de un colegio? Depende de para qué se emplee. Algo tan obvio explica que entre las charter schools (CS) exista una gran diferencia en cuanto al rendimiento académico, más que entre las escuelas públicas, aunque predominan los buenos resultados. Para los próximos años queda un reto: seguir aumentando la capacidad de elección de los padres y al mismo tiempo contribuir a integrar una sociedad fuertemente segregada.

En 1991, el estado de Minnesota aprobó la primera ley que contemplaba la creación de escuelas públicas de gestión privada, las CS. La idea partió de Albert Shanker, un conocido sindicalista norteamericano. En 1987 Shanker visitó una escuela en Suecia: le fascinó la autonomía de los profesores en todos los aspectos. También le gustó que la admisión y el agrupamiento de alumnos hubieran sido diseñados para mezclar en cada clase a estudiantes de todos los estratos socioeconómicos.

Reducir la rotación de profesores es un objetivo importante para los próximos años

A su vuelta, Shanker comenzó a movilizarse para implantar un modelo parecido en su país. Pensaba que podía ser un estímulo para una red pública que estaba fracasando en varios aspectos: el nivel académico y de disciplina era bajo, en parte por la poca motivación de unos profesores que apenas tenían voz en la gestión del centro; además, tampoco se estaba consiguiendo el objetivo de la integración: estudiantes ricos y pobres se concentraban en diferentes colegios.

La palabra charter (carta constitutiva) sugería a Shanker la idea de unas escuelas autónomas, guiadas por unos principios establecidos por los profesores. Gracias a esta libertad de actuación, servirían como pequeños laboratorios pedagógicos, de forma que sus éxitos se pudieran replicar en los centros estatales. Si, por el contrario, no mejoraban los resultados, perderían la financiación pública. Por otro lado, la mezcla de alumnos de todas las etnias y clase sociales sería un principio rector.

Las charter, en números

25 años después de la ley de Minnesota, hoy día existen –según datos de la National Alliance for Public Charter Schools– cerca de 6.800 CS en todo el país, que ofrecen una opción gratuita a familias que de otro modo no tendrían otra que la escuela pública de su zona. En total, las CS escolarizan a casi tres millones de estudiantes (en el último curso crecieron en 250.000), un 6% de todos los matriculados en la red pública. Aunque la prensa suele centrarse en las grandes cadenas de colegios gestionados por una misma entidad (generalmente sin ánimo de lucro), estas solo representan el 40% del total. El 60% restante son, por tanto, escuelas independientes, gestionadas por equipos de profesores, asociaciones de padres, comités vecinales, etc. Están extendidas por casi todo el país, aunque tienen especial desarrollo en el sur y el oeste, además del Distrito de Columbia, donde más del 40% del alumnado público asiste a uno de estos centros.

Algunas características distinguen a las CS de los centros públicos. Por ejemplo, el tamaño: la mayoría (51%) escolarizan a menos de 300 alumnos, mientras que en la red estatal este tipo de escuelas apenas supone un 30% del total. Además, ocho de cada diez CS están situadas en grandes poblaciones, tanto dentro de la ciudad como en las zonas residenciales periféricas (suburbs), por solo un 56% de las públicas.

Las escuelas “chárter” son más diversas entre sí que las estatales, en cuanto a la concentración racial y socioeconómica, y a los resultados

Un punto muy debatido es la composición racial y socioeconómica de las CS. Algunos estudiosos consideran que la evolución de este modelo lo ha alejado de la idea original de Shanker, y proponen algunas medidas para recuperar el carácter integrador. Lo cierto es que ya la primera ley de Minnesota, a pesar de insistir en la convivencia de todas las razas y clases sociales como una característica importante, señalaba como prioridad que se abrieran este tipo de escuelas en barrios con una mayor concentración de alumnos desaventajados. Debido en parte a la dinámica segregadora de las principales ciudades estadounidenses, hoy en día un importante porcentaje de las CS tienen una población estudiantil mayoritariamente negra (un 24%, por solo un 9% de las públicas) o hispana (23%; 15% en la red estatal).

Lo mismo ocurre con el estatus socioeconómico: en cuatro de cada diez CS, más del 75% de los alumnos podrían recibir subvención total o parcial para el comedor escolar (una forma de medir la pobreza); esto solo ocurre en una cuarta parte de los centros públicos.

Diversidad: en los extremos de la tabla

Se puede decir, por tanto, que en general las CS atienden a la población desaventajada en mayor medida que las públicas. A cambio, el porcentaje de estudiantes con necesidades educativas especiales o con bajo nivel de inglés es mayor en las aulas estatales.

Ahora bien, la mayor tasa de alumnos pobres y de minorías étnicas en las CS deriva en parte de que muchas de ellas están situadas en el interior de las ciudades, donde hay más segregación racial. Para eliminar este factor de distorsión en la comparación, un minucioso estudio publicado por el American Enterprise Institute ha investigado las diferencias raciales, socioeconómicas y educativas en los alumnos de los colegios situados en un mismo barrio.

Actualmente existen más de 6.700 “charter schools”. Solo un 40% pertenece a alguna red

La principal conclusión del estudio es que las CS son más diversas entre ellas y respecto a las públicas de su mismo barrio que estas últimas entre sí. La diversidad se produce, además, en los dos extremos de la comparación. Por ejemplo, un 17% de las charter estudiadas tienen una proporción de alumnado negro sustancialmente superior a la media de los centros públicos de alrededor; por otro lado, en un 8% la concentración de estudiantes negros es sustancialmente inferior. Los colegios estatales son mucho más homogéneos: solo un 5% sobresale por cada uno de los dos extremos. Algo semejante ocurre con los estudiantes hispanos.

Suele decirse que parte del éxito de las CS es consecuencia de que acogen a pocos estudiantes con necesidades educativas especiales o con bajo nivel de inglés. En efecto, hay muchos menos alumnos del segundo tipo que en las escuelas públicas; pero en cuanto a los del primer tipo, la diferencia es pequeña.

El estudio examina también la idea de que los buenos resultados académicos de las CS se deben en parte a su rígida disciplina. Los datos demuestran que hay unas cuantas charter que castigan a sus alumnos con más frecuencia que los centros públicos, pero es mayor el número de las que castigan menos.

Pobreza y resultados

En cuanto a la concentración de la pobreza, volvemos a observar el mismo fenómeno: las charter sobresalen por los dos extremos, mientras que el panorama es más homogéneo en los centros públicos. No obstante, incluso en estos se percibe una importante estratificación: esto parece indicar que también en la red estatal hay padres que eligen el colegio de su hijo teniendo en cuenta el perfil socioeconómico del alumnado.

La mayor heterogeneidad de las CS se percibe también en el nivel académico: un 44% de sus alumnos obtienen puntuaciones notablemente más altas que los de los colegios públicos cercanos. Es también significativa, aunque menor, la proporción de CS que dan peores notas: el 34%. Entre los colegios públicos, las diferencias no son tan grandes.

Objetivos para los próximos 25 años

Recientemente se han publicado varios libros para conmemorar el 25 aniversario de las charter schools. Uno de ellos, The Founders. Inside the revolution to invent (and reinvent) American’s best charter schools, estudia los comienzos de este movimiento y el modelo de las escuelas más exitosas. En el prólogo, Arne Duncan, secretario de Educación de Estado Unidos, señala algunos de los retos que quedan por afrontar en los próximos 25 años. Uno es la atención a estudiantes con bajo nivel de inglés o dificultades de aprendizaje, de los que hoy en día se encarga mayoritariamente la red pública. Otro es la mayor integración socioeconómica y racial, aunque Duncan reconoce que en muchos casos la concentración de un alumnado homogéneo en las CS haya sido la consecuencia de optar deliberadamente por establecerse en los barrios más pobres.

Según la idea original, las notas que definirían las “charter schools” serían la innovación pedagógica, la autonomía de los profesores y la integración social

También es necesario reducir la rotación de profesores, claramente mayor que en los centros públicos. Según algunos estudios, buena parte de la diferencia viene determinada por las características del profesorado (más joven, con menos experiencia, menos sindicado) y de los propios colegios (barrios deprimidos, alumnos más problemáticos). En todo caso, la escasez de docentes experimentados supone un obstáculo importante para mejorar el rendimiento académico.

Con todo, las CS cuentan con una creciente aceptación por parte de los norteamericanos. Haciendo balance de estos 25 años, es fácil entender por qué: han ampliado enormemente la capacidad de elección de muchas familias, especialmente las más vulnerables, y han construido un modelo que, con la lógica variedad que da la libertad pedagógica, ha resultado bastante exitoso.

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