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Las células madre, una investigación controvertida

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En 1998 se publicaban en revistas médicas los primeros trabajos sobre células madre (stem cells) obtenidas de embriones humanos. Tres años más tarde se han convertido en materia de declaraciones de presidentes de gobierno, objeto de leyes, fuente de promesas terapéuticas y motivo de lucha de patentes. La posibilidad de obtenerlas a partir de embriones plantea el problema ético de utilizar vidas humanas como simples instrumentos. Esta polémica ha agitado a la opinión pública durante el mes de agosto, sobre todo por la trascendental decisión que debía tomar el presidente George Bush sobre la financiación federal de estas investigaciones.

Nadie discute el interés de las investigaciones con células madre. Estas células pueden reproducirse indefinidamente en el laboratorio, y dar lugar a células no sólo de su propio tejido sino también a las de otros tejidos del cuerpo humano. Si se aprende a dirigir su desarrollo, podrían utilizarse para reparar tejidos dañados y tratar así enfermedades hasta ahora incurables [cfr. servicio 57/01: Las grandes promesas de la medicina reparadora].

El debate surge en cuanto a los modos de recolectar las células madre. Algunos no presentan ningún problema ético. Es el caso de las células madre contenidas en el cordón umbilical y en tejidos adultos, donde reemplazan células envejecidas. De hecho, recientes descubrimientos han puesto de relieve que las células madre existen en más tejidos adultos de lo que se creía. No sólo hay células madre en la piel o en la médula ósea -cosa bien conocida desde hace años-, sino que últimamente se ha comprobado su presencia en el cerebro o el hígado.

También se ha observado que tienen una versatilidad mayor de lo que se esperaba, de modo que se ha conseguido transformar células madre de algunos tejidos en células de otros. Gran parte de las investigaciones se centran en las células madre de la médula ósea y del sistema nervioso central.

Descartada la clonación

Los otros procedimientos de obtención de células madre exigen utilizar embriones en sus primeros estadios de desarrollo, lo que conlleva su destrucción. Podrían ser embriones sobrantes de los tratamientos de fecundación in vitro, o embriones creados ex profeso para obtener células madre. Esta instrumentalización del embrión humano es lo que ha estado en el centro del debate político de EE.UU. en este mes de agosto.

La primera decisión fue la ley aprobada el 31 de julio por la Cámara de Representantes (265 votos contra 162) por la que se prohíbe todo tipo de clonación humana, tanto con fines reproductivos como la dirigida a obtener células madre. Quien infrinja la ley puede ser condenado a diez años de cárcel y a multas de no menos de un millón de dólares. La ley aún debe ser debatida por el Senado, aunque no se esperan cambios importantes.

El núcleo del debate no fue la hipotética clonación con fines reproductivos, rechazada por la inmensa mayoría de científicos y políticos. La discusión se ha centrado en la clonación de embriones como medio para obtener células madre. La clonación «terapéutica» supone la producción por esta técnica de un embrión que es genéticamente idéntico al paciente del que se tomó la célula original. De este modo las células madre obtenidas no tendrían el problema del posible rechazo.

Algo más que un puñado de células

Los partidarios de la utilización de embriones (bien por clonación o bien por fecundación in vitro) aducen que las células madre embrionarias son especialmente versátiles, de forma que pueden convertirse en cualquiera de los tejidos que forman el organismo. Si se domina esta técnica, dicen, se podrían crear tratamientos para enfermedades hoy incurables, como el parkinson, dolencias cardiacas, esclerosis múltiple o diversos tipos de cáncer. Frente a estos bienes, ¿qué importa un embrión que no es más que un puñado de células?

Un embrión es ya vida humana, responden los adversarios, y la dignidad de la vida humana exige que no se utilice como medio para otros fines, por buenos que sean. Si se permitiera crear embriones para investigación, la vida humana se convertiría en material comercializable.

En la polémica sobre la experimentación con embriones, tanto en EE.UU. como en otros países, se ha manejado a menudo el argumento «si no lo hacemos nosotros, lo harán en el extranjero». En Alemania, donde el canciller Schröder ha planteado permitir la investigación con embriones para impulsar la industria biotecnológica alemana, el presidente Johannes Rau replicó: «El argumento de ‘los otros también lo hacen’ no lo aceptamos en el caso del trabajo infantil, de la esclavitud o de la pena de muerte. Y lo mismo puede decirse del argumento ‘si no lo hacemos nosotros, lo harán otros’. Esta frase es expresión de la capitulación ética».

Hoy por hoy sólo Gran Bretaña permite la clonación de embriones con fines de investigación.

Descartada la clonación, el debate se centró en la decisión que debía adoptar el presidente George Bush sobre la financiación federal de investigaciones sobre células madre. ¿Incluiría las desarrolladas a partir de células madre procedentes de embriones congelados? Era una ardua decisión ética y todos las informaciones coinciden en que en los meses de debate que la precedieron Bush escuchó a científicos, expertos en bioética, juristas, asociaciones de pacientes, grupos pro-vida…

La decisión de Bush

Al anunciar su decisión el 10 de agosto, Bush la presentó como una postura equilibrada entre las posibilidades terapéuticas de esta técnica y la protección de la vida naciente.

Empezó por sentar un principio ético básico: «No se puede eliminar unas vidas en beneficio médico de otras». «La vida, incluida la vida naciente, es biológicamente humana, genéticamente distinta y valiosa». Por tanto, «la vida humana no puede ser reducida a medio o instrumento».

A partir de este criterio, Bush señaló los dos caminos por los que el gobierno federal promoverá la investigación con células madre: primero, se financiarán las investigaciones con células madre obtenidas de tejidos adultos y del cordón umbilical; segundo, habrá financiación para las investigaciones con líneas de células madre embrionarias ya existentes, pero no para la creación de nuevas líneas que impliquen la destrucción de embriones. Bush justificó así su postura: «Mientras que no sería ético suprimir vidas para la investigación médica, sí es ético que la investigación pueda beneficiarse cuando las decisiones de vida o muerte ya han sido tomadas».

Bush aseguró que, según los datos proporcionados por los Institutos Nacionales de Salud, en el mundo se han desarrollado ya más de 60 líneas de células madre, que son suficientes para impulsar la investigación. Según su política, para poder recibir financiación federal estas líneas de células madre deben proceder de los embriones sobrantes creados con fines de reproducción, y necesitan al mismo tiempo la autorización de los donantes sin ningún tipo de compensación económica.

También dejó sentado que su gobierno «apoya la legislación para prohibir la clonación de seres humanos con cualquier propósito, así como la producción de embriones humanos solo para ser utilizados en investigación médica». «Mientras trabajamos para prolongar nuestras vidas, debemos hacerlo de modo que preservemos nuestra humanidad», concluyó.

Prometedora, pero a largo plazo

En el fragor de la polémica, los partidarios de experimentar con embriones tienden a magnificar las promesas terapéuticas de las células madre embrionarias, particularmente versátiles. Y aseguran que las restricciones legales pueden cerrar el camino a aplicaciones muy prometedoras a corto plazo en patologías como la diabetes juvenil, lesiones de la médula espinal, enfermedades degenerativas del sistema nervioso central, como el Parkinson o el Alzheimer,…

Ya se sabe que los científicos en busca de fondos tienden a exagerar las posibilidades de sus investigaciones. Sin embargo, casi todos los grandes laboratorios farmacéuticos se han abstenido hasta ahora de meter dinero en este campo. «Aunque los inversores dicen que la investigación en células madre parece prometedora, han sido reacios hasta ahora a poner dinero en un campo considerado de riesgo y cuyos beneficios, si se dan, serán a largo plazo», escribe Terence Chea en The Washington Post (13-08-2001). «Las empresas dedicadas a células madre son todas pequeñas, y harán falta años para que sus investigaciones den lugar a productos, con lo que el potencial comercial de sus investigaciones es incierto».

El más reciente anuncio de un logro terapéutico corresponde a un autotrasplante de células madre de tejido adulto. Médicos de la Universidad de Düsseldorf han conseguido una mejora importante en un hombre que había padecido un infarto agudo de miocardio, injertándole células madre obtenidas de su propia médula ósea. Los médicos inyectaron las células en la zona dañada del corazón, donde suponen que han evolucionado hasta convertirse en tejido muscular cardiaco.

Uno de los principales campos donde se esperan aplicaciones son las afecciones cerebrales. Pero aún se ignora mucho sobre las células madre. «El principal obstáculo para tratar las enfermedades del cerebro con células madre es que, por ahora, no sabemos hacer, de modo eficaz, que esas células generen el tipo de neurona necesario», declara a Le Monde (2-08-2001) Jonas Frisén, del Karolinska Institute de Estocolmo, uno de los pioneros en estas investigaciones.

Decisiva financiación pública

Por sí sola, la inversión privada es insuficiente para financiar la investigación básica en nuevas medicinasn y tests de diagnóstico. Por eso, según escribe Rick Weiss en Iternational Herald Tribune (12-08-2001), «incluso las compañías privadas que han monopolizado el acceso a las células madre han presionado al Congreso y al presidente para que sus competidores puedan investigar en este campo con financiación federal». La industria de la biotecnología, quizá más que ninguna otra, depende de la investigación desarrollada en laboratorios y universidades con fondos públicos.

El anuncio de la financiación federal, aunque sea limitada, podría estimular nuevos estudios e inversiones en este campo. El debate ha dado una gran publicidad a las empresas que se dedican a esto y podría ayudarles a convencer a los inversores de su potencial.

Problemas de patentes

En cualquier caso, con la decisión de Bush el genio ha salido de la botella y ya hay quien empieza a pedir más deseos. En un editorial, The New York Times (16-08-2001) escribe que «la decisión presidencial ha desplazado el foco de la controversia de si habría financiación federal a si habrá suficientes células madre con las líneas ya existentes. (…) Nadie está seguro de cuántas líneas de células madre existen y cuál es su calidad. (…) Si las posibilidades terapéuticas resultan ser tan prometedoras como los científicos esperan, inevitablemente será necesaria una mayor variedad de líneas de células madre».

Entre los propios científicos se discute si realmente se han creado ya en el mundo más de 60 líneas o colonias de células madre, como afirman los Institutos Nacionales de la Salud, y si en ellas hay suficiente diversidad para investigar los distintos usos. Otros hacen notar que, en la temprana etapa actual, los científicos no están buscando terapias, sino desarrollando técnicas de manejo de las células madre. Desde este punto de vista, el número de líneas existentes no es importante.

Otro aspecto controvertido es si los científicos podrán acceder libremente a esas células madre o si se tropezarán con problemas de patentes. Fuentes de la Casa Blanca afirman que los Institutos Nacionales de la Salud negociarán con los propietarios de patentes en este campo para que los investigadores tengan acceso a las células madre necesarias. Por el momento, se sabe que existe una patente de la Fundación de la Universidad de Wisconsin, donde el Dr. James Thomson fue el primero que aisló células madre embrionarias. La patente cubre tanto el método de aislar de las células como las propias células obtenidas. El gerente de la Fundación, Carl Gulbrandsen, ha declarado que negociarán con el gobierno para que «nuestras patentes no supongan un impedimento para los científicos» (The New York Times, 18-08-2001).

En cualquier caso, las células madre están todavía en los laboratorios, no en las clínicas.


Bush nombra al Dr. Leon Kass presidente del Consejo asesor de Bioética

Al mismo tiempo que anunciaba su política sobre la financiación de investigaciones sobre células madre, George Bush comunicaba que había decidido constituir un comité asesor de la presidencia para estas y otras cuestiones de bioética. El comité, compuesto por especialistas en ética, científicos, médicos, juristas y teólogos, estará presidido por el Dr. Leon R. Kass, un reconocido experto en cuestiones de bioética.

Leon Kass, de 62 años, profesor de la Universidad de Chicago desde 1976, es médico formado en esta Universidad y doctor en bioquímica por Harvard (1967). Investigó en biología molecular en los Institutos Nacionales de la Salud. Desde hace treinta años ha estudiado los problemas bioéticos en numerosos artículos y libros, entre los que se incluyen: Toward a More Natural Science: Biology and Human Affairs; The Hungry Soul; The Ethics of Human Cloning (con James Q. Wilson). En sus ensayos sobre ética médica ha abordado problemas planteados por la fecundación in vitro, clonación, tecnología genética, trasplantes, eutanasia y cooperación médica al suicidio, y la naturaleza ética de la Medicina.

Es miembro fundador del Hastings Center, el más importante centro de investigación en bioética en EE.UU.. Su perfil intelectual no es el del típico superespecialista, pues también ha dado clases en los cursos sobre «great books» de la Universidad de Chicago y ha formado parte del Consejo Nacional de Humanidades. El Dr. Kass, judío, está casado desde hace 40 años con Amy Apfel, y han tenido dos hijas.

Kass se ha manifestado repetidas veces en contra de la clonación humana con fines reproductivos, y así lo hizo notar en su testimonio ante una comisión del Congreso. En 1997 escribía que la clonación «amenaza con la confusión de la individualidad e identidad de las personas, incluso aunque se haga a pequeña escala; supone un paso de gigante hacia la ‘producción’ de niños como si fueran artefactos, productos de la voluntad y de la planificación humanas; y supone una forma de despotismo de los clonadores sobre los clonados, de modo que -aunque se haga con buena voluntad- constituye una crasa violación del sentido intrínseco de las relaciones padres-hijos, de lo que significa tener un hijo».

Respecto a la clonación llamada terapéutica, afirma que por ahora es una denominación engañosa, ya que las terapias siguen siendo hipotéticas. Kass piensa que quienes abogan por la clonación con fines de experimentación están exagerando sus promesas y subestimando las dificultades. «Una vez que se permite clonar embriones para investigación, nadie puede saber qué se está haciendo con ellos, dónde están siendo comprados y vendidos, y será virtualmente imposible impedir que se usen para iniciar un embarazo».

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Artículos de Leon Kass publicados en Aceprensa:
* «¿Existe el derecho a morir?» (servicio 164/93, de 15-12-1993).
* «Vivir y morir con dignidad» (servicio 22/98, de 11-02-1998).
* «La eutanasia en la práctica médica» (servicio 88/98, de 17-06-1998).
* «El significado moral de la tecnología genética» (servicio 178/99, de 22-12-1999).

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