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Por qué Corea del Norte pasa hambre

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La crisis alimentaria de Corea del Norte alcanza graves proporciones, sin que las perspectivas a corto plazo den lugar al optimismo. El régimen de Kim Jong Il trata, contra el veredicto de la realidad, de mantener la moral de la población con consignas que proclaman la autosuficiencia del país. Otra cosa, parecen pensar los dirigentes, sería como reconocer el fracaso del sistema. Así, la hambruna norcoreana recuerda las sufridas en la Unión Soviética bajo Stalin y en China bajo Mao. Pero el caso de Corea del Norte no es estrictamente comparable a aquellos, porque no ha causado tantas víctimas ni se debe a delirios colectivistas como el soviético o el maoísta.

Por más inmovilista y cerrado que sea el régimen instaurado por Kim Il Sung hace cincuenta años, en materia agraria ha sido relativamente suave. Stalin y Mao impusieron drásticas colectivizaciones que hundieron la producción. Las hambrunas subsiguientes se cobraron unos 8 millones de muertes en Rusia en los años 30 y unos 30 millones en China durante el Gran Salto Adelante (1958-62).

En cambio, Kim Il Sung adoptó un método de colectivización gradual (cfr. The Economist, 7-VI-97). En primer lugar, a diferencia de Stalin y Mao, no hizo matanzas de terratenientes, que en los primeros años del régimen pudieron emigrar a Corea del Sur. Los que se quedaron perdieron sus posesiones, pero pudieron trabajar como campesinos en las nuevas explotaciones. Los pequeños propietarios fueron privados del derecho a vender tierras, como en la URSS y en China; pero no se abolió el derecho a transmitirlas en herencia, de modo que muchos campesinos continuaron cuidando sus propios cultivos. Además, la colectivización se hizo en unidades más pequeñas y manejables, no como los monstruos implantados en China o en la URSS.

El resultado fue que la Corea comunista no sufrió hambrunas. Es más, hasta la década pasada, los arrozales norcoreanos eran más productivos que los del vecino del sur. Pero esa prosperidad era posible gracias a fuertes subsidios, grandes obras de irrigación y un uso abundante de fertilizantes. Y todo eso se sostenía con ayudas del exterior, principalmente de la URSS y de China, que cesaron a principios de la presente década. La crisis económica declarada luego en los países de la Comunidad de Estados Independientes -heredera de la URSS-, que eran los principales socios comerciales de Corea del Norte, agravó las dificultades financieras. El país se quedó sin recursos para mantener su maquinaria agrícola y sus fábricas de fertilizantes. El transporte resultó en buena parte paralizado por falta de combustible.

El gobierno norcoreano intentó suplir las pérdidas de cosechas de arroz ganando para el cultivo tierras marginales. Pero la deforestación de las laderas dejó los campos a merced de las inundaciones, que llegaron en 1995 y 1996, con efectos devastadores. La posterior sequía ha dado la puntilla a la agricultura del país.

La escasez de lluvias de este año ha causado ya la pérdida del 70% de la cosecha de maíz. Y si el agua no llega pronto, los arrozales tampoco darán lo suficiente para detener la hambruna.

No se conoce con exactitud las consecuencias de la carestía, de la que los niños son las principales víctimas, como delatan las fotografías y los testimonios de extranjeros: escualidez, decoloración del cabello por falta de proteínas, piernas arqueadas… Los datos publicados por el gobierno -se supone que maquillados- son que 80.000 menores de cinco años sufren «malnutrición grave» y otros 800.000, simple malnutrición. Por otra parte, se sabe que la mayor parte de la población sólo cuenta con unos cien gramos de cereales por cabeza y día.

El Programa Mundial de Alimentación, de la ONU, ha reunido fondos para comprar más de 300.000 toneladas de alimentos para los norcoreanos. La ayuda se ha destinado al 20% de la población (23 millones en total) que corre más peligro: los niños menores de seis años, los pacientes de los hospitales y un millón de familias campesinas particularmente afectados por las inundaciones y la sequía.

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