Respuesta a los teólogos contrarios a la «Veritatis splendor»

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L’Osservatore Romano (2-II-96) reseña un libro de ensayos teológicos en que se critica la encíclica Veritatis splendor y las competencias del magisterio de la Iglesia. La recensión aparece firmada con tres asteriscos, que indican su carácter autorizado. La obra en cuestión es Moraltheologie im Abseits? Antwort auf die Enzyklika «Veritatis splendor», Dietmar Mieth (editor), Herder, 1994, cuya versión castellana acaba de publicar también Herder (La teología moral ¿en fuera de juego? Una respuesta a la encíclica «Veritatis splendor»). Entre los colaboradores del libro figuran moralistas como M. Theobald, J. Fuchs, E. Chiavacci, M. Vidal, R.A. McCormick, A. Auer y B. Häring.

«El volumen contiene un breve prefacio del editor y 16 ensayos, que tocan las principales cuestiones tratadas en la encíclica Veritatis splendor (VS). El prefacio expresa de modo significativo el planteamiento general de todo el libro: algunos teólogos morales se han sentido interpelados por una encíclica que no sería otra cosa sino el intento autoritario de imponer una posición teológica partidista, con el fin de proscribir algunos resultados de la teología moral contemporánea. (…) Sobre esta línea crítica se mueven la mayor parte de los ensayos, aunque algunos parece que quieren evitar el enfrentamiento explícito y contienen, sin duda, elementos válidos».

La crítica -sigue señalando el artículo- se extiende a veces otros documentos del magisterio de la Iglesia, como, por ejemplo, la Carta apostólica Ordinatio sacerdotalis [sobre las razones que impiden la ordenación sacerdotal de las mujeres].

Según estos moralistas alemanes, «toda la encíclica sería ‘un grandioso anacronismo’ (pág. 70), construido con categorías filosóficas provenientes de un modelo intelectual objetivista y esencialista (pág. 70, nota 3). Además, el tono usado por algunos autores del libro no es sólo ofensivo para el magisterio del Sucesor de Pedro sino también para otros teólogos católicos que sostienen una posición conforme a la doctrina afirmada por la VS».

«Una de las críticas más recurrentes es que la VS no ha comprendido las teorías morales que critica, las cuales estarían presentadas de modo desdibujado e incluso caricaturesco, y por tanto ve errores doctrinales donde en realidad no existen. (…) El problema es que, dejando de lado genéricas declaraciones de principio y consideraciones polémicas, el libro no ofrece ninguna prueba de cuanto afirma. En ninguno de los ensayos se confronta la descripción de las teorías que ofrece la encíclica con los textos de los autores que, por ejemplo, han escrito desde 1970 en adelante sobre autonomía teónoma, sobre la moral autónoma en el contexto cristiano, sobre el proporcionalismo o sobre la opción fundamental». (…)

Pero el disenso no afecta sólo a los contenidos: «La VS se equivoca no sólo porque critique teorías morales que en opinión de los autores responden a la verdad, sino sobre todo porque pretende ser un pronunciamiento magisterial sobre una materia -la moral normativa- que de por sí no entraría en las competencias del magisterio de la Iglesia, ya que sobre ella no existiría en la Revelación una enseñanza concreta ni habría existido, al menos hasta este momento, una doctrina católica definida. En este mundo la moral sería, en definitiva, un ámbito sobre el que no puede invocarse otra autoridad que la que cada uno encuentra en las motivaciones y en las argumentaciones aducidas. Con este título, y sólo con este título, todos -incluido el magisterio- pueden intervenir: y todos, incluido el Magisterio, pueden tener razón o equivocarse».

«Siguiendo este planteamiento fundamental, se piensa que no hay que reconocer la encíclica Veritatis splendor como expresión auténtica del magisterio de la Iglesia. (…) En consecuencia, algunos autores están convencidos de poder hacer de la VS objeto de una quaestio disputata, y se sienten autorizados a favorecer el disenso público hacia un pronunciamiento público del magisterio ordinario del Romano Pontífice. De este modo se incurre en un comportamiento teológica y eclesiológicamente incorrecto (cfr. Lumen gentium, n. 25), y al mismo tiempo se confirma con los hechos la exactitud del diagnóstico y del discernimiento doctrinal llevado a cabo por la VS, especialmente en los pasajes en los que explica cómo un cierto modo de concebir la autonomía moral lleva a ‘negar la existencia, en la revelación divina, de un contenido moral específico y determinado, universalmente válido y permanente’, y a desconocer por tanto la existencia de ‘una competencia doctrinal específica por parte de la Iglesia y de su Magisterio sobre normas morales determinadas relativas al llamado bien humano’ (VS, n. 37)».

Como ha recordado recientemente Juan Pablo II, «en las encíclicas Veritatis splendor y Evangelium vitae, así como en la Carta apostólica Ordinatio sacerdotalis, he querido proponer una vez más la doctrina constante de la fe de la Iglesia con un acto de confirmación de la verdad claramente anclado en la Escritura, en la Tradición apostólica y en la enseñanza unánime de los Pastores. Por consiguiente, tales declaraciones, en virtud de la autoridad transmitida al Sucesor de Pedro de ‘confirmar a los hermanos’ (Lc 22, 32), expresan la certeza común presente en la vida y en las enseñanzas de la Iglesia» (Discurso. a la Sesión Plenaria de la Congr. para la Doctrina de la Fe; ver serv. 163/95).

«A nadie escapa que contestar por principio el papel del magisterio de la Iglesia expresado en estas palabras, como de hecho se comprueba en el presente libro, no constituye un problema simplemente disciplinar, sino que mella profundamente la unidad y la identidad de la Palabra sobre la que está fundada la Iglesia».

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