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Primer obispo católico sueco en 450 años

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Estocolmo. Mons. Anders Arborelius, carmelita, es el primer obispo católico sueco desde la Reforma, en 1557. Su nombramiento ha despertado un interés insólito en un país donde los católicos apenas son el 2% de la población.

Mons. Arborelius nació en 1949 en Suiza, de padres suecos. Creció en Lund (Suecia) y se convirtió al catolicismo a los 20 años. Ingresó en la orden carmelita a los 22 años. Estudió Filosofía y Teología en Bélgica y en Roma. Fue ordenado sacerdote en 1979.

Suecia es un país oficialmente luterano, y la Iglesia católica estuvo proscrita allí de 1617 a 1781, fecha en que se toleró, pero sólo para los extranjeros. En 1873 se reconoció a los suecos el derecho a hacerse católicos. Sigue en vigor la ley por la que todo sueco es considerado oficialmente luterano mientras no declare otra cosa. Hasta 1953 no se restableció la jerarquía católica. Desde entonces hay en Suecia una sola diócesis, con sede en Estocolmo, ocupada hasta ahora por obispos venidos del extranjero.

En la actualidad, la Iglesia católica cuenta en Suecia con 38 parroquias y 140 sacerdotes. Entre los 165.000 fieles hay un buen número de inmigrantes. Mons. Arborelius ha afirmado que seguirá los pasos de su predecesor, Mons. Brandenburg, y buscará un equilibrio entre los suecos y los inmigrantes: «Podemos mostrar que es posible vivir juntos bajo las mismas condiciones».

Las reacciones al nombramiento de Mons. Arborelius muestran que en Suecia, la Iglesia católica, pese a su exigua presencia, no es tenida por insignificante. El pasado 30 de diciembre, al día siguiente de su consagración, el nuevo obispo fue entrevistado por los dos canales de televisión matutinos. Salió la pregunta inevitable sobre el aborto: ¿cómo pretender que la gente de hoy entienda que la Iglesia católica lo condene? «Porque el derecho a la vida es uno de los derechos más fundamentales -respondió Mons. Arborelius-. Forma parte del valor inviolable de la persona». Y añadió que, si alguien cae, en la Iglesia católica se le acoge con comprensión.

En sus declaraciones de los días pasados, Mons. Arborelius se ha dirigido a una audiencia que, en su gran mayoría, no comparte la fe católica, y por eso ha subrayado los temas de fondo más básicos. Ha hecho hincapié en que la religión es una concepción de la vida, que afecta a toda la persona y responde a las cuestiones fundamentales. Dice que muchas personas buscan lo espiritual y piensan en el sentido de la vida, y lo manifiestan, por ejemplo, en su interés por la filosofía.

El obispo no ignora que la sociedad sueca está «pegada» a lo material, pero sostiene que no está irremisiblemente atrapada. Hay hambre de Dios, y eso es, dice, «lo bueno de la secularización». La Iglesia católica, entonces, ha de crear un diálogo con la gente, lo que es posible en la Suecia de hoy. Antes, un clima de severo protestantismo levantó un muro contra el catolicismo. Ahora, los jóvenes están menos influidos por esa herencia y, por tanto, tienen menos prejuicios.

Mons. Arborelius ha declarado también que el sexo se ha de controlar con la castidad. Ha hablado así poco después de que el obispo luterano K.G. Hammar haya dado permiso para exhibir, en la catedral de Uppsala, fotografías de travestidos y homosexuales personificando algunas de las escenas más importantes del Evangelio.

Algunos periódicos mucho más próximos a los gestos de Hammar que a las ideas del nuevo obispo católico no han considerado, sin embargo, irrelevante el nombramiento de un pastor para tan reducida grey. Al contrario, han dado amplio espacio a la noticia, acompañándola de contundentes ataques. Expressen pinta a Mons. Arborelius como un guerrero al frente de las huestes católicas, unos reaccionarios que conspiran en secreto armados de grandes sumas de dinero. Aftonbladet habla de «la armada secreta del Papa» y afirma que esa maquinaria bélica está empeñada en una «guerra moral» en la que los homosexuales son el principal enemigo, tesis en que abunda otro periódico, Arbete. Pero Mons. Arborelius no se corresponde con esa imagen agresiva. En las entrevistas aparece como una persona pacífica y razonable; al mismo tiempo, se nota que tiene unas ideas muy precisas sobre la persona y su relación con Dios y la Iglesia.

En pocas palabras, el nuevo obispo de Estocolmo es muy distinto a los pastores mass media de la Iglesia sueca, esos que siempre hablan condenando, pero que nunca tienen una opinión que sea políticamente incorrecta. Alejandra Lemmo.

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