Por qué Uganda ha tenido más éxito en la lucha contra el sida

publicado
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Entrevista
Los factores más decisivos son los cambios en la conducta sexual, la lucha contra la pobreza y la mejora del estatus social de las mujeres

Alrededor de 1990 en Uganda, la prevalencia estimada del sida alcanzó un máximo del 20% de la población. Ahora está entre el 6% y el 7%, y Uganda se ha convertido en modelo de prevención del sida para los demás países africanos. Angelina Kakooza-Mwesige, pediatra del hospital Mulago, el más grande del país, cuenta en una entrevista («MercatorNet», 18-04-2006) qué ha ocurrido en Uganda. Su experiencia es que la solución no es más preservativos, sino cambios en la conducta sexual, la lucha contra la pobreza y la mejora del estatus social de las mujeres.

— Uganda ha tenido un notable éxito en la lucha contra el sida. ¿Cuáles han sido los principales factores de este éxito?

— En primer lugar, hemos contado con la valentía y el empeño del presidente, Yoweri Museveni, cuya franqueza en el debate sobre el sida y los comportamientos sexuales contribuyó a que la población captara la magnitud del problema. A continuación se optó por conseguir que la población cambiara su comportamiento para evitar el riesgo, y no solo reducirlo, como hacen los programas de prevención centrados en la difusión de preservativos.

El mensaje sobre el cambio de comportamiento fue muy claro y práctico: A (abstinencia), B (fidelidad) y, si no se vive lo anterior, C (condón). Para la Iglesia católica, la C indica Carácter, formación del carácter. El hecho fue que la campaña ABC produjo un cambio de conducta: personas sexualmente activas decidieron ser fieles a una sola pareja y otras resolvieron retrasar el comienzo de las relaciones sexuales. Según el informe «Uganda’s Demographic and Health Survey 2000-2004», el 93% de los ugandeses cambió su comportamiento sexual para evitar el sida.

Hay otros muchos aspectos importantes de la campaña: empezó a impartirse educación preventiva contra el sida en las escuelas de primaria, antes de que los chicos comenzaran la actividad sexual; los líderes religiosos pusieron a disposición sus asociaciones para difundir la campaña; las personas infectadas participaron en actividades de prevención, etc.

El objetivo básico era infundir miedo hacia la enfermedad, que es realmente terrible, para que la gente reflexionara sobre el riesgo de tener ciertos comportamientos y motivarles a cambiar. Al mismo tiempo, comenzamos a luchar contra la estigmatización de las personas infectadas porque eso les privaba de las posibilidades de tratamientos y cuidados, y contribuía a que extendieran la enfermedad. Hemos trabajado mucho para sustituir la negación por la comprensión. También ha sido muy importante el avance social de las mujeres y, por supuesto, la mejora en el acceso a los antirretrovirales.

— Los expertos occidentales no tienen mucha fe en la capacidad de los jóvenes para ser castos y fieles. ¿Fue muy difícil que los jóvenes ugandeses se tomaran este mensaje en serio?

— Siempre es difícil de entrada difundir este discurso entre los jóvenes. Muchos piensan que es imposible. Sin embargo, una vez que comprueban la verdad del mensaje y sus ventajas, se convierten en sus firmes defensores y lo apoyan entre sus coetáneos. Existen varios grupos de jóvenes, como Youth Alive y Ma-Play, que están convencidos del mensaje, lo difunden entre sus compañeros y tratan de ayudarles a llevarlo a cabo.

— ¿Hay dificultades provocadas por el estatus de la mujer en el país? ¿Es un problema especial la poligamia?

— Sí, existen muchos problemas en ese ámbito. Todavía hay una desigualdad de género que subordina los derechos de la mujer a los de los hombres en las relaciones sexuales. Muchas mujeres son dependientes social y económicamente de los hombres, y algunas no tienen la capacidad de decir «no» a un marido infiel. La poligamia es un problema real. El 32% de las ugandesas viven en uniones polígamas.

— ¿Es un gran obstáculo la pobreza para cambiar el comportamiento sexual de la gente?

— Fundamental. Algunas adolescentes pueden empezar a tener relaciones sexuales a cambio de poder comprar ciertas cosas o para sentirse aceptadas en actividades que les permitan formar parte del grupo de amigos. Algunos padres dan a sus hijas en matrimonio para conseguir una dote que les permita hacer frente a las necesidades de su familia. Algunas mujeres que no están casadas o son viudas y pierden su empleo, pueden verse en la necesidad de intercambiar sexo por dinero, para comprar ropa y alimentos o pagar el colegio de los hijos.

Carolyn Moynihan

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